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Armstrong salva a otra leyenda, así es la rehabilitación de Wiggins gracias a Lance: «Él ha pagado»

Armstrong salva a otra leyenda, así es la rehabilitación de Wiggins gracias a Lance: «Él ha pagado»
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  • Publishednoviembre 8, 2025



Señor Bradley Wiggins se prepara de nuevo. Pero esta vez no se trata de vatios, puertos o duraciones. El campeón olímpico británico, icono de una época y primer ganador del Tour de Francia para el Reino Unido (2012), inició un proceso de rehabilitación y traumatología en una clínica especializada de Utah (Estados Unidos). Y lo hace con un apoyo tan inesperado como simbólico: el de Lanza Armstrong.

El estadounidense, despojado de sus siete Tours y convertido en una figura polémica desde su confesión de dopaje en 2013, es quien corre con los gastos del tratamiento. Así lo confirmó el propio Wiggins, de 45 años, durante una charla en el Barbican de York. «Sigo hablando con él y viéndolo. Me voy a Estados Unidos el viernes. Él pagó para que fuera a una clínica de primer nivel en Utah. No veo la hora de empezar», confesó.

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La escena encapsula una conexión compleja y en capas. Wiggins y Armstrong compartieron ruta durante el Tour de 2009, aquel en el que el texano remontó de su primer abandono y el británico explotó en la montaña para terminar cuarto. No eran aliados, ni mucho menos. Sus carreras progresaron en paralelo y, a veces, en conflicto. Pero el tiempo, los golpes personales y la caída pública de ambos acabaron trazando una línea común: la de la reconstrucción.

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“Un rol que no implica subirse a la bicicleta”

Wiggins también explicó que Armstrong le ofreció un papel en el entorno ciclista que no implicaba volver a la competición. «Me dio una plataforma. Algo que no significa que tenga que subirme a la bicicleta», dijo. La colaboración entre ambos no es nueva: el británico ya formó parte de The Move, el podcast con el que Armstrong analiza el Tour y el ciclismo internacional.

Me dio una plataforma. Algo que no signifique que tenga que subirme a la bicicleta.

Wiggins

La conversación se desarrolló en un tono íntimo, casi confesional. Wiggins no ha evitado los momentos más oscuros de su vida reciente. Tras colgar la bicicleta en 2016, la transición al “después” fue dura. Se sucedieron problemas económicos, adicciones, una quiebra declarada el año pasado y episodios de autodestrucción. «Rompí mi trofeo de Personalidad Deportiva del Año 2012 y mi propio título de caballero. Lo hice delante de mis hijos». reconocido en su momento. «No es de extrañar que estuvieran hablando de intentar llevarme a rehabilitación».

Este gesto, simbólico y desgarrador, reflejó un profundo colapso emocional. No sólo fue un campeón del declive deportivo. Fue una persona que perdió el equilibrio cuando la bicicleta dejó de regir sus días.

Del podio al vacío

La historia de Wiggins es también la de un sistema que exige y consume. El chico que admiraba a Indurain, el prodigioso corredor que ganó la persecución en Atenas en 2004, el hombre que llevó al Team Sky a la cima del Tour construyó su identidad en torno al éxito, la disciplina y la exposición mediática. Cuando todo eso desapareció, se quedó con una persona tratando de descubrir quién era, sin sudar en la espalda.

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Armstrong conoce este viaje. Lo vivió de otra manera, con otras consecuencias, pero también una caída pública. Ambos se encuentran ahora en este territorio donde la épica ya no sirve y donde buscamos apoyo, estructura, calma.

«Lance ha sido una inspiración y ayuda constante. Él es una de las razones por las que me encuentro en la situación física y mental en la que me encuentro hoy. Estoy en deuda con él». Wiggins lo dijo este verano.

La expresión corre el riesgo de avergonzar a una parte del ciclismo que aún no ha digerido completamente los episodios más turbulentos de la era Armstrong. Pero la vida a veces se aleja de la pureza deportiva y se acerca a la fragilidad.

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La relación entre ambos no es excusa para nada. Es ante todo una historia de supervivencia. La de dos hombres que fueron héroes, villanos, mitos y ciclistas antes de aprender a ser algo más básico: seres humanos que necesitan ayuda.

Wiggins ahora enfrenta un largo proceso. Rehabilitación, terapia, reconstrucción de vínculos e identidad. Esta vez, la bicicleta no es una meta sino una herramienta, una posibilidad de desandar el camino.





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