ANUNCIOS CONTRA TURISTAS | Turista, no alquiles aquí o te multarán
«El alquiler turístico está prohibido en este edificio (Airbnb, Booking…). Es una práctica ilegal que perturba la convivencia en la comunidad de vecinos. Los usuarios de este servicio ilegal pueden ser multados por la administración pública». Este texto, escrito en letras negras sobre fondo naranja fosforito, cuelga estos días en la puerta de un edificio del paseo de Sant Joan, en las inmediaciones del Arc de Triomf, en Barcelona. El inmueble prescinde del tradicional «publicidad no, gracias» y en lugar de renegar de los repartidores de folletos basura quiere expulsar a los visitantes. Lo hace con una apelación directa y amenazante, a ellos en vez de a los propietarios arrendadores, escrita en inglés y sin firma.
El aviso es un ejemplo de la creciente desafección hacia el viajero vacacional. El 74% de los barceloneses, más de 7 de cada 10, creen que la capital catalana ha llegado a su techo turístico, trece puntos más que año pasado. Así se desprende de la encuesta municipal Perspectiva del Turismo en Barcelona recién publicada, como escribe nuestra especialista Patricia Castán. La muestra reconoce, aun así, la aportación del sector a la economía y casi 6 de cada 10 barceloneses consideran que es la actividad que más riqueza genera.
Sin alimentar la turismofobia, que es un error que no beneficia a nadie y que el sector tiene que combatir con más fuerza, sí cabe señalar que los encuestados no van desencaminados. Barcelona puede perder el 14% del PIB si se queda sin visitantes, como contamos este domingo, y la ciudad tampoco dispone de mucho más margen para crecer en el negocio turístico.
En este contexto, urge retener la aportación económica de un sector que debe ser regulado. A la vez se ha de apostar por calidad antes que por cantidad y se ha de repensar la promoción de la ciudad con la precisión de un bisturí. Debe dirigirse a segmentos específicos, como los congresos o la gastronomía. Aliviar otros problemas que la ciudadanía asocia al turismo, como el acceso a la vivienda, la inseguridad y el incivismo, también ayudaría a que carteles tan tristes como el del paseo de Sant Joan fueran innecesarios.
Suscríbete para continuar leyendo
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí