Carmina Benamunt, experta en adolescentes: "No deis migajas en casa. Sé que llegamos cansados pero, al cruzar la puerta, da lo mejor de ti"
La adolescencia generalmente se vive como un viaje confuso. En medio de la tormenta de hormonas, respuestas y cambios, es fundamental encontrar un mapa que te oriente. Y esto es precisamente lo que nos ofrece Carmina Benamunt en su libro ponte en mi lugar.
Madre, mentora y referente en apoyo familiar, Carmina nos invita a cambiar por completo la relación con nuestros hijos. Con menos juicio y más presencia, menos urgencia por corregir y más capacidad para ver en quién pueden convertirse. Su discurso combina una claridad práctica con una sensibilidad inusual en el ámbito adolescente. Y en esta entrevista, nos ofrece algunas respuestas que sanan el alma.
-¿Por qué a las familias les cuesta tanto acercarse a la adolescencia?
Porque se instalan en un lugar de crítica, de juicio, de querer cambiar al otro, de culpar a lo que está fuera. Y esto no nos permite conectar con el corazón, con lo valioso y mucho menos poder ver a mi hijo o a mi hija, adolescente o preadolescente, en el largo plazo. Es decir, nos centramos mucho en el corto plazo, en lo que no se ha hecho, en lo que está mal, en el problema.
Cuando sólo miramos el problema, las familias permanecen en este laberinto y no pueden escapar. Para salir del laberinto, tengo que mirar hacia arriba y fijarme una meta sobre la relación que quiero tener con mi hijo y lo que tiene de valioso. Para mí este sería un punto super importante: dejar de juzgar, criticar o culpar, y empezar a aprender a establecer relaciones que aporten bienestar a todos.
-En tu libro nos invitas a encontrar nuestro adolescente interior. ¿En qué consiste esto?
Mientras estudiaba desarrollo personal, descubrí muchas biografías sobre el niño interior y la importancia de volver a la infancia para sanar las heridas. Pero no encontré la etapa de la adolescencia.
Creo que el adolescente interior es esa parte de nosotros donde se nos ha vinculado con las ganas de salir al mundo, con valentía, con valentía, con coraje, con miedo también. Y al mismo tiempo, creo que muchos padres, cuando se conectan con esa etapa y recuerdan lo que sintieron, lo que les pasó, lo que necesitaban, se volvieron a poner en ese lugar, en ese lugar. Y desde allí, es como una puerta de entrada directa a la experiencia y el proceso de vida de su hijo.
-Desde su punto de vista, ¿qué deben saber los padres sobre la adolescencia para poder afrontarla mejor?
Una de las cosas que hago cuando trabajo con familias es entrar en una parte que también es muy espiritual. La adolescencia es cambio y el cambio es inevitable, pero el crecimiento es una elección. En este punto y en todas las etapas de la vida donde hay una transición, debemos optar por crecer.
El adolescente realiza una transmutación, hace un cambio. Y el padre o la madre también debe dirigirse hacia este lugar. Lo que pasa es que generalmente el padre o la madre quiere mantener los roles, la dinámica de la primera infancia, sin moverse, sin desarrollarse.
Es muy bueno que los padres y madres estemos abiertos al cambio y veamos que nuestro hijo ya no es ese niño. Y entonces habrá menos peleas.
Y como el cambio es inevitable, lo único que puedo hacer es prepararme para este proceso de vida. Esto minimizará el estrés, las discusiones y poder conectarme con este cambio para aceptar en lo que mi hijo o hija se está convirtiendo y en lo que será. Una de las cosas que es muy sanadora y ayuda a los padres es cuando se dan permiso para ver a su hijo o hija en lo que pueden llegar a ser.
-En el libro pones sobre la mesa una palabra clave en la era de la sobreprotección que es “responsabilidad”. ¿Qué papel juega la responsabilidad en la adolescencia?
Yo diría que es el eje central de todo. Porque, inevitablemente, el adolescente pedirá más libertad, más autonomía, más independencia y querrá vivir su proceso de vida a su manera. Un adolescente prefiere cometer errores a su manera que seguir los estándares de mamá y papá.
Durante la primera etapa de la infancia, fuimos criados según un modelo bastante autoritario e inconscientemente incapacitante. Ponerlo a salvo lo soluciona todo. Decir “déjamelo a mí, yo lo haré” sin preocuparte por este proceso de desarrollo. Así, el adolescente crece sin aprender que puede decidir, tomar una decisión, equivocarse, reajustarse y volver a decidir.
Por eso siempre les digo a las familias que la responsabilidad debe recaer en el adolescente. Para ser responsables debemos activar un proceso de pensamiento y pensar bien, pensar productivamente, pensar colaborativamente, pensar que somos un equipo, pensar en el bien común.
-Esto es algo en lo que podemos trabajar desde que son pequeños.
Sí, si esto se hace desde la primera infancia, desde la adolescencia ya está integrado. Pero lo que veo es que normalmente no está integrado y luego llega la adolescencia y le exijo a mi hijo que sea responsable.
-Cuando hablamos de conciliación generalmente pensamos en niños y no en adolescentes. Pero, ¿qué papel juega la presencia de tu padre o de tu madre en tu bienestar?
En total, hay muchas desapariciones en esta etapa porque los vemos mayores en comparación con lo que eran cuando eran niños. Entonces vemos que a nivel físico han crecido, tal vez a nivel de maduración están en un proceso de evolución, pero necesitan presencia para conectarse, para poder hablar. Si soy adolescente necesito poder decir lo que siento, poder hablar con mi papá o mi mamá si me pasa algo en la escuela, necesito estar conectado.
Si durante días, semanas o incluso años, un niño sólo ve a sus padres durante una hora y media durante los deberes y la hora de dormir, y ese breve momento -ya sean diez o veinte minutos- no está marcado por una presencia real, por una escucha atenta y serena, por ese silencio interior que dice: me abandono a lo que le pasa a mi hijo, entonces, como padres, no conoceremos el mundo interior de nuestros hijos.
Necesitamos que sepan que hay una manera de tocar la puerta (o el corazón) de mamá o papá y decir: «Esto me está pasando a mí en la escuela». Porque sólo nos abrimos cuando sabemos que el otro responderá. En caso de duda, no se arriesgue.
Por eso siempre digo: no deis migajas a la casa. Sé que estamos cansados, sé que ha sido un día difícil, que cargamos tensión y estrés. Pero antes de volver a casa, haz algún tipo de transición. Haz ejercicio, medita, respira, sonríe si es posible. Y cuando cruces la puerta, haz lo mejor que puedas, porque, según la ley de causa y efecto, eso es lo que recibirás a cambio.
-¿Qué papel juega nuestro propio bienestar en la relación que tendremos con el adolescente?
Eso es todo, porque a partir del malestar no se puede crear nada nuevo ni bueno. Si, como madre o padre, experimento un difícil estado de tensión en determinadas áreas de mi vida, entonces este malestar saldrá de mí.
La relación más importante que vivimos es la relación familiar, porque siempre volvemos a casa. Puedes tener mucho éxito a nivel profesional, pero si no hay una buena conexión en casa no sientes que realmente te entienden, no hay buena armonía, lo contamina todo. Pido a las familias que demuestren perseverancia y se esfuercen por no contentarse con la infelicidad familiar.
Debemos dar un paso adelante para crear el ambiente familiar que queremos. Sólo hay que tomar la decisión y estar dispuesto a hacer lo necesario.
-Otro tema que cada vez nos preocupa más es el de las pantallas. ¿Cómo ha cambiado la adolescencia con estos nuevos paradigmas? ¿Y cómo podemos abordar el problema de las nuevas tecnologías en la crianza de los hijos?
En el eje central está la presencia. Todo lo que me impide estar presente debe desaparecer; Esto no tiene cabida aquí. ¿Y qué nos impide estar presentes? A veces es una preocupación; otros, una pantalla. Todo lo que nos aleja de la presencia, todo lo que se nos escapa debe ser revisado y ajustado.
¿Cómo lo hacemos? Gracias a la invitación –y responsabilidad- de mamá y papá de tomar el timón. Es decir, poniendo en práctica dos valores fundamentales de los que siempre hablo: firmeza y flexibilidad.
Habrá que ser firmes, dar un paso adelante y tomar decisiones que no siempre resultan cómodas. Porque decirle a un adolescente que vamos a ajustar el uso de las pantallas, que habrá un momento del día en el que todo se apagará, no es fácil. Pero lo principal es que el padre y la madre se responsabilicen y den ese paso adelante, o varios, entendiendo que es su responsabilidad.
A partir de ahí, es hora de adaptarse. Las familias que trabajan conmigo en procesos de mentoría o en una escuela de crecimiento personal saben que es un camino y no un cambio inmediato. Lo que queremos transformar se va perfeccionando, poco a poco. Se trata de tirar lo que no se quiere, como se tira la basura: nadie la guarda en casa. Y si sabemos que algo es perjudicial para nosotros, no podemos ofrecérselo a nuestros hijos.
-¿Un consejo particular para aplicar esta firmeza a los teléfonos?
Dos técnicas. Las pantallas colapsaron después de una hora. O la torre de control, que supone dejar todos los dispositivos en un punto físico y quien se mueve es la persona. No necesitamos llevar nuestros teléfonos móviles a todas partes.
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí