China pone coto a la inteligencia artificial solo durante la selectividad
El muestrario de lo incautado en los últimos años durante el ‘gaokao’ o selectividad china certificaba la transición de las manufacturas baratas a la potencia tecnológica que ansiaba el Gobierno. Receptores de radio camuflados en bolígrafos, gafas, relojes o cinturones y otros artilugios que no chirriarían en la filmografía de James Bond. No era arriesgado apostar por la llegada este año de la inteligencia artificial, sector al que Pekín confía su economía futura, y útil por igual para los que engañan y los que intentan evitarlo.
“Servicio temporalmente deshabilitado durante los exámenes nacionales”. Muchos chinos se topan con ese mensaje o similares durante estos días porque las principales tecnológicas han capado varias de sus funciones. Aplicaciones de Tencent o Moonshot no ofrecen el reconocimiento de fotos. Otras de Alibaba o ByteDance, propietaria de TikTok, desatienden cualquier pregunta en un papel fotografiado que lejanamente pueda parecer un examen. Los intentos por convencer al bot de lo contrario desembocan en la misma explicación: “Está en contra de la ley”. La estrategia de los gigantes tecnológicos chinos sugiere órdenes superiores y ha desolado a una generación soldada ya a sus ayudantes de silicio. Algunos suspiran en las redes sociales por el fin de los exámenes y otros lamentan que hayan tenido que recurrir al ChatGPT y otras alternativas occidentales.
A la caza de «comportamientos anormales»
Se priva de la IA a los estudiantes y se le suministra a los centros. Algunas provincias han anunciado que las grabaciones de las aulas serán revisadas a posteriori por sistemas informáticos para fiscalizar cualquier gesto sospechoso. Jiangxi, Liaoning, Hubei… El ‘gaokao’ es un campo de pruebas idóneo para la tecnología local más epatante. Ninguna ha ido más lejos que Yangjiang, una ciudad de la provincia costera de Guangdong. En su quincena de sedes ha instalado cámaras conectadas a un sistema de IA y Big Data que escruta los más sutiles movimientos de alumnos y profesores en el aula. Sus algoritmos buscan una cuarentena de “comportamientos anormales” como la entrega de papeles, los susurros, las miradas distraídas a pupitres ajenos, las respuestas excesivamente rápidas o la posesión de artilugios prohibidos. Si alguno de esos patrones es detectado, el sistema emite una alarma en cinco décimas de segundo al terminal central para que un supervisor humano revise la grabación. El ‘gaokao’ resume las contradicciones de la IA: el Ministerio de Educación ha ordenado su impulso en las aulas para cultivarla desde las edades más tempranas a la vez que la prohibía para los exámenes o los deberes extraescolares.
Los estudiantes están en línea para ingresar a una escuela durante el examen nacional de entrada (NCEE) de China / Adek BERRY / AFP
En Fort Knox hay menos controles que en el ‘gaokao’. Años atrás pasaban los estudiantes por detectores de metal tan sensibles que pitaban con los cierres de los sujetadores. Para impedir la suplantación han añadido algunas provincias el reconocimiento facial, las huellas dactilares o los escaneos del iris. Los estudiantes disponen de taquillas para depositar todos los objetos prohibidos y el personal escruta las paredes del aula, las papeleras o los baños en busca de transmisores electrónicos colocados en las vísperas. Tampoco es raro que la policía aporte sus técnicas de contraespionaje para rastrear las comunicaciones ni que los drones sobrevuelen las sedes.
Las preguntas son protegidas antes del examen en cámaras blindadas que sólo pueden abrirse de forma simultánea por tres personas con sus respectivas llaves y transportadas a las aulas en vehículos con videovigilancia. La ley les otorga el estatus de secreto de Estado y contempla castigos a la medida. Una reforma de 2015 impone altas multas y penas de hasta siete años de cárcel a los que copian, utilizan sustitutos o forman parte de tramas fraudulentas. Parecen excesivos para una nota artesanal oculta en recovecos de la vestimenta o un vistazo furtivo a la hoja vecina pero la hemeroteca revela mafias organizadas y fraudes masivos que torpedean la competencia justa para el que usa los codos y arruina la milenaria tradición meritocrática china. Intervienen a menudo los padres, cuya inquietud por el futuro de sus retoños sobrevuela la ética.
Un país volcado en el ‘gaokao’
Unos 13,5 millones de jóvenes se examinan estos días pero el ‘gaokao’ afecta a todos. Muchos bares cierren antes y se suspendan conciertos y representaciones teatrales para que nada perturbe su estudio. Varios carriles se reservan para ellos para que lleguen con puntualidad, escoltados por la policía si es preciso o en taxis que se ofrecen gratis.
¿Qué conduce a esta hiperbólica ceremonia anual? Es el prestigio de la educación que sigue intacto tras décadas de reforma y dinero fácil. En la época imperial los eruditos de todo el país llegaban a Pekín para examinarse en el templo de Confucio y solo un puñado podía emplearse en la corte. El ‘gaokao’ es la cúspide de un sistema educativo ejemplarmente justo a través de filtrados que empiezan en el colegio. Un niño menesteroso de una aldea puede acabar en la más prestigiosa universidad pequinesa mientras los ricos deben enviar a sus hijos mediocres al extranjero o matricularlos en centros privados sin pedigrí. El ‘gaokao’ es el Rubicón para el estudiante chino, el que separa a los que conducirán la locomotora económica de los que alimentarán la caldera.
Lo resumía estos días la prensa nacional tras enumerar la batería de medidas: “Detrás de cada aula en calma o del traslado fluido de un estudiante a la sede del examen hay un compromiso colectivo para asegurar la justicia, la oportunidad y la esperanza en el futuro”.
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