La agricultura encuentra una segunda rentabilidad en las renovables (y viceversa)
Cultivar lechugas, tomates o setas bajo la sombra de unos paneles solares es ya una realidad. Se conoce como agrivoltaica y no es otra cosa que utilizar un terreno para producir energía y alimentos al mismo tiempo. Su desarrollo todavía es muy incipiente en España y en la mayoría de los casos se trata de proyectos de investigación o vinculados a alguna línea de ayudas, pero la promesa de una mayor rentabilidad para los agricultores y un menor gasto de energía hacen de ella una opción de futuro que suma cada vez más adeptos.
[–>[–>[–>“Dar al mundo rural esta oportunidad de participar en un sector como el energético tiene muchas externalidades positivas que van desde la posibilidad de obtener rentas complementarias hasta la fijación de población, por no hablar de los beneficios que las instalaciones fotovoltaicas reportan a los cultivos al evitar golpes de calor, ayudar a lucha contra la sequía o disminuir sus necesidades hídricas”, explica Francisco Pérez Abiétar, miembro de la Junta Directiva de la Asociación Nacional de Productores de Energía Fotovoltaica (Anpier) y administrador de Grupo Tornasol, que presume de acumular 18 años “convencido” del doble uso de la tierra.
[–> [–>[–>El tipo de proyectos varía desde la instalación de paneles elevados unos cinco metros por encima de los cultivos para permitir el acceso a la maquinaria agrícola hasta invernaderos solares o módulos fotovoltaicos instalados entre las hileras de cultivo; mientras que los alimentos que se siembran van desde clásicos como el cereal o el olivo hasta tropicales, como el aguacate o la pitahaya, pero también otros como las setas de cardo o la trufa.
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En España su desarrollo es todavía emergente. Y su principal barrera es la falta de una definición clara, así como la ausencia de un marco normativo que le de forma. “Actualmente todo cabe. Un parque enorme conectado a la red en el que metan ovejas se puede llamar agrivoltaica. Hay que establecer unas características mínimas porque hoy en día se puede llamar agrivoltaica sin que participe un agricultor”, explica Pérez Abiétar.
[–>[–>[–>De hecho, hay quien, como Pérez Abiétar, define la agrivoltaica como un suelo agrícola en el que se instalan paneles solares y quien, como el encargado de proyectos agrivoltaicos de Solaria, Álvaro Martínez Serrada, lo considera al revés, como «el uso de suelos excedentes de plantas fotovoltaicas en los que se mide su compatibilidad para cultivos concretos». «Cualquier cultivo tiende a ser rentable, pero en cada sitio hay que aplicar el que mejor se adapta», añade.
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Ayudas públicas
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Tanto el Grupo Tornasol como Solaria son dos de las empresas que han recibido ayudas del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico para desarrollar sus proyectos, una instalación de vid en Albacete y otra de setas de cardo en Soria. El departamento que dirige Sara Aagesen ha repartido un total de 77,1 millones de euros de fondos europeos a través del Instituto para la Diversificación y el Ahorro de Energía (IDAE) para proyectos que deben desarrollarse antes del 31 de diciembre de 2028. Y acaba de lanzar una nueva convocatoria, dotada con 202,5 millones de euros, a la que se pueden enviar solicitudes desde el 14 de enero al 19 de febrero.
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[–>Otro de los beneficiarios de estas ayudas es Coosur, la mayor envasadora de aceite de oliva de España colocará paneles solares para autoconsumo sobre un olivar en Vilches (Jaén), donde se ubica una de sus siete plantas industriales. Se trata de un olivar tradicional, con pendiente y olivos de distintos tamaños que, además, no están perfectamente alineados sobre los que hay que montar módulos fotovoltaicos. Según explica su responsable de sostenibilidad, Nicolás Tejada, este tipo de instalaciones tienen unos costes muy superiores (entre un 40% y un 50% más caros, según algunas fuentes) a los de un proyecto fotovoltaico al uso, por lo que requieren incentivos para fomentar su despliegue.
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“El coste es muy superior a una planta convencional y solo es rentable gracias a la ayuda del IDAE”, aseguraTejada. Además, al tratarse de proyectos experimentales, dentro de las bases de la convocatoria del IDAE se incluye la monitorización de las producciones (tanto de la aceituna, en este caso, como de la energía fotovoltaica) para generar conocimiento basado en datos sobre la coexistencia de ambas actividades. “Hay quien piensa que puede mejorar la productividad agrícola porque la sombra de los paneles quita calor a los olivos y las necesidades de riego son más bajas”, advierte.
[–>[–>[–>Impacto rural
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La agrivoltaica puede suponer una oportunidad como fuente simultánea de alimentos y energía a la vez que impulsa la economía de las zonas rurales. Según cálculos del Ministerio para la Transición Ecológica, en España hay 23,7 millones de hectáreas disponibles para agricultura y ganadería. Y solo harían falta el 0,5% de esta superficie para cumplir con la meta de 57 gigavatios solares en 2030 que marca el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, si se tiene en cuenta que cada dos hectáreas se puede instalar un megavatio (MW) de energía fotovoltaica.
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Según un informe elaborado por la Universidad de Córdoba, la agrivoltaica contribuye a “paliar el conflicto por el uso del terreno, ya que permite producir energía renovable sin poner en riesgo el suministro de alimentos, ni los entornos paisajísticos y las economías de las zonas rurales”.
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Falta de red
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Además, el uso dual del suelo puede ayudar a rebajar la crisis de rentabilidad del sector agrícola (los precios en origen no cubren los costes de producción) al mejorar “el rendimiento, la productividad y la eficiencia del terreno y aumentar y diversificar los ingresos, a la vez que reduce su dependencia respecto a las condiciones climatológicas”. Y contribuir a la generación descentralizada de energía y al aumento de la contribución de las renovables en el mix energético, añade el citado informe.
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Pero su desarrollo está condicionado por la falta de capacidad en la red eléctrica, que impide conectar nueva demanda. «Si solo pensamos en la agrivoltaica como autoconsumo estamos limitando muchísimo la actividad. Es importante que el agricultor pueda verter energía a la red y cobrar por ello para pagar su instalación y tener una renta adicional», afirma Francisco Pérez Abiétar.
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El reconocimiento de la PAC
Un primer paso en el desarrollo normativo de la agrivoltaica ha sido el reconocimiento de la PAC (Política Agraria Común) de la posibilidad de este uso compartido del terreno (siempre que la agricultura sea la actividad principal del terreno). Hasta ahora, instalar paneles solares en terrenos agrícolas suponía su descalificación automática para este tipo de subvenciones. “Este año ha sido el primer año que se permite que esa superficie de tierra sea elegible a efectos de la PAC. Es un paso muy importante porque muchas actividades agrícolas dependen de esas ayudas”, asegura Francisco Pérez Abiétar.
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