así son los vinos heroicos de los Altos de Chipude
En las escarpadas cumbres de La Gomera, a más de 1.300 metros sobre el nivel del mar, se libra una batalla silenciosa y hermosa contra los elementos. Es el escenario de la viticultura heroica, un lugar donde las viñas se aferran a laderas imposibles y beben directamente de la esencia de la isla. Aquí, en los Altos de Chipude, Gloria Negrín actúa como guardiana de un legado ancestral, transformando la niebla, el suelo volcánico y una uva milagrosa en una botella de vino que regala en cada sorbo el corazón húmedo del Parque Nacional de Garajonay.
[–>[–>[–>Gloria es el alma de la bodega Altos de Chipude, una mujer polifacética que lo mismo vendimia con sus propias manos en bancales imposibles que coge briosa una guitarra para arrancarse a cantar con duende composiciones de su paisano Pedro Guerra. Heredó en 2014 la pequeña bodega que su padre fundó con la ilusión de dejar un legado familiar, sueño hecho realidad en forma de vinos que tributan un rendido homenaje a una tierra única, elaborados de forma artesanal en 14 pequeñas parcelas repartidas entre Chipude y Las Hayas, en el suroeste de la isla.
[–> [–>[–>Forastera gomera, una reliquia líquida
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La uva forastera gomera blanca es el pilar sobre el que se asienta este proyecto. No es una variedad cualquiera; es una reliquia vitivinícola con más de 500 años de historia, un tesoro genético que sobrevivió a la filoxera y que es completamente autóctona de La Gomera. Gloria Negrín se ha erigido como su gran defensora, recuperando viñedos viejos que datan de 1450 y plantando otros nuevos para asegurar su supervivencia. Esta uva es la resiliencia en estado puro, capaz de soportar las olas de calor y la sequía con una fortaleza asombrosa para concentrar en sus bayas siglos de adaptación al microclima gomero.
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Aunque la forastera gomera es la protagonista indiscutible, los vinos de Gloria se enriquecen con pequeños porcentajes de otras variedades canarias como el listán blanco y negro y un toque de tintilla. Esta combinación, dominada por el carácter único de la forastera, da como resultado vinos de una complejidad y personalidad arrolladoras.
[–>[–>[–>Un ‘terroir’ que se bebe: volcán, bruma y bosque
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Lo que hace verdaderamente singulares a los vinos de Altos de Chipude es su conexión íntima con el entorno. Las viñas son constantemente acariciadas por la bruma del Garajonay, un manto húmedo que las empapa y que, según los lugareños, «se va a la raíz de la viña». Esta humedad constante, junto a la influencia de los vientos alisios y un suelo puramente volcánico crea un ‘terroir’ irrepetible.
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Botellas de vinos Altos de Chipude. / N.V.
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Esta magia llega directa a la copa. Los vinos blancos de Gloria, como su aclamado Rajadero o su Pribilo, son como un paseo por el monte: desprenden aromas intensos a hierbabuena, a sotobosque, la hierba mojada que se pisa tras la lluvia en el bosque de laurisilva. En la boca son frescos, minerales y envolventes, con una elegancia que ha cautivado a críticos de talla mundial. Sus tintos, como La Montaña, por otro lado, son una explosión de fruta pura, con notas de mora y zarzamora silvestre, tremendamente fáciles de beber pero con una profundidad que nos remite de firma inconfundible a su origen.
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[–>Del olvido afortunado al reconocimiento mundial
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La historia de Altos de Chipude está llena de pasión y de felices accidentes. El mejor ejemplo es el Rajadero Enterrado, un vino que nació de un despiste. La abuela de Gloria dejó unas botellas bajo tierra en la finca para mantenerlas frescas durante una jornada de trabajo y, simplemente, se olvidó de ellas. Meses después, al recogerlas, descubrieron que el vino no solo había sobrevivido, sino que había evolucionado de una manera espectacular, adquiriendo matices únicos gracias al contacto directo con la tierra volcánica. Hoy, este vino enterrado bajo metro y medio de tierra durante 6 meses, es una rareza tan singular y tan difícil de lograr que apenas se pueden subastar unas pocas botellas cada año.
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Su compromiso con la autenticidad ha llevado a Gloria Negrín a cosechar éxitos que trascienden las fronteras canarias. Ha conseguido el reconocimiento de figuras tan prestigiosas como el de la experta Jancis Robinson. Su camino no ha sido fácil, pues ha tenido que abrirse paso como mujer en un sector tradicionalmente masculino y en una zona donde el vino solo se destinaba al autoconsumo. Sin embargo, con tesón y la ayuda de un equipo apasionado, ha situado a La Gomera en el mapa de los grandes vinos del mundo con la laurisilva de las alturas de Chipude.
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