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“Si hacíamos buena carrera, celebrábamos con croquetas»

“Si hacíamos buena carrera, celebrábamos con croquetas»
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  • Publisheddiciembre 5, 2025



Haimar Etxeberría (Vera de Bidasoa, 2003) todavía habla con la mezcla perfecta de vértigo y emoción que experimenta quien pone un pie en un escenario antes reservado a otros. No hay rastro de pose, ni impostura; Hay vértigo, por supuesto, pero también una convicción cada vez mayor: estás exactamente donde quieres estar. el salto a Red Bull-Bora-Hansgrohe, Uno de los proyectos más potentes y mediáticos del pelotón, ha convertido a este joven talento en un protagonista inesperado de un deporte que no da minutos de gloria. “Para mí es el Real Madrid del ciclismo”, admitió tajantemente a MARCA durante el Gran Canaria 365. Y no dice eso para quedar bien. Lo dice porque así lo siente.

Haimar Etxeberria, en el juzgado de Primoz y Remco: “Cuando cogí el teléfono me temblaba la mano”

Su historia es una hermosa anomalía. Hasta hace poco, su vida giraba en torno a rutinas sencillas: entrenar en las carreteras del valle, poner el mundo en pausa cuando llovía y, si el fin de semana iba bien, celebrar los resultados con el equipo en el bar del pueblo. “Si hacíamos una buena carrera lo celebrábamos con croquetas, sino era mejor no vernos”, recuerda entre risas. Parecía el escenario de un ciclista que podía crecer, claro, pero no necesariamente volar. Hasta que se vaya volando. La primera pista llegó en Castilla y León. Su victoria con Kern Pharma fue una señal.

Si hacíamos una buena carrera, la celebrábamos con croquetas; De lo contrario, es mejor no verse. »

Haimar, en MARCA

Sus líderes: Alex Carera y Beñat Intxausti detectaron que el mercado estaba despierto. “A partir de ese momento empezaron a ver opciones reales”, explica. Las conversaciones se multiplicaron y el rumor que corría por el pelotón era casi un mantra: Etxeberria estaba destinado al Team Jayco AlUla. Lo escuchó sin negarlo. “Todos me llamaban Jayco, pero no pude decir nada”.

Haimar Exteberria, posando para MARCA en Palm Beach de Maspalomas.

Haimar Exteberria, posando para MARCA en Palm Beach de Maspalomas.N. LABARGA (MARCA)

Entonces sonó el teléfono. No el de cualquiera. El que cambia de carrera, mapa y biografía. Red Bull entró en escena con una claridad que desbordó a Etxeberria. No había ninguna duda. Había entusiasmo. Hubo un temblor físico literal que todavía hoy recuerda palabra por palabra. “Me temblaba la mano cuando cogí el teléfono”, admite. Su fichaje fue tan inmediato como natural. No deberías pensar demasiado en ello. “Sentí una sensación especial desde el primer minuto”, resume. A veces la vida no pide nada: sucede.

Lo más llamativo es que Etxeberria, en plena tormenta mediática, conserva ingredientes de otra época, de otro ciclismo, casi de otro mundo. Todavía vivo en casa. Con su abuela. Esta abuela que marcó un antes y un después en su vida deportiva. Todo empezó cuando Haimar le dijo, antes de una carrera de la Vuelta al Bidasoa: «Ve a verme, voy a ganar hoy». Ella fue allí. Él obedeció. Y los dos tuvieron un click difícil de explicar. “Ese día mi abuela entendió que lo que estaba haciendo era algo real, que no se trataba sólo de andar en bicicleta”, recuerda. Desde entonces, su triunfo no es suyo: es compartido.

Haimar Exteberría, con MARCA en Maspalomas.

Haimar Exteberría, con MARCA en Maspalomas.N. LABARGA (MARCA)

El paso a la élite no ha borrado nada de eso. De hecho, lo hizo más fuerte. Etxeberria no quiere caer en una trampa muy común en el ciclismo contemporáneo: confundir fama e identidad. “Soy una persona sencilla, no quiero caprichos ni posturas”, insiste. Es su manera de protegerse de un mundo que te mide más por el ruido que generas que por el trabajo que escondes. Él no compra esta mercancía. Prefiere seguir siendo quien era antes de subirse al avión del WorldTour. Kern Pharma, su ex equipo, forma parte de esa genética de valores que no piensa perder.

No habla de ello con nostalgia, sino con gratitud: «Kern Pharma me dio oportunidades cuando las gané. Sin ellas, no estaría aquí». Su salida fue clara, honesta. También lo celebraron. Porque cuando un corredor cruza la puerta de élite, no deja espacio. Esto demuestra que este espacio ha funcionado. El agradecimiento a Juanjo Oroz y al resto de integrantes de la familia verde es eterno.

Mirando hacia el futuro

Hay un factor que explica gran parte del magnetismo que desprende. Etxeberria no quiere ser como los mejores: quiere ser como los que más se parecen a él. Tu referente no es un gigante inaccesible. Es alguien cercano, tangible, humano. “Mi espejo es Aranburu, algún día me gustaría parecerme a ella” asegura. En un deporte obsesionado por los mitos, esta elección es casi revolucionaria.

Antes, cuando soñaba sin horizontes definidos, su racha ciclista se moldeó con otro ingrediente: la irreverencia de Peter Sagan. «Él es quien me hizo querer convertirme en ciclista profesional». No lo dice con idolatría, sino con gratitud. Sin Sagan, Etxeberria podría no existir. Sin Aranburu, es posible que no haya dirección. A esta mezcla se suma una ambición bien dirigida. No sueña con ganar nada.

Sueña con ganar lo que importa. Lo dice con una firmeza que no necesita volumen: “Sueño con Lieja-Bastoña-Lieja o la Flecha Valona”. Esto puede parecer grandioso, pero no parece una exageración por su parte. Su forma de pedalear, su lectura de la carrera y su carácter explosivo coinciden con el paisaje de las Ardenas. Allí, donde la carretera castiga a los que dudan, Etxeberria cree que algo grande puede pasar.

Pero si hay un lugar en el mapa que late de manera diferente es San Sebastián. Para él no es una carrera. Es una promesa. La idea no es hacerse grande. La idea es volver a casa transformado en algo nuevo, sin dejar de ser el mismo. El objetivo no sería una pancarta. Sería un espejo. Su discurso está lleno de naturalezas que contrastan con la época actual. Es ambicioso, pero no vanidoso. Es joven, pero no un adolescente. Y sobre todo, sabe aprovechar. «Lo que no quiero es dejar de disfrutarlo; cuando dejas de disfrutarlo, andar en bicicleta ya no tiene sentido».

Hay campeones que ganan corriendo. Y hay campeones que ganan sabiendo por qué corren. Lo que nos espera no es desconocido. Es territorio abierto. Tiene piernas, tiene cabeza y tiene algo que no se puede comprar: autenticidad. Quienes lo conocen dicen que no llegó a ocupar un lugar. Llegó para cambiar la conversación. El ciclismo está lleno de ciclistas rápidos, fuertes y talentosos. Pero pocos ofrecen una historia que pueda contarse en voz alta, a cámara lenta y sin música. Etxeberría es uno de ellos. La pregunta no es si estás listo.





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