REVOLUCIÓN DE ASTURIAS | Aníbal Roces Zapico, un guardia civil socialista en la Revolución de Asturias
Es conocido que uno de los protagonistas más destacados en la insurrección de octubre de 1934 fue el teniente de la Guardia Civil Gabriel Torrens Llompart, responsable del cuartel de Ujo, quien se unió a los insurrectos obteniendo su confianza hasta el punto de que el día 18 llevó hasta Oviedo al líder obrero Belarmino Tomás para negociar la rendición de los mineros con el general López Ochoa. Torrens fue condenado a dos penas de muerte, que luego se conmutaron y falleció a una edad avanzada manteniendo su ideología comunista.
[–>[–>[–>Hoy les traigo el caso de otro guardia, en este caso socialista, que también fue condenado a muerte por posicionarse en aquellas jornadas del lado de los trabajadores, amnistiado en 1936 y fusilado en Gijón el 11 de mayo de 1938: Aníbal Roces Zapico.
[–> [–>[–>Nuestro hombre había nacido en Pola de Laviana en 1901; sabemos por su partida de defunción que sus padres se llamaban Francisco y Asunción y en la última carta dedicada a su esposa el día anterior a su ejecución dejó escritos los datos que nos permiten seguir su biografía política: «En 1912 fui afiliado a la Juventud Socialista de Sotrondio; en la huelga de 1917 tomé parte. Cuando el movimiento de diciembre, que surtió efectos en Jaca, siendo guardia civil en Murias-Mieres estaba complicado. Cuando el movimiento de octubre de 1934 tomé el mando en Aller. En defensa de la República cuando el movimiento fascista de 1936 fui teniente de Intendencia Militar y jefe administrativo de la 190 Brigada en La Peral. Fui condenado a muerte en octubre y ahora el 1 de marzo del año 1938 del primero fui indultado».
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Tanto su participación en la huelga revolucionaria de 1917, como su implicación en los movimientos previos a la proclamación de la segunda República son capítulos que merecen nuestro interés, porque lo relacionado con el papel que jugaron en el primer tercio del siglo XX los guardias civiles de izquierdas está muy poco estudiado, pero hoy solo tenemos tiempo para detenernos en el papel que desempeñó Aníbal Roces durante la revolución minera, tras sumarse a los insurrectos cuando estos asaltaron el puesto de Boo en que estaba destinado.
[–>[–>[–>Manifestaciones
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Para ello debemos basarnos en las manifestaciones que se hicieron tanto a su favor como en contra durante el consejo de guerra que juzgó su actuación el 28 de enero de 1935. En su turno el fiscal expuso que el día 6 de octubre, cuando los revolucionarios se presentaron ante el puesto de Boo, el guardia Aníbal se abalanzó hacia ellos tremolando en la mano un trapo rojo que había arrancado previamente de un cabezal de cuartel y abrazándolos y que después había actuado como jefe de los mismos en distintas partes, especialmente en Riofrío. También añadió que en aquel momento llevaba encima nueve mil pesetas que eran las que le habían correspondido en «el reparto hecho entre los jefes».
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En la prueba testifical algunos guardias civiles desfilaron por el estrado asegurando que aunque al principio el procesado había estado un poco remiso, después se sumó a los demás, pero que era verdad que cuando vio llegar a los revolucionarios se dirigió hacia ellos dando vivas a la revolución con un trapo rojo en la mano y que días después le vieron pasar por delante del lugar en el que estaban prisioneros entre un grupo de revolucionarios y luciendo un brazalete rojo. Al mismo tiempo, como prueba de la autoridad que había tenido entre los insurrectos, se presentó un pase expedido a nombre de un ciudadano firmado por Aníbal como jefe del grupo revolucionario.
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[–>En su turno la defensa adujo el mal estado mental del procesado e hizo comparecer a un capitán médico para corroborar que en el mes de julio Aníbal había estado ingresado en el Hospital Militar de Oviedo con neurosis, obsesiones, fobia y terrores nocturnos, síntomas que podían haber alterado su voluntad; sin embargo, otro comandante médico presentado por la fiscalía lo negó afirmando que, en cualquier caso, la neurosis podía ayudar a omitir las acciones pero no a aumentarlas.
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En consecuencia el fiscal pidió en sus conclusiones la pena de muerte, indemnización civil y que devolviese las nueve mil pesetas que permanecían en su poder. Por su parte, para el defensor, Aníbal había obrado con sus facultades disminuidas y defendió el cuartel con los otros guardias hasta que los rebeldes lo detuvieron y se lo llevaron. Finalmente, se permitió al procesado hacer una alegación y este hizo un resumen de su vida y de su actuación en la Guardia Civil, hablando atropelladamente y sin coordinar sus ideas afirmando que lo perseguían por envidia porque estaba propuesto para la Gran Cruz de Beneficencia, que los revolucionarios lo habían hecho prisionero y que su comportamiento no atendió más que a la intención de salvar la vida.
[–>[–>[–>Destacamentos
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Lo cierto es que en octubre de 1934 la Guardia Civil tenía en el Concejo de Aller cuatro destacamentos mandados por un teniente jefe de Línea, Julián Crespo Girón; dos sargentos y 30 números repartidos entre Moreda, con 10 hombres, Cabañaquinta con 9, Boo con 5 y Caborana con 9. Aunque se dispuso la concentración de todos en este último punto, los mineros lo impidieron y tras varios enfrentamientos acabaron rindiendo los cuarteles. El grupo que se dirigió hasta Boo iba dirigido por el mismo teniente Torrens y Aníbal Roces fue sentenciado a muerte por haberse sumado a él.
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En este tiempo, el condenado recorrió varias cárceles. En un reciente artículo publicado en «Nortes» por Ramón García Piñeiro para reivindicar la memoria del carcelero Antonio Maya, quien protegió a presos de ambos bandos tanto tras la revolución de 1934 como durante la guerra, el historiador afirma que este hombre intercedió en la prisión de Cangas de Onís por Aníbal Roces cuando unos guardias civiles pretendían ensañarse con él porque sabían que había confraternizado con los mineros durante el sangriento asalto al cuartel de Sama de Langreo y que cuando se le trasladó a Moreda, Antonio Maya le convenció para que no se enfrentase a su escolta «porque no estaba dispuesto a soportar más culatazos» garantizándole que no sería objeto de malos tratos durante la conducción. También consta su paso por el Fuerte San Cristóbal, a diez kilómetros de Pamplona donde estuvieron numerosos asturianos presos tras la revolución.
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Conmutación de la pena
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El 30 de marzo de 1935 la Gaceta de Madrid publicó la conmutación de su pena de muerte: «Articulo único: Se concede al guardia civil Aníbal Roces Zapico el indulto de la pena de muerte que, por el delito de rebelión militar, le ha sido impuesta por sentencia dictada en Consejo de Guerra ordinario, celebrado en la plaza de Oviedo el día 28 de enero último y aprobada por el auditor de Guerra, cuya pena se conmuta por la de treinta años de reclusión mayor con las accesorias legales correspondientes».
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Cuando salió libre con la amnistía de febrero de 1936 asumió la inspección de guardias municipales en el concejo de Aller y más tarde, de conformidad con la circular n.º 203 de la Consejería de Guerra del Consejo Provincial de Asturias y León, fechada el 16 de enero de 1937, la Federación Socialista Asturiana lo nombró teniente en la Jefatura de servicios de Intendencia de la 190 Brigada Mixta. Tras la caída del Frente Norte no huyó, fue detenido y condenado de nuevo a muerte.
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Esta vez ya no pudo burlar a su suerte. Lo fusilaron a las ocho de la mañana del día 11 de mayo de 1938 en una jornada trágica junto a otros 43 presos de la cárcel del Coto de Gijón. En el registro de aquellas ejecuciones figura como natural de Pola de Laviana, vecino de Aller-Cabañaquinta, de 37 años, guardia municipal, casado y con tres hijos. Sin embargo, en la carta a la que ya hemos hecho referencia más arriba, escrita en la celda nº 2 de la 3ª Galería, se dirigió a ellos apuntando seis nombres. En ella también dejó claro su pensamiento:
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«Todas las cartas que he escrito pidiendo que declarasen a mi favor quedan sin efecto, pues solo eran un medio de defensa (…) Que nuestros hijos sepan esto, que soy socialista, que muero fusilado y renegando de la Iglesia, que odien a mis enemigos, que luchen en las filas proletarias y que den su vida por los éxitos sociales».
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