Javier Gurruchaga vuelve a los escenarios en Madrid: «¿Somos ahora más libres que en el 79? No. Ahora te lo piensas todo dos o tres veces. Y si no, no trabajas»
Javier Gurruchaga acumula en su historial seis accidentes de tráfico en los que se ha visto envuelto durante las giras realizadas con su Orquesta Mondragón a lo largo de medio siglo de historia. La tentación de calificarlo como un superviviente se presenta fácil, porque además de seguir en la brecha después de tanto tiempo, puede presumir de haber driblado por los pelos a la muerte unas cuantas veces. Pero Gurruchaga (San Sebastián, 1958), personaje total y uno de los rostros del show business más queridos de este país, es mucho más que eso. Lo constata el hecho de que, el año que viene, volverá a salir a la carretera con sus compañeros actuales de la banda, que no son los de siempre (Popocho, su socio principal el grupo, falleció en 2020), para celebrar 50 años siendo una popular rara avis del pop español y mucho más. Porque ese personaje del que nunca sale, también actor reconocido, presentador de una televisión más transgresora que la de ahora y erudito cinéfilo y literario, no se agota. La charla torrencial que mantiene con el periodista, en la que apenas deja espacio para las preguntas porque ya lo cuenta él todo, demuestra que le sobra la energía para afrontar esa efeméride y la previsible paliza de carretera y escenarios que le espera.
[–>[–>[–>«En este 50 aniversario nos gustaría tirar un poquitín la casa por la ventana. Ofrecer lo mejor que tenemos, que es que estamos aquí vivos, con ganas, y yo afortunadamente tengo la voz en un buen momento«, dice de esa gira conmemorativa durante su encuentro con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. Lo hace en un bar muy vinculado con el cine que está a solo unos pasos de su casa en el barrio madrileño de Chueca. «Estamos incluso dándole vueltas a preparar una tarta gigante de la que yo pueda salir, un guiño a los musicales de Busby Berkeley de los años 30. Un guiño que no sea muy caro, porque si no se te pone el show carísimo», cuenta el cantante, que lleva toda su carrera jugando con el cabaret y los musicales de Broadway como su particular forma de acercarse a esto del espectáculo.
[–> [–>[–>Antes de eso, Gurruchaga tiene otra cita con el público. Este viernes estará en el festival Debajo de mi sombrero, que reunirá en el Palacio Vistalegre a grandes nombres de la música de los 80 y 90 como Rafa Sánchez de La Unión, Carlos Segarra de Los Rebeldes, Jaime Urrutia de Gabinete Caligari, Miguel Costas de Siniestro Total o los mismísimos Tennessee, con el DJ y locutor Fernandisco como presentador. De su actuación ese día solo dice que coincide (12 de diciembre) con el aniversario de Frank Sinatra, por el que siente devoción, y a él le dedicará su parte, aunque no tiene claro si llegará a cantar alguno de sus éxitos. Le gusta lo de la referencia al sombrero en el título del espectáculo. «El sombrero siempre ha sido un aditamento en mis espectáculos: de paja, canotier, bombín… El de copa me hacía mucha gracia; me recordaba a Tip, que llevaba sombrero de copa. El bombín lo llevaba Coll, con el que colaboré en algún sketch«, recuerda.
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El hombre que podía reinar: el cine siempre ha sido una de las grandes pasiones de Javier Gurruchaga. / Alba Vigaray
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El concierto en Vistalegre servirá para rodar algunas secuencias de una película de ficción que se estrenará el año que viene, y se anuncia como un encuentro con «los artistas más grandes de la Edad de Oro del Pop Español». ¿Fue realmente una edad de oro aquella que vio crecer a bandas como la Orquesta Mondragón? ¿Echa de menos aquellos años? «Sí y no», responde dubitativo. «Tuvimos un momento que estuvo bien, pero son etapas que vas quemando y cada una tiene su punto. Esa especie de nostalgia romántica no me interesa. Porque entonces, como ahora, había momentos de enorme acritud, amargos, duros. La carretera siempre ha sido, como dice la canción, «larga y tortuosa» [se refiere a The Long and Winding Road de los Beatles]. Lo fue entonces y lo es ahora. Muchas cosas las descubrí cuando tenía 20 años, y otras las he aprendido y aficionado más tarde, con el tiempo. Por ejemplo, descubrí los pimientos de Padrón comiéndolos con Bernardo Atxaga, el escritor. Me dijo: ‘Prueba, prueba los pimientos de Padrón’. Me dieron un poco de miedo. Y con 37 años descubrí los pimientos de Padrón. Y Flaubert con 44. Es decir: hay tantas cosas por descubrir…” Gurruchaga en estado puro.
[–>[–>[–>Un colegio de curas
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Aunque ahora pueda parecer mentira, la Orquesta Mondragón debutó en 1976 con un concierto en el colegio donde había estudiado Gurruchaga, Los Ángeles de Lasalle de San Sebastián. Pero aquel no fue su estreno en los escenarios. La primera vez que se subió a uno fue con cuatro años, cuando su madre le apuntó a un concurso de villancicos. Luego, a los 12, pasó una prueba y presentó un concurso de poesía y cuentos. Lo hizo tan bien que repitió tres veces. Por entonces ya se lo pasaba en grande imitando a personajes populares: bordaba el del crítico de cine Alfonso Sánchez, muy conocido por sus intervenciones en televisión y con una característica voz aflautada y gangosa que vuelve a imitar durante la entrevista. Pero también a grandes nombres de la cultura pop como Elvis Presley o Marilyn Monroe. La cinefilia estuvo ahí siempre: en el colegio vendía las entradas para ver las películas y ayudaba al hermano Tomás, el cura proyeccionista, a cambiar los rollos. Devoraba las revistas ya pasadas que traía su madre, se sabía las vidas de los actores e iba al cine todo lo que podía. Cuando la televisión llegó a casa, disfrutaba con las comedias de Jerry Lewis y Dean Martin o las películas de romanos. El western no le gustaba en aquella época, más tarde sí. De la La diligencia, clásico indiscutible de John Ford (1939), cuenta que está basada en un cuento de Guy de Maupassant, Bola de sebo, una información que muchos cinéfilos no conocen.
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Al Gurruchaga chaval le encantaban los Beatles o los Rolling Stones. Comenzó a estudiar solfeo y su primer instrumento fue el acordeón. «Pero tuve un profesor muy dictador, con muy poca paciencia, y me desanimó mucho», recuerda. Con el tiempo se pasó al saxofón. Empezó con él a los 16 años pero aprendió sobre todo en la mili, con un oficial que le enseñaba. Hoy en día apenas lo toca, pero quiere recuperar la sección de viento para la nueva gira de la orquesta. Niño de familia humilde, hijo de padre ferroviario y madre que cocinaba en las casas de la gente bien de San Sebastián, había empezado a trabajar por las mañanas como botones en un banco con solo 14 años. El bachillerato y el COU los cursaba por las tardes. Vio Let It Be, la película de los Beatles con la actuación en la azotea, y se quedó fascinado. «Pensé: ‘esto es lo mío, tengo que cantar como John Lennon‘». Lo dice y se pone a cantar (Oh yeah, oh yeah, oh yeah…) imitando muy teatralmente al genio sensible de la banda de Liverpool. «Me puse unas gafas que me compré en Francia, porque en España no las había redondas, y mi madre estaba horrorizada. Los compañeros me decían: ‘¿Cómo te pones esas gafas de señora?’, y yo respondía: ‘También las lleva Gandhi…'» [risas].
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[–>Todavía adolescente tuvo un par de grupos a los que bautizó Calígula y Orfeo. «Me gustaban siempre los nombres un poco teatrales y cinematográficos», cuenta. El de la Orquesta Mondragón surgió un poco como homenaje «a los locos del psiquiátrico» que hay en esa localidad vasca. «Yo quería cantar, quería jugar, quería parodiar. No quería ser un botones del banco. ‘¡Venga, Gurruchaga, un bocadillo de chorizo. Lleva estos sobres…!’ Me trataban mal, a mí y a otros compañeros. Así que apreté mucho hasta poder pedir una excedencia. Me tiré dos años viendo cómo iba lo de la Orquesta Mondragón. Cuando ví que no parábamos de actuar y que nos seguían llamando mucho, pedí la excedencia». De paso, también dejó la carrera de Geografía e Historia que había empezado a estudiar.
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Gurruchaga, ‘showman’ 24/7. / Alba Vigaray
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En 1978 dieron su primer concierto en Madrid, en el Teatro de la Comedia. Fue a verles un productor, les propusieron grabar su primer disco y lo hicieron al año siguiente. Gurruchaga se instaló en la capital. Lleva casi desde entonces viviendo en la misma casa de la calle Libertad, aunque durante un par de años tuvo que vivir en otra porque la suya se caía a pedazos y tuvieron que arreglarla. Esa vivienda transitoria estaba en el 1 de la Plaza de la Villa, justo enfrente de lo que era entonces la sede principal del ayuntamiento de Madrid. «Yo, que nunca tuve lo que se dice una habitación con vistas, ahí pude ver a Gorbachov, a la reina Isabel, a un montón de personalidades desde el balcón del segundo piso». Cuando volvió a su casa de Chueca le pasó esa, a través de una amiga común, a Javier Marías. Luego ese piso se haría célebre, con sus grandes balcones a la plaza iluminados toda la noche dejando ver las librerías repletas del escritor. Era el refugio donde escribía sus libros, se comunicaba con el mundo solamente por fax y se indignaba por las manifestaciones que llenaban de ruido periódicamente su plaza.
[–>[–>[–>Un grupo único
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La Orquesta Mondragón destacaba como un grupo muy original, con una mezcla muy eficaz de música, teatro y cabaret en la que había mucha referencia al cine y mucha cultura pop. Escritores como Eduardo Haro Ibars o Luis Alberto de Cuenca escribían muchas de sus letras, y Joaquín Sabina les hizo algunas canciones. Lo más parecido que había en España eran los Cucharada de Manolo Tena, pero no duraron. «Manolo me contó: ‘os vi un día y al siguiente ya nos habíamos disuelto. No podemos seguir si existís’. Sí que éramos bastante particulares», dice el cantante divertido. Eran tiempos de un Madrid que Gurruchaga recuerda como una ciudad «muy hospitalaria, muy abierta, que tenía un alcalde maravilloso: Enrique Tierno Galván«. Un Madrid donde había «una vida de día y otra de noche. Había más sitios, más comunicación: clubes de jazz, sitios para alternar, para charlar, para conocerse. Más cines, sesiones de madrugada… La gente salía más, la gente ligaba más. Ahora todo eso ha desaparecido y es decepcionante«, dice de la ciudad donde vive, pero también de Londres, ciudad amada de la que acaba de volver espantado. En la capital eran, además, los tiempos de la Movida, de la que ahora hay una iniciativa para crear un museo que la recuerde. «Lo de la Movida es más una etiqueta periodística que otra cosa. Coincidimos en el tiempo y está muy bien que se celebren los 80. Pero Movida como tal… No era la Factory de Andy Warhol, por más que quieran», dice escéptico.
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El actor y cantante Javier Gurruchaga, el día de la entrevista en Madrid. / Alba Vigaray
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Lo que sí pasaba entonces, en opinión del artista, es que en un país en pleno cambio después de la dictadura había más libertad de la que percibe ahora. «No había censura, y ahora estamos volviendo un poco atrás«, asegura. Él jugó durante mucho tiempo con los límites. En el programa de televisión que presentaba en TVE, Viaje con nosotros, hubo sketches muy polémicos, como uno de Albert Boadella en el que se mezclaban el Barça, la Virgen de Montserrat, Jordi Pujol y fajos de billetes. Provocó muchas llamadas a la cadena y al presentador, pero se emitió sin problema en la televisión pública dirigida por Pilar Miró. «Los temas que tocan cuestiones sociopolíticas son más difíciles de encajar ahora. Aunque luego, por otro lado, vemos un espectáculo dantesco en el Parlamento, donde se insultan como no se han insultado nunca», dice Gurruchaga. «¿Soy más libre ahora que en el 79? Pues no. En el 79, haciendo esas canciones, esas letras, esas historias, yo creo que éramos más libres a la hora de trabajar que ahora. Ahora te lo piensas todo dos veces, tres veces. Y si no, no trabajas», sentencia.
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Él, que durante mucho tiempo expresó sus simpatías socialistas, se dice desengañado de la política. «Siempre he tenido unas ideas más bien progresistas, pero me he cansado», admite. En realidad, el desengaño va más allá, «porque la vida misma es una gran mentira, una gran impostación«. Lo pasó especialmente mal en la pandemia: casi tres años parados, sin poder actuar. No tenían ganas ni de componer canciones. «Luego las grabas y no vendes discos», añade resignado. Que la Orquesta Mondragón lleve ya un tiempo girando de nuevo y que el año que viene lo vaya a hacer todavía con más fuerza es una gran noticia. Del mundo del cine y las series, otra faceta que practicó intensamente en otra época, como actor (tiene dos nominaciones al Goya a mejor secundario por El Rey pasmado y Tirano Banderas), le llaman menos últimamente. «Solo algunos papeles pequeñitos. Hace poco estuve trabajando con Nacho Vigalondo, una persona encantadora, que me ha llamado para participar en dos películas para televisión: en Historias para no dormir y en la serie Superestar«. Es consciente de que «el cine es así: sube y baja». El cineasta Max Lemcke está preparando un documental sobre su figura y la historia de la Orquesta Mondragón que también debería estrenarse el año que viene. Con Lemcke se presenta en la entrevista. Quiere que tome nota de todo lo que cuenta. No puede dejar al azar nada en una película de la que será, por fin, protagonista.
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