Dos madres y un destino
Siempre me interesó el signo de Géminis, la dualidad, el dilema. Los de este signo en una sola pieza somos mucho más que dos. Walt Whitman, también Géminis, dijo, cuando lo acusaron de contradecirse, que contiene multitudes: «I am large, I contain multitudes». Escribe Marcos (5-9) que cuando el endemoniado de Gerasa desembarcó en la orilla del mar y fue hacia Jesús, este le preguntó: «Quod tibi nomen est?», ¿Cuál es tu nombre?, aquel, otro Géminis, respondió: «Legio mihi nomen est, quia multi sumus», Legión es mi nombre, porque somos muchos.
[–>[–>[–>El martes subí al Aramo, nombre del dios astur de la Encrucijada, para contemplar la lluvia de las Geminidas, cometas de la constelación Géminis que, al contrario de la Estrella de Oriente, se fugan al Occidente. Disfruté además de Orión, una de las nebulosas más bellas. Orión, según la mitología, era un cazador que se vanagloriaba de matar a cualquier criatura, y Gea, la Madre Tierra, asustada, ordenó a Escorpión liquidarlo. Pues en esa gélida madrugada del miércoles, cuando en el cielo apareció Escorpión por Tremañes, vi escapar a Orión por el Cuitu Negro. ¡Qué películas ofrece el firmamento por Navidad!
[–> [–>[–>Pues, en hablando de dualidades y estrellas que nacen y mueren, traigo esta historia de amor:
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Dos vecinas de Oviedo se disputaban una criatura; ambas parieron el mismo día en Maternidad, cuando estaba en Buenavista, pero un bebé nació muerto y las dos madres aseguraban serlo del vivo; pleitearon en Nochebuena y un traumatólogo del antiguo Hospital, que hizo de juez de paz y había leído por encima aquel episodio bíblico de Salomón (1 Reyes 3, 16-28), llamó a un celador:
[–>[–>[–>«Pásame el serrucho; voy a partir en dos al niño para darle a cada madre una mitad».
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El celador, mientras ellas permanecían calladas, exclamó:
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[–>«¡Doctor, esto es un disparate!; ¡jamás consentiré que se haga daño al recién nacido!».
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Entonces, el traumatólogo dictaminó:
[–>[–>[–>«He aquí a la verdadera madre del infante».
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Y entregó la criatura al celador.
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