Avelino Fernández, de 91 años, ejerció el oficio durante casi tres décadas
Avelino Fernández, natural de la localidad canguesa de El Cabanal, fue uno de los muchos emigrantes de Cangas del Narcea en Madrid que desempeñó el oficio de sereno. Dejó su localidad natal para ingresar en el servicio militar, en aviación, y al licenciarse se quedó en Madrid. Allí estaban sus hermanos, que eran serenos, y le aconsejaron entrar en la profesión, que se encargaba de velar por la seguridad de las calles de la capital durante las noches. Aceptó el consejo y cumplió casi 30 años de sereno, engrosando la estadística que desvela que más del 80 por ciento de los serenos de Madrid procedían de Cangas del Narcea.
[–>[–>[–>A sus 91 años, su recuerdo de casi tres décadas ejerciendo de sereno en las calles Granada y Juan de Urbieta de Madrid es bueno: “Fue una profesión bonita, lo pasé muy bien”. Lo que no olvida es la relación con los vecinos. “Me apreciaban muchísimo, me tenían como de la familia y cualquier cosa que necesitara eran voluntarios para ayudarme, tenía muchas amistades”, rememora.
[–> [–>[–>A la izquierda, Alicia Martínez Monteserín, Avelino Fernández y José Luis Fontaniella, tras descubrir la placa homenaje. / D. Álvarez
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Las anécdotas que atesora de las noches velando por la seguridad de las calles de Madrid son infinitas. “Muchas agradables, pero luego había otras preocupantes, como cuando alguien quería hacerte daño, pero como uno era joven, me mantenía firme y decía: «Cuidado, no pases de aquí, que no vas a hacer nada”, señala.
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Asegura que una de sus costumbres era además de abrir la puerta del portal acompañar al vecino hasta el ascensor y no se iba hasta que este llegaba a su piso. “Eso era algo que me agradecían muchísimo”, reconoce.
[–>[–>[–>Oficio duro que vivía de propinas
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Para ser sereno se tenía que comprar la plaza. A Avelino Fernández le costó 125.000 pesetas (751 euros), una pequeña fortuna para la época, y para conseguirla tuvo que pedir dinero prestado a amigos y devolverlo con intereses. Ese pago le daba acceso a un oficio muy duro, en el que vivían de propinas y sin ningún tipo de seguridad social, sino que tenían que recurrir a un seguro privado. Además, para completar los ingresos, tuvo que buscarse, como la mayoría de serenos, un segundo empleo diurno. En el caso de Avelino Fernández, fue conserje de unos de los edificios de la calle Granada.
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“Llegué a trabajar con 40 de fiebre para no dejar a los vecinos sin atender y cuando me cogía vacaciones por mi cuenta para venir a Cangas tenía que dejar un sustituto”, señala.
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[–>«La vida corría peligro»
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Aunque guarda un recuerdo cariñoso de su profesión, reconoce que los últimos años fueron complicados porque vio cómo iba aumentando la delincuencia. “Llegó un momento, a última hora, que ya la vida corría peligro, había mucha delincuencia, rompían cristales, robaban en las tiendas y nos amenazaban”, cuenta Avelino Fernández, que reconoce que él siempre llevó pistola.
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Incluso recuerda como en una ocasión se encontró con tres personas en la calle y a los pocos días vio en el periódico sus fotografías: “Eran integrantes de ETA y estaban en busca y captura, así que me subí a un taxi y fui a la comisaría a avisar de que los había visto”.
[–>[–>[–>Avelino Fernández fue de los que, en 1974, cuando comenzó a disolverse el cuerpo, se sumó a la posibilidad de integrarse en la plantilla del Ayuntamiento de Madrid, una oportunidad que se les ofreció y a la que podían acogerse de forma voluntaria. De este modo siguió vinculado a la seguridad ciudadana en las calles de la capital entrando a formar parte del cuerpo de la policía local, donde finalizó su etapa laboral ejerciendo dentro de la unidad especial de tráfico.
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Homenaje en Cangas del Narcea
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El pasado 6 de diciembre, el Ayuntamiento de Cangas del Narcea rindió homenaje a los serenos de Cangas del Narcea en Madrid en el que Avelino Fernández estuvo presente. Fue su sobrino Javier Fernández, hijo también de sereno y policía municipal de Madrid, quien vio el anuncio del homenaje y decidió preparar el viaje a Cangas del Narcea para que su tío lo pudiese disfrutar.
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Fue el único sereno que estuvo presente en los actos, por lo que se le concedió el honor de descubrir la placa en la entrada del Ayuntamiento cangués en recuerdo a su oficio junto al alcalde, José Luis Fontaniella, y a Alicia Martínez Monteserín, hija de sereno, que fue la impulsora del reconocimiento y la encargada de dar una ponencia sobre la historia y la vida de los serenos.
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