El regreso de Puigdemont y la falta de interlocución tras la cárcel de Cerdán dificultan la reconciliación entre Junts y el PSOE
Los teléfonos están activos, pero la comunicación es más bien escasa. Algunos dirigentes del PSOE y de Junts se han intercambiado algún que otro mensaje de forma informal – por sus relaciones personales- después de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, asumiera públicamente que el divorcio entre ambos partidos fue fruto de sus propios incumplimientos y entonara un ‘mea culpa’. Un coste político que no gustó a algunos próximos al jefe del Ejecutivo pero que sonó reconfortante para las primeras espadas negociadoras de los posconvergentes.
[–>[–>[–>En las filas socialistas apuntan a que Sánchez ha pagado un peaje considerarle para darle a Junts el foco que los de Puigdemont llevaban tiempo demandando para sus “peleas personales” con ERC y, especialmente, con Aliança Catalana. Confían en que se calmen los “nervios” y sigan apostando por no dinamitar la legislatura.
[–> [–>[–>El gesto de Sánchez fue un primer paso para retomar el cortejo, pero, en poco más de un mes -el tiempo transcurrido desde la ruptura-, se han producido varios sucesos que dificultan la posibilidad de que haya una reconciliación en toda regla. Lo que sí hay es una tregua.
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El primer impacto vino de Europa. El abogado general de la UE avaló la amnistía a los delitos de malversación y terrorismo, una resolución que inoculó optimismo en las filas posconvergentes porque, si la sentencia del TJUE sigue con sus recomendaciones, Carles Puigdemont podría regresar a Catalunya en la primavera del próximo año sin riesgo de ser detenido. Que Puigdemont ponga fin a su etapa en el extranjero abre una oportunidad para Junts, tanto si quiere servir de revulsivo y cartel electoral en unas elecciones, como si decide acabar con su etapa en primera línea y ejercer como expresident.
[–>[–>[–>Para algunos dirigentes, el partido necesita que su líder vuelva para renovar orgánicamente e ideológicamente las siglas, e incluso el liderazgo, con el fin de decidir después cómo se recompone la formación tras el ‘procés’ y cómo se resitúa ante un nuevo tablero en el que poder pactar a izquierda y derecha para volver a ser fiable y previsible ante la estructura económica y empresarial catalana. Un aspecto que, si no juega con el PSOE, le lleva al córner.
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Hay una sensación compartida de que con Puigdemont en el extranjero siempre será difícil normalizar la política de pactos, tanto con el PP como con el PSOE o el PSC, por los rencores acumulados desde 2017. La exaltación que despierta Puigdemont impide que hoy por hoy tenga un aliciente para dar a Sánchez estabilidad. De hecho, la cita que tanto reclamó en Waterloo se ha convertido en una losa, ya que una visita del presidente del Gobierno solo serviría de munición para la extrema derecha.
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[–>A esta situación de “necesidad” es en la que confían en las filas socialistas para asegurar que Junts no tirará todo por la borda. Al tiempo que admiten que los movimientos dentro de Junts ante el posible regreso y relevo de Puigdemont puede inmiscuirse en las relaciones y, por ende, poner en un brete al Gobierno.
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La presión de Aliança
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El Parlament se ha convertido en un plató desde el que Sílvia Orriols, líder de Aliança Catalana, difunde vídeos para hacer crecer su popularidad. Un impacto del que los alcaldes de Junts llevan tiempo advirtiendo, incluso con quejas de que el partido ha estado más pendiente de Madrid que de Catalunya. El último sondeo del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) constata hasta qué punto Orriols araña a Puigdemont, ya que pronostica un empate entre las dos formaciones en el tercer puesto del Parlament.
[–>[–>[–>Los posconvergentes llevan tiempo tratando de atajar esta posible pérdida de votos, y cuando decidieron romper con Sánchez lo hicieron en buena parte porque temían que el presidente pulsara el botón del adelanto electoral y les pillara siendo todavía socios. Eso hubiera sido combustible para Orriols, porque les asemejaría a ERC usando las críticas que los posconvergentes llevan tiempo vertiendo sobre los republicanos. Volver a montar ahora la mesa de negociación en Suiza con el PSOE sería una decisión que, para algunos dirigentes, daría alas a Aliança Catalana, pero para otros sería una oportunidad de demostrar ante la extrema derecha que la política ‘útil’ se hace combatiendo la multirreincidencia, las ocupaciones y la inseguridad con acuerdos que aporten soluciones.
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En el fondo, Junts ha dejado a Sánchez sentadas las bases de lo que pide y confía en que sea eso lo que redacte en los decretos que se dispone a llevar al Consejo de Ministros. A cambio, no le exigirá que convoque elecciones, ni se acercará al PP para una moción de censura.
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La ausencia de confianza
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A Junts le costó revertir su promesa electoral de no investir a Sánchez en 2023. Ya no tanto por el impacto de la hemeroteca, sino porque las urnas le pusieron en un puesto clave ya no solo para la elección del líder del PSOE como presidente, sino para la gobernabilidad. Pero la desconfianza con los socialistas era enorme porque consideraban que durante el ‘procés’ habían demonizado a Puigdemont y la relación se fue amasando gracias al vínculo que trabaron Jordi Turull y Santos Cerdán.
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La sintonía entre estos dos dirigentes salvó buena parte de las votaciones en el Congreso hasta que el encarcelamiento del entonces secretario de organización dejó a Junts sin un interlocutor en el que confiar. Muchos ven ahí, en el momento de Cerdán entrando en prisión, el inicio del deterioro de las relaciones entre PSOE y Junts. Esto iba afectando al día a día, elevando la distancia entre los partidos, junto con la sensación de que la mesa de negociación en Suiza estaba llegando a un callejón sin salida porque los acuerdos no se cumplían, no se detectaba un margen para el cumplimiento y, además, la resolución del conflicto político tampoco se llegó a encarar nunca. En el fondo, todo pasaba por el regreso en libertad para Puigdemont que los socialistas no podían prometer porque pasaba por la decisión, principalmente, del Tribunal Constitucional. Pero todo saltó por los aires y ahora solo podrá recomponerse si Sánchez cumple a rajatabla con lo acordado y si Junts encuentra nuevos incentivos para forjar acuerdos sin que se le presuponga como socio del PSOE.
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¿Cómo se zanja el debate en un partido que se divide entre los que critican que la caja está prácticamente vacía porque no se está ‘cobrando por adelantado’ y los que consideran que las urnas les han dado la oportunidad de regresar a la política del ‘peix al cove’? Con resultados. Pero sin la amnistía -y el regreso- de Puigdemont, sin la oficialidad del catalán en la Unión Europea, sin la delegación de las competencias en inmigración a Catalunya y sin, al menos, una de estas tres cosas, es difícil. Ahora bien, en Junts no esconden su satisfacción por el reconocimiento público de Sánchez y por haber incluso ninguneado a ERC al decir que ha asumido la multilateralidad en el nuevo sistema de financiación. Hay dos meses de margen para reconducir la situación, pero en el camino hay algún que otro bache.
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