Alemania necesita a alguien que reinvente el modelo; un Milei a la europea
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Wolfgang Münchau (Mülheim, 1961) ha llegado a Madrid desde Barcelona en un AVE sin retrasos. Una experiencia cotidiana para muchos, pero «fantástica» para él. No es para menos: este periodista económico, considerado uno de los más influyentes de Europa, proviene de un país donde la puntualidad ferroviaria se ha convertido en una rareza. «En Alemania, cuando un tren llega puntual, la gente lo tuitea como si fuera algo excepcional», dice sin atisbo de ironía.
Para Münchau, este es solo un reflejo menor de un problema mucho más profundo. Ex corresponsal de The Times en Washington y Bruselas, fundador del Financial Times Deutschland y director del servicio de noticias Eurointelligence, acaba de publicar Kaput. El fin del milagro alemán (Plataforma Editorial,2025). Un ensayo en el que disecciona las razones por las que el gigante germano ha pasado de ser un modelo de éxito a un país tecnológicamente rezagado, donde el fax sigue siendo una herramienta habitual en hospitales y comisarías, y cuya excesiva dependencia de Rusia y China lo ha dejado expuesto a turbulencias geopolíticas.
«Alemania es un superpetrolero: funciona bien, es eficiente; pero si quieres girar rápido, no puedes», sostiene Münchau, quien, a pesar de estar acatarrado —»bajo de energía», se disculpa—, analiza con pasión y precisión la realidad de un país que este domingo celebra unas elecciones cruciales para su futuro tras el colapso del Gobierno de coalición de Olaf Scholz.
La economía está estancada. La industria, en desaceleración. Las infraestructuras, en condiciones paupérrimas. Y los alemanes, en medio de un ambiente cada vez más polarizado, ven cómo una extrema derecha que antaño estaba en los márgenes de la política toma impulso y amenaza con convertirse en la segunda fuerza política. «Estas elecciones no van a cambiar nada, porque no hay nadie dispuesto a reinventar un modelo que está roto», pronostica.
Con esta visión en mente, Münchau se reúne con EL ESPAÑOL en la Fundación Rafael del Pino para no sólo tratar de describir dónde está Alemania, sino en intentar vislumbrar hacia dónde se dirige la que durante décadas fue la locomotora más potente de Europa.
Wolfgang Münchau durante su entrevista con EL ESPAÑOL en la Fundación Rafael del Pino.
¿En qué tipo de crisis está inmersa Alemania?
Alemania está en una recesión. En uno de estos cambios cíclicos que pueden sucederle a una economía incluso si le está yendo bien. Una recesión es como una fluctuación alrededor de una línea, excepto que la línea de otros países está subiendo y la de Alemania está bajando, fluctuando en un punto bajo. Pero esta no es una recesión típica.
¿Por qué es diferente?
Porque Alemania está inmersa en un declive estructural. El modelo económico está roto. Hablo del modelo basado en las exportaciones y en los superávits de exportación. Se está reprimiendo el consumo y la inversión a nivel doméstico y generando ingresos muy grandes para sus empresas, que luego invierten sus beneficios en el extranjero. Así que las empresas alemanas son grandes inversoras en China, Estados Unidos y otros países. Y cuando exportas más de lo que importas, significa que ahorras más de lo que inviertes. Este es un cóctel muy tóxico que no está funcionando.
¿Cuándo empezaron a torcerse las cosas?
Primero, el brexit supuso un gran problema para Alemania, que perdió uno de sus mercados de exportación más importantes. Luego vino la pandemia, que dejó al país muy vulnerable a los problemas de la cadena de suministro. Después la dependencia del gas ruso a través del Nord Stream II y el error al abandonar la energía nuclear.
Y luego vino la guerra de agresión de Rusia a Ucrania.
Sí, y creo que ese fue el momento en el que finalmente todo se derrumbó. La guerra acabó con el espejismo. Todos pensaban —y no había muchos alemanes que estuvieran en desacuerdo con esta visión— que el comercio con Rusia estaba bien y que, en última instancia, eso ayudaría a democratizar a Rusia. Fue ingenuo porque lo único que hizo fue darle a Putin dinero para reprimir a su pueblo. Y lo mismo pasó con China. Las políticas comerciales hicieron a Alemania dependiente. De Rusia y de China.
En materia de defensa y seguridad, Alemania también depende de EEUU, como el resto de países europeos.
Y eso ahora se ha convertido en un enorme problema. Si Trump impone aranceles, aunque sean del 10%, o si retira la protección militar porque hay países que no alcanzan a invertir el 2% o más de su PIB en defensa, la situación será muy difícil. España, por ejemplo, podría fallar, pero es poco probable que se convierta en una zona de guerra porque está lejos de Rusia. Pero si Alemania falla y EEUU no quiere ayudar, el escenario es diferente, porque está muy cerca de Rusia y del mar Báltico… Alemania se ha dejado a sí misma vulnerable a este tipo de amenazas. Es lo que pasa cuando tienes un modelo económico como el alemán. Alemania es como un superpetrolero: funciona muy bien, es eficiente, pero de repente, si necesitas girar rápido, no puedes hacerlo.
En su libro habla del país como un «dinosaurio». Sostiene que se ha quedado atrás en la modernización. ¿Por qué cree que ha habido tanta resistencia a adoptar las últimas tecnologías en los últimos años?
Todas las empresas en Alemania son antiguas. Aunque hay algunas excepciones, como BioNTech, no hay empresas jóvenes. No hay una cultura de emprendedores, al menos la Alemania moderna no la tiene, porque cuando yo crecí era fácil montar un negocio. Pero hoy por hoy, los alemanes no están interesados en las tecnologías digitales. No son líderes en ninguna de las áreas digitales. No son China, por ejemplo, que ha invertido en paneles solares y tecnología medioambiental. Ni Estados Unidos, que ha apostado por la tecnología espacial, como el SpaceX de Elon Musk.
¿En qué han invertido los alemanes?
Ya sabes, en coches. Y eso fue una mala asignación de capital a escala gigantesca. Todo el país invirtió en algo que, en última instancia, no es que esté colapsando, pero si miras los números, va más lento. La desindustrialización es un proceso lento y constante, y continuará durante algunos años más, sin importar lo que hagan ahora.
Usted sostiene que la mayoría de estas malas decisiones para Alemania se tomaron durante el largo reinado de Angela Merkel, cuando se la celebraba como «la líder del mundo libre». ¿Cree que no lo supo ver o que no lo quiso ver?
Creo que eligió ignorarlo. No era una persona dispuesta a resolver problemas. Cuando ocurrió el accidente de Fukushima en Japón en 2011, no pensó en la política energética. Dependía del gas ruso y estaba contenta con eso, así que decidió eliminar la energía nuclear. Cuando Putin invadió y anexionó Crimea en 2014, estaba horrorizada. Pero con Hollande primero y con Macron después, intentó llevar a cabo ese proceso de Minsk para que los rusos y los ucranianos hablaran. Fracasó.
Habla de los fracasos, pero de puertas para afuera, Merkel se enfrentó a la crisis del euro en 2008, a las olas migratorias hacia Europa y la pandemia con relativo éxito.
Bueno, Merkel intentaba encontrar siempre una solución diplomática, pero nunca resolvía los problemas. Ella misma reconoció que, al final, sus políticas habían fallado. «Tuve que irme porque mis políticas exteriores, todas mis políticas exteriores, como las de Rusia, ya no funcionaban», dijo. Y es cierto.
¿Y sus políticas económicas? ¿También fracasaron?
Los cancilleres alemanes, cuando envejecen, se centran principalmente en la política exterior. Ella no estaba interesada en la política económica. Dejaba eso a sus socios de coalición. Merkel era la persona que hablaba con Trump y con otros líderes internacionales. Era muy hábil para lograr mayorías y sabía colocarse en el centro de la política alemana. No había una mayoría ni a su izquierda ni a su derecha. Eso funcionó durante unos 16 años. Pero luego, en las elecciones de 2021, cuando ella ya se había ido, de repente hubo una mayoría a la izquierda.
Wolfgang Münchau durante su entrevista con EL ESPAÑOL en la Fundación Rafael del Pino.
Según todas las encuestas, ahora lo más probable es que haya, en cuanto a voto, una mayoría a la derecha. Con los conservadores de la CDU/CSU a la cabeza de los sondeos, seguido de la ultraderecha de AfD. ¿Qué escenario ve más posible?
¿Y si entran todos?
Entonces se necesitaría alrededor del 47% para lograr una mayoría, lo que obligaría a formar coaliciones con dos partidos, incluso desde la derecha con dos socios de la izquierda. Mi consejo para quienes sigan las elecciones alemanas: presten atención a los pequeños partidos, ahí es donde está toda la acción.
Es curioso que los liberales del FDP pasen de formar parte de la coalición de Gobierno saliente a estar en riesgo de extinción.
Al FDP le está sucediendo algo parecido a lo que en España pasó con Ciudadanos, que acabó desapareciendo por completo como fuerza política. Y eso que Ciudadanos era mucho más inteligente y moderno.
Pero FDP se define como un partido defensor de la innovación y es conocido por ponerse de parte de las empresas. ¿No es ese el tipo de cambio que, según usted, requiere el país?
El FDP es un partido extraño con raíces en la mitad del siglo XX que pretende ser liberal pero se queda en las apariencias. Sus políticos conducen coches de lujo y visten ropa cara, pero sin verdadero respaldo a los emprendedores o al sector privado. Es más un show. El ex ministro de Finanzas, Christian Lindner, conducía un Porsche, pero no era un pequeño empresario. Siempre hablaba de la necesidad de eximir a las empresas de las normas de emisiones de CO2 de la UE, pero nunca invirtió su capital político en apoyar a las pequeñas empresas ni en impulsar reformas regulatorias. Por eso muchos liberales están profundamente desilusionados con el FDP. Fallaron cuando estuvieron en el gobierno, ¿por qué habrían de tener éxito ahora con los mismos líderes que fracasaron antes? Si desaparecen, quizás sea algo positivo, ya que obligaría a crear algo nuevo.
¿No ve a ningún partido en el panorama político actual con voluntad de cambiar el modelo actual?
En general, ninguno está realmente enfocado en resolver problemas fundamentales. No hay nadie que realmente destaque. Yo no sé a quién votar. Creo que ni siquiera lo haré, porque todos son casi igual de malos en lo que se refiere a solucionar los problemas estructurales. Nadie parece tener una visión clara ni estar haciéndose las preguntas necesarias para avanzar. Y los partidos de los extremos son aún peores: su idea de la industria alemana parece anclada en los años 80, con fábricas llenas de chimeneas. La AfD, por ejemplo, solo habla de volver al gas ruso, como si eso fuera una solución real para el futuro de Alemania, cuando lo que necesita urgentemente el país es una nueva política energética.
El democristiano Friedrich Merz podría ganar las elecciones y convertirse en el próximo canciller alemán. Aunque del mismo partido, su agenda no puede ser más diferente a la de Angela Merkel. ¿Tampoco confía en que traiga el cambio?
Merz entiende mejor que cualquier otro político los problemas de la economía alemana, pero no está priorizando solucionarlos. ¿Por qué? Porque sabe que, sin una mayoría política, no podría hacerlo. En su lugar, apuesta por cambios mínimos y progresivos, insuficientes para la magnitud del desafío. Uno de los mayores obstáculos para la industria digital en Alemania es la sobrerregulación europea: normas sobre protección de datos, redes sociales, mercados digitales y criptomonedas han asfixiado el sector hasta matarlo. Para revertirlo, haría falta un giro radical. Algo parecido a lo que está haciendo de Milei en Argentina: tomar todas esas leyes, romperlas y tirarlas a la basura. Pero, claro, no puedes hacer eso en Europa. No funcionamos así; somos mucho más legalistas y consensuales. En Alemania odian lo que está haciendo Musk o Milei. Simplemente odian a esas personas. Y, sabes, no creo que Milei funcionara en Alemania. Necesita algo similar a lo que hicieron Thatcher en el Reino Unido o Reagan en EEUU, pero adaptado al estilo alemán. Ellos reinventaron el modelo. Milei reinventa el modelo en Argentina. Todo el mundo lo hace a su manera. Y Alemania necesita algo así, pero de una manera alemana, al estilo europeo. Un referente podría ser Ludwig Erhard, ministro de Economía en los años 50, un liberal desregulador que impulsó el milagro económico alemán. No era Milei, era un tipo grande que fumaba en pipa, pero compartía opiniones similares.
¿No hay nadie que se acerque a ser ese «Milei a la europea»?
No. No veo a ningún político. Merz podría haber sido ese político, pero eligió no serlo porque decidió centrarse en la migración. Es populista. Y tiene, como muchos políticos, un problema de déficit de atención. Se distrae. El atentado cometido por un inmigrante en Alemania le enfureció mucho y comenzó a introducir una agenda migratoria. Desde entonces, nadie ha hablado más de la economía. Y eso es, en parte, cosa suya. No puedo predecir el largo plazo; pero mi pronóstico es que a corto y mediano plazo, no veo que cambie.
¿Qué podemos esperar entonces de estas elecciones?
Nada. Estas elecciones no traerán el cambio. Quizá las próximas, dentro de cuatro años. Pero por ahora, diría que no.
Hasta ahora el cordón sanitario a la extrema derecha se ha mantenido en Alemania. No obstante, ya hemos visto algunas fracturas, como en la votación en el parlamento sobre el plan migratorio de Merz. ¿Cree que aguantará ese dique de contención?
Creo que el cordón sanitario acabará cortándose, pero no inmediatamente. Quiero decir, Merz en realidad intentó que se aprobara la legislación con los ultras, cuando previamente la regla era que no se pasara nada que tuviera únicamente la ayuda de la AfD. La posición de Merz es que siempre que pase, no le importa quién lo respalde. Ese es el primer trozo que se quita del muro de contención. El cordón sanitario es un cortafuegos, y la AfD es el fuego del que te quieres proteger. El cordón sanitario durará estas elecciones y Merz no formará una coalición con la extrema derecha ni aceptará un gobierno minoritario con su apoyo. Es demasiado pronto para eso.
Pero sugiere que podría pasar…
Sí, porque imaginemos la siguiente situación: que Merz forma un gobierno con uno o dos partidos de izquierda y que el gobierno colapsa después de dos años, como lo hizo la coalición actual. ¿Qué pasaría si Merz tratara de aprobar un presupuesto y dijera, mira, si este presupuesto fracasa, voy a llamar a elecciones? Como ha sucedido ahora. ¿Qué pasaría si la AfD lo apoyara voluntariamente? No es que hiciera un trato con ellos, pero esa es la siguiente grieta en el muro de contención.
Hasta hace poco, la extrema derecha era una opción casi residual. Hoy, la AfD está en segundo lugar en las encuestas de cara a las elecciones del 23 de febrero, con más de un 20%, por detrás de la CDU/CSU. ¿Cómo explicar el impresionante ascenso del partido en los últimos años?
Hay muchos factores, pero influye el haber tenido una gran coalición durante tanto tiempo. Imagina que en América tuvieras siempre un gobierno con los demócratas y los republicanos. O en España, con los socialistas y el PP. No tiene sentido. Vosotros tenéis cambios: a veces está la derecha, a veces la izquierda. En Alemania, todos, el SPD y la CDU están en el gobierno prácticamente siempre. Además, durante los 16 años de los 25 años que la CDU estuvo en el poder, siempre estuvo Merkel y las mismas personas. Personas que no arreglaron los problemas. Y para arreglarlos, tienes que hacer algo diferente. Políticamente, va a ser muy difícil encontrar consenso en las políticas con las mismas personas.
El apoyo a Ucrania ha sido una de las políticas más controvertidas dentro del Gobierno en los últimos tres años. Recientemente, el canciller Olaf Scholz reafirmó su respaldo a Ucrania, aunque advirtió que este no puede darse a expensas del crecimiento económico y el bienestar social de Alemania. La dicotomía entre «tanques o mantequilla» —una referencia al eterno debate entre defensa y gasto social— también ha resonado en España. ¿Está en riesgo el compromiso alemán con Ucrania?
Todos los países tienen ese debate. La política en Occidente ha sido un equilibrio entre lo social y lo emprendedor. Luego siempre en el poder la derecha ofrece un enfoque más empresarial y la izquierda uno más social. Eso suele funcionar. España ha tenido buenas tasas de crecimiento, tanto con gobiernos de izquierda como de derecha, porque no es que los gobiernos de izquierda generen tasas de crecimiento pobres. Así que, no quiero involucrarme en la política española, pero tu gobierno actual es mucho más exitoso que el de Scholz. Y es verdad que no está priorizando el gasto en defensa. Probablemente yo tampoco lo haría.
¿Por qué? La OTAN pide llegar al 2% y Trump amenaza con desentenderse si no se llega al 5%.
Porque propondría que antes de gastar más dinero, hiciéramos el gasto en defensa más eficiente. En Europa somos ineficientes porque duplicamos nuestros sistemas de defensa. Estados Unidos, por ejemplo, tiene un solo sistema de tanques y nosotros no sé cuántos tenemos. ¿Cuatro? ¿Cinco? Si creáramos una unión de adquisiciones militares, podríamos duplicar el efecto de lo que ya estamos gastando. Sin tener que gastar más. Recomendaría encarecidamente decirle a Trump que se vaya al infierno, que vamos a hacer esto a nuestra manera. Que vamos a ser más efectivos, vamos a producir productos europeos y vamos a ganar. Porque lo que él quiere es que invirtamos ese 5% de nuestro PIB en comprar armas estadounidenses. Y eso sería lo más estúpido que podríamos hacer. La opción inteligente sería una solución europea.
¿Un mercado único de defensa?
Sería beneficioso para todos. El mercado único, en los años 90, hizo las cosas más eficientes. La UE era un proyecto liberalizador; más liberal que los Estados miembros. De repente abrimos nuestras fronteras. Pudimos vender cosas y ahora tenemos modelos casi idénticos de coches, con tecnologías compartidas. Muchos de estos modelos de negocio que hemos generado requieren el tamaño de un mercado único grande. E incluyo la defensa, que está exenta de esto en este momento. Lamentablemente, todos hablan de aumentar el gasto en defensa. Pero yo comenzaría con la desregulación en tecnología.
¿Ve alguna razón para ser optimista sobre el futuro de Alemania?
No soy negativo, pero en general, Europa tiene que ponerse al día con algunas de las cosas que ya suceden en China y Estados Unidos. Dejar de ver la tecnología como una amenaza. Será muy difícil para Alemania, pero también para España, porque tiene la misma regulación, lo que hace que sea más fácil hacer negocios en Arabia Saudita, Dubái.
Parece entonces que los europeos en general no tenemos muchos motivos para ser optimistas.
Bueno, a ver, por ejemplo, España es más flexible que Alemania. Los pagos sociales no son tan altos como en Alemania y tienen empresas pequeñas que no paralizan el mercado laboral. Creo que las reformas laborales han sido bastante exitosas. Así que no soy necesariamente pesimista para otros. Tal vez este será mi próximo libro: Qué le pasa a Europa. El declive de Alemania no significa que todos estén declinando en Europa. Podría suceder que Alemania, siendo un país muy rico, simplemente se estanque durante mucho tiempo. Y podría suceder que España eventualmente alcance a Alemania. Es el momento para otros.
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