José Antonio Kast, un defensor de la tradición y el orden para un Chile que cambia de rumbo
Nacido en Santiago el 18 de enero de 1966, José Antonio Kast, 59 años, Es el menor de diez hermanos de una familia de origen alemán establecida en las zonas rurales de Paine y Buin, al sur de Santiago, la capital. Creció en un ambiente muy católico, tradicional, con disciplina y espíritu emprendedor familiar. Su biografía política está atravesada por la figura de su hermano Miguel Kast, un economista vinculado a los «Chicago Boys», el grupo de tecnócratas liberales que consolidaron el modelo económico de la dictadura y, además, fue ministro en el régimen de Augusto Pinochet. Esta herencia familiar sumergió tempranamente al clan Kast en el universo intelectual y político de la derecha tradicional chilena.
Formado en el Colegio Alemán y luego en Derecho en la Pontificia Universidad Católica de Chile, Kast se vinculó en los años ochenta al Movimiento Sindical y a la obra de Jaime Guzmán, ideólogo de la Constitución de 1980. Esta socialización universitaria le situó en la intersección entre el catolicismo militante, la defensa del modelo económico liberal heredado de la dictadura y una cierta desconfianza hacia las fórmulas de consenso que marcaron la transición democrática.
De la UDI al Partido Republicano
Su carrera institucional comenzó en la política local como concejal de Buin entre 1996 y 2000, ya militante de la Unión Demócrata Independiente (UDI), el partido que encarnó la continuidad política del pinochetismo. En 2002 dio el salto a la Cámara de Diputados por un distrito del sur de Santiago y revalidó su curul por cuatro mandatos consecutivos.16 años en total, construyendo una base electoral en sectores conservadores de clase media y popular con un discurso centrado en el orden, la familia y la autoridad.
En la UDI se convirtió en jefe de la bancada y miembro de la directiva, pero sus intentos de desafiar el liderazgo interno fracasaron en 2008 y 2010. Kast consolidó la percepción de que representaba una línea más dura que la de una derecha que, en su opinión, se había vuelto excesivamente pragmática. Esta ruptura estratégica le llevó a dimitir del partido en mayo de 2016. en medio de una crisis de legitimidad del sistema político tradicional.
Fuera de la UDI inició la construcción de su propio proyecto. Primero con Acción Republicana en 2018, y luego con el Partido Republicano, registrado en 2020 y concebido como refugio para votantes descontentos con la derecha convencional. El nuevo partido se definía por una ideología de conservadurismo moral, defensa de la economía de mercado con un Estado mínimo y reivindicación explícita de la labor económica del régimen militar.
En el plano electoral, Kast perseveró con tres candidaturas presidenciales. En 2017, como independiente, obtuvo el 7,93% de los votos, suficiente para consolidar su marca. En 2021 llegó a segunda vuelta frente a Gabriel Boric y alcanzó el 44,13% en la segunda vuelta, consolidándose como líder de la oposición más extrema. En 2025 volvió a pasar a la segunda vuelta, quedando segunda en la primera con un 23,9% frente al 26,8% de Jeannette Jara, representante del Partido Comunista y «heredera» de la gestión del actual presidente Boric. Su victoria, este 14 de diciembre, culmina ese itinerario como el de un político persistente, capaz de capitalizar el descontento social desde un discurso de derecha radical.
Una derecha alineada con el giro global
Los analistas describen a Kast como un líder conservador y nacionalista, que combina la tradición sindical chilena con rasgos de la derecha radical global.
Comparte afinidades con figuras como Donald Trump en Estados Unidos, Javier Milei en Argentina o Nayib Bukele en El Salvador, especialmente en la centralidad de la seguridad, el rechazo a la inmigración irregular y la desconfianza en el multilateralismo, aunque con un estilo más sobrio.
Su programa se articula en torno al refuerzo del orden público y el combate frontal contra el narcotráfico, el control drástico de la inmigración, con expulsiones aceleradas y medidas disuasorias, y la defensa del Estado subsidiario, con poca apertura a reformas sociales estructurales. A nivel valorativo destaca su rechazo al aborto, la ampliación de los derechos LGTBI y lo que él llama «ideología de género» lo sitúa en confrontación directa con los cambios culturales de las últimas décadas.
El ascenso de Kast no se explica sin el estallido social de 2019, el fallido proceso constituyente, la frustración con el gobierno de Gabriel Boric y el hartazgo de la sociedad ante el progresismo y su imposición moral y de valores, movimiento que no ha hecho más que agravar la crisis de inseguridad y la crisis migratoria en el país.
Para una parte importante de la sociedad chilena, Kast ofreció una narrativa simple: restaurar el orden, limitar la inmigración y devolver la centralidad a la familia tradicional. Su llegada a La Moneda abre una nueva etapa para Chile, alineado con la ola de derecha radical en América Latina, pero condicionado por un Congreso fragmentado y por la memoria aún viva de la dictadura. Para España y la Unión Europea, su gobierno plantea el reto de gestionar la relación con un socio estratégico que avanza hacia una derecha nacional conservadora, manteniendo al mismo tiempo un programa económico liberal atractivo para la inversión, en un contexto social potencialmente polarizado.
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