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Benín sofoca un golpe militar entre denuncias de autoritarismo y avance yihadista en el norte

Benín sofoca un golpe militar entre denuncias de autoritarismo y avance yihadista en el norte
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  • Publisheddiciembre 7, 2025




La madrugada del domingo sorprendió a los habitantes de Cotonou, Benin, con el sonido de disparos. Fue el comienzo de un golpe de Estado. En medio del caos, un grupo de militares irrumpió en la sede de la televisión estatal y proclamó ante las cámaras la destitución del presidente Patrice Talón… y el establecimiento de una nueva junta militar. Por otro lado, un video difundido en redes sociales mostró al teniente coronel Pascal Tigri, líder de los rebeldes, quien informó el inicio de una operación destinada a «liberar al pueblo de la dictadura de Patrice Talón». Tigri también animó al pueblo beninés a “salir a las calles en masa”.

Para colmo, y por si había dudas, el teniente coronel advirtió en su comparecencia de que «el gobierno francés no debería intervenir en los asuntos internos de Benín».

La situación parecía apuntar a un golpe exitoso. Al final, la imagen de uniformados en un plató de televisión africano empieza a ser común. Entran por la fuerza, anuncian que ya tienen el poder y comienza un nuevo gobierno militar en el país designado. En menos de cinco años esta escena se ha repetido en Mali, Burkina Faso, Níger, Madagascar, Guinea Bissau…

Sin embargo, unas horas más tarde, el propio gobierno de Talon interrumpió el discurso triunfalista de los golpistas. Ahora fue el ministro del Interior y de Seguridad Pública, Alassane Seïdou, quien apareció en la televisión estatal leyendo un nuevo comunicado:

“Pueblo benino, queridos compatriotas: en la madrugada de este domingo 7 de diciembre de 2025, un pequeño grupo de militares inició un levantamiento con el objetivo de desestabilizar el Estado y sus instituciones. […]. Las Fuerzas Armadas de Benin y su jerarquía, fieles a su juramento, siguieron comprometidos con los principios republicanos. Sus acciones le permitieron mantener el control de la situación y frustrar el intento. Por tal motivo, el Gobierno invita a la población a continuar con sus actividades con normalidad”.

Fue el principio del fin del sueño del teniente coronel Tigri. Varios soldados fueron detenidos a lo largo de la mañana y la radio y la televisión estatales volvieron a manos del gobierno, momento en el que la presidencia confirmó públicamente que Talon estaba a salvo y al mando. La ausencia de movilización popular en las calles, pese al llamado de Tigri, reforzó la sensación de que el intento carecía de apoyo social, más allá de la pequeña facción militar que protagonizó el espectáculo.

Un país en crisis política y de seguridad

A pesar del fracaso, el golpe de Tigri ha sacado a la luz una realidad política que Benin, como nación, no puede negar. Que la estabilidad democrática que distinguió al país durante décadas se ha visto erosionada durante los años de Talon. Su primera victoria electoral en 2016 generó expectativas de reformas bajo su liderazgo, tal vez, pero pronto siguieron reformas contrarias a lo deseado; En lugar de reforzar las instituciones democráticas, Talon quería concentrar el poder en el Ejecutivo.

Y las elecciones legislativas de 2019 fueron la evidencia más contundente de esta deriva autoritaria: ningún partido de la oposición pudo participar en el proceso electoral debido, se supone, a criterios legales que fueron introducidos unilateralmente meses antes por el Gobierno. Las protestas que siguieron dejaron muertos y heridos, mientras organizaciones locales e internacionales alertaban de un retroceso democrático sin precedentes en la historia reciente del país.

Las elecciones presidenciales de 2021, que dieron a Talon una cómoda victoria, empeoraron aún más la situación. La oposición llegó a las urnas debilitada, fragmentada y, en gran medida, impedida de presentar candidatos sólidos. Algunos líderes fueron encarcelados. Otros, en el exilio. Y otros se enfrentaron a procesos judiciales. La sociedad civil lleva años denunciando la reducción del espacio democrático, el debilitamiento del control parlamentario y la instrumentalización del poder judicial. Si bien este malestar social no se tradujo en apoyo popular al golpe, como lo demuestran las calles vacías, sí explica por qué el discurso golpista encontró cierto eco en una parte más crítica de la población.

La situación de seguridad en el norte de Benin añade otra capa de fragilidad a las instituciones. Otra palada de estiércol que sirve de alimento a las excusas de los sublevados. Grupos yihadistas vinculados a Al Qaeda y al Estado Islámico y con base en Burkina Faso y Níger han penetrado en territorio beninés desde 2021. Zonas como Alibori, Atacora y los alrededores del Parque W se han convertido en focos de violencia recurrente y extremadamente preocupante, considerando el contexto general del Sahel. Más de cincuenta soldados murieron en un ataque en abril de 2025, el mayor en la historia del país, y derrotas como ésta vuelven a poner en duda las capacidades de Talon para liderar el país en estos tiempos difíciles.

El Estado ha reforzado la presencia militar en el norte, pero la infiltración yihadista continúa avanzando en las zonas rurales donde la administración es débil, y ya hay zonas boscosas del país que son simplemente inaccesibles para el ejército. Francia y Estados Unidos brindan apoyo en este ámbito, pero es claramente insuficiente. Por eso el intento de este domingo resultó tan preocupante (y no demasiado sorprendente). Porque Benín habría sido la cuarta nación de la región que se enfrenta al terrorismo armado con pocos resultados pese a la ayuda francesa y que sufre un golpe de Estado que otorga el poder a una cúpula militar amiga de Moscú.

El levantamiento, aunque fallido, ha expuesto todas estas vulnerabilidades del gobierno de Talón. No se puede negar que el sistema político beninés se ha erosionado y lo hará aún más después de lo ocurrido. Y también hay que reconocer que Benin, rodeado por una junta militar y cada vez más presionado por el terrorismo del norte, sigue caminando por una delgada línea que tal vez, otro día, con un oficial más astuto, concluya efectivamente con una junta militar al mando. El desafío ahora es precisamente evitar que el episodio se convierta en un síntoma temprano de un mayor deterioro.

La Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) emitió una declaración denunciando el golpe como “una subversión de la voluntad del pueblo de Benin”, asegurando su apoyo al gobierno legítimo de Talon y advirtiendo que los responsables serían “responsables individual y colectivamente de cualquier daño causado”. El bloque regional mostró una contundencia que muchos se preguntan, en este caso, si también debería repetirse ante los ataques llevados a cabo por el propio Talon contra la democracia beninesa.



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