DIPLOMACIA FEMENINA | Rebeca Grynspan, candidata a secretaria general de la ONU: «Naciones Unidas no es un club de amigos, sino un espacio de diálogo para adversarios»
Destacada economista y política costarricense que sirvió como vicepresidenta de su país de 1998 a 2002, Rebeca Grynspan (San José, 70 años) desempeña desde 2021 el cargo de secretaria general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Pero, además, este año también ha sumado otro desafío: presentarse como candidata al puesto de secretaria general de la ONU. De paso por Roma, en medio de su enérgica campaña electoral para competir por el cargo, EL PERIÓDICO ha hablado con ella sobre qué considera que debería cambiar dentro de la institución.
[–>[–>[–>Ninguna mujer secretaria general en 80 años. ¿La ONU es un club de hombres?
[–> [–>[–>Sí, definitivamente hoy en día, que las mujeres somos más del 50 % en las universidades, que hemos tenido acceso a la educación y a la capacidad de demostrar nuestro aporte a la sociedad, pues que nunca haya habido una mujer en Naciones Unidas como secretaria general llama la atención. Probablemente, no sea exactamente por la ley de probabilidades que esto haya pasado (ser ríe). Pero también quisiera decir que conozco el currículum y la trayectoria de la mayoría de las mujeres que se están proponiendo o que han sido mencionadas para ser secretaria general de Naciones Unidas y le puedo asegurar que ninguna de nosotras, incluyéndome a mí, necesita ningún trato preferencial. Lo que nosotros necesitamos es equidad. Lo que necesitamos es que no se nos discrimine, que por ser mujeres no tengamos menos posibilidades que un hombre, por lo tanto, que cuente la experiencia, los méritos y la capacidad que tenemos para el puesto.
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¿Qué aportaría tener finalmente una secretaria mujer?
[–>[–>[–>Creo que, en la medida en que las instituciones reflejen mejor lo que la sociedad es realmente, las sociedades estaremos también mejor representadas. El 50 % de la población mundial son mujeres y, por lo tanto, esta situación ha dejado sin representación a la mitad de la población mundial. Además, en general, cuando las instituciones y la gobernanza reflejan a la sociedad, pueden gobernar mejor y pueden encontrar mejores soluciones a los problemas que tienen y no solo que un grupo represente.
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La ONU se encuentra en un momento muy delicado. ¿Qué reformas cree que realmente sí la ONU tiene que hacer?
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[–>Sí, yo creo que tenemos que tener conciencia de que la gente está esperando más de las Naciones Unidas, de que hay una cierta fragilidad en este momento para las instituciones multilaterales y de que hay que cambiar porque el mundo ha cambiado. Por eso, creo que la ONU tiene que abrazar la reforma, no defenderse de la reforma. Ser multilateralista hoy es hoy ser reformistas. Doy un dato: en 1945, 51 países formaban Naciones Unidas y decidieron las reglas de la institución. Hoy en día somos 193 en la Asamblea General, lo que significa que hay 142 países que no estaban en 1945, algunos que no eran siquiera países independientes. Por eso, algo tiene que cambiar en nuestra gobernanza, y también en el Consejo de Seguridad, donde no están representados ni África ni Latinoamérica como miembros permanentes.
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¿Qué más?
[–>[–>[–>También creo que Naciones Unidas tiene que hacer muchos más partenariados, tiene que asociarse con las capacidades que hoy existen y que antes solo estaban en Naciones Unidas. Tenemos que cambiar nuestra cultura institucional. En 1945 éramos los únicos que hacíamos las cosas que necesitaba el mundo; hoy no, hay muchas instituciones regionales. Tenemos que valorar lo que hoy en día el mundo ofrece en el sector privado y la sociedad civil. Tenemos que asociarnos a redes para que Naciones Unidas se dedique a aquello en lo que tiene una capacidad única de convocatoria y de legitimidad.
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Estamos en un momento difícil también para el derecho internacional humanitario. La propia ONU ha sufrido y sufre ataques directos, también a sus estructuras, a sus misiones. ¿Qué hacer para que los países vuelvan a respetarla?
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Bueno, lo que tienen que hacer es respetar la ley internacional.
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Cuando hablo de países, incluyo, por supuesto, a Israel, que es una potencia.
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Por supuesto. Yo creo que no es respetar Naciones Unidas, es respetar la ley internacional que hemos adoptado todos. Y yo creo que ese es un punto fundamental. Un mundo sin ley es un mundo en camino a la barbarie. Y, por lo tanto, tenemos que ser defensores de la ley internacional y, por supuesto, de la ley humanitaria. Son centros básicos de nuestra humanidad, de nuestra capacidad de convivir aun en los momentos más difíciles. Esa será, sin duda, una de las tareas que me impondré: que el respeto a la ley internacional no esté en discusión.
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¿Puede existir la ONU sin EEUU?
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Yo creo que no sería conveniente. Tal vez pueda, pero obviamente Naciones Unidas precisamente tiene la legitimidad de incluir a todos. Naciones Unidas no es un club de amigos. Es un club donde nos encontramos los diversos, precisamente para evitar una guerra mundial como las que sufrimos en el pasado, para poder encontrar los consensos que nos llevan a un mundo mejor. Un mundo mejor no va a funcionar solo con un grupo pequeño de países que creen lo mismo o están en lo mismo. La ONU es un espacio de diálogo de los contrarios, de los adversarios, de los que no piensan igual y también de los que piensan igual, pero la universalidad de Naciones Unidas tiene que ser un principio.
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Usted es secretaria general de UNCTAD, un organismo que se dedica al comercio. ¿Cuán grave es la crisis del multilateralismo para este sector?
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Sí, estamos en un momento muy delicado en la principal organización multilateral para el comercio, que es la Organización Mundial del Comercio. Sin embargo, todavía el 72% del comercio sucede dentro de las normas de la OMC. ¿Por qué? Porque los acuerdos comerciales regionales, bilaterales o de grupos donde hay una multilateralidad o polilateralidad son parte de la estructura de comercio internacional; es un elemento de resiliencia […] Son un grupo de reglas acordadas que dan previsibilidad al comercio, y ahí vuelve nuevamente el tema de las reformas. Por un lado, los países en desarrollo esperan que haya reformas que hagan que el comercio sea más accesible para los países más vulnerables y menos desarrollados; Por otro lado, los países esperan que acordemos reformas que permitan a la organización seguir siendo el ámbito legislativo del comercio internacional y evitar guerras comerciales o unilateralismo en el comercio, que provocan mucha más volatilidad e incertidumbre en el sistema comercial.
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¿No es utópico en un contexto como el actual?
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Bueno, una de las razones por las que vemos una resiliencia de la economía global y del comercio internacional es porque el peor escenario no se ha dado. En realidad todavía no estamos en una guerra abierta tarifaria, ¿y por qué? Porque hay negociaciones y la principal negociación es efectivamente entre Estados Unidos y China; esa negociación sigue adelante. Mientras haya negociación, el mundo estará más protegido que si hubiera una guerra abierta sin negociación. El problema es para los países en desarrollo es que, al no ser grandes actores en la economía, han quedado rezagados. Esto nos preocupa enormemente, porque han quedado en una situación de desventaja frente a los países más ricos.
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Usted negoció el llamado acuerdo del grano que sentó en la mesa a Ucrania y Rusia cuando la invasión a gran escala ya había empezado.
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Aprendí mucho y he reflexionado mucho sobre ese acuerdo. En primer lugar, el acuerdo demostró que aun en la guerra podemos llegar a pactos que beneficien al mundo y a las personas. Fue un acuerdo de paz global, pero además que logró darle una solución a un problema que podría haber puesto al mundo en un momento de inseguridad alimentaria nunca visto. Logró bajar los precios internacionales de la comida un 23% durante el año en el que funcionó. Entonces el acuerdo, en realidad, era un acuerdo preventivo para evitar una crisis humanitaria. ¿A través de qué? La restauración del comercio en el Mar Negro. Ese era el objetivo y yo creo que nos enseñó que la prevención realmente se convierte en un instrumento fundamental de la agenda de paz y seguridad, y que la ONU tiene que estar en la mesa de las principales negociaciones del mundo, cuando los problemas están ahí, pero la prevención y mediación son fundamentales. […] De hecho, incluso cuando Rusia se retiró un año después, el comercio se mantuvo estable y tanto Rusia como Ucrania continuaron comerciando a través del Mar Negro.
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¿Cuántas veces se reunió con los negociadores rusos? ¿A nivel diplomático qué desafío supuso?
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Sí, primero quiero decir que la diplomacia silenciosa, la que no está todos los días en las noticias y en los titulares, es muy importante. En este caso yo tengo que decir que todas las partes fueron respetuosas y profesionales en nuestro intercambio durante todo ese proceso. Lo otro que debo decir, y me alegra su pregunta, es que aquí había un grupo muy pequeño que trabajaba para mí y yo respondía al secretario general [de la ONU, Antonio Guterres] directamente. Y creo que esto también es un aprendizaje importante. En estas ocasiones necesitas flexibilidad, necesitas poder formar un equipo y [tener] condiciones específicas para el objetivo que se persigue. Las Naciones Unidas tienen que aprender que tienen que ser más ágiles, tienen que ser más flexibles, tienen que ser más…
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¿Rápida?
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Exactamente. Gracias. Sí, más rápida.
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Aún así las mujeres parecen estar perdiendo ciertos espacios.
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Sí, es contradictorio, ¿no? Porque, por un lado, yo diría que las mujeres ya no somos una excepción en la diplomacia. Hay muchas más mujeres en la diplomacia hoy que antes. Al mismo tiempo, todavía no estamos en paridad. Por tanto, las dos cosas son ciertas al mismo tiempo. En Naciones Unidas yo le diría que en los puestos de USG (Subsecretario/a General) tenemos paridad en este momento. Pero es cierto que en las negociaciones de paz y seguridad las mujeres siguen estando ausentes, a pesar de la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad que habla de la necesidad de que las mujeres estén representadas en las mesas de negociación, porque además son víctimas claras de los procesos de violencia y de guerra internacional.
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Las guerras las deciden ellos.
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Yo esperaría que hubiera menos guerras si estuviéramos más representadas, ¿no?
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¿Podría ser así?
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Podría. Pero tengo que decir esto también: las mujeres organizadamente hemos logrado cambiar muchas cosas en el mundo, así que tenemos que creer que la realidad se puede cambiar. Tenemos que movilizarnos, no dejarnos llevar por el derrotismo.
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