China y EEUU se citan en Suiza para frenar la escalada arancelaria

Representantes de China y Estados Unidos hablarán este sábado en Suiza, escenario neutral donde los haya, sobre su guerra comercial tras meses de aranceles y ruido. Más que negociaciones serán prenegociaciones, apenas una toma de contacto para detener una espiral dañina para sus economías y las de todos. Las expectativas son humildes. Washington busca «desescalar primero para poder avanzar después», ha revelado su secretario del Tesoro, Scott Bessent, mientras China aspira a enterarse de una vez de qué quiere Donald Trump.
Las concesiones llegan de ambos lados. Estados Unidos no ha logrado la llamada china implorando negociaciones que exigía. Ambos discuten quién marcó el numero ajeno, asunto capital para egos tan desaforados, y creerse a uno u otro es una cuestión de fe, pero la capitulación pública que ansiaba Trump no ha llegado. China acudirá sin que la Casa Blanca haya levantado los aranceles, una condición que había planteado como gesto imprescindible de «sinceridad genuina».
No es el escenario que planeó Trump cuando declaró su segunda guerra comercial. Su estrategia negociadora es conocida: infligir un castigo desorbitado a la otra parte para conseguir el mejor acuerdo desde una posición de ventaja. China le ha mantenido el pulso arancelario, por más que Trump le aconsejara rendirse tras cada andanada, y ha subido la apuesta cortándole el suministro de tierras raras, devolviendo aviones a Boeing o recortando la cuota anual de películas de Hollywood. Escasean los analistas que vean a Estados Unidos en una situación desahogada.
Trump sufre los peores niveles de apoyo popular en más de medio siglo de un presidente estadounidense en sus primeros cien días, la inestabilidad de los mercados y la deuda le han forzado a retirar algunas de sus políticas y la economía nacional coquetea con la recesión tras contraerse en el primer trimestre. La economía china se expandió un 5,4% en el primer trimestre y los datos de esta semana sobre las exportaciones globales de abril confirman que se había preparado para este duelo. Han subido un 8%, el cuádruple de lo esperado, a pesar de que el flujo hacia Estados Unidos cayó un 17% por los efectos de los aranceles: los nuevos mercados absorben lo que compraba a la primera economía mundial. También hay indicios inquietantes, como la mayor caída de la producción industrial en más de un año, pero el cuadro está muy alejado de la quiebra inminente que anuncia Washington.
Señales de apertura
«Veo a China muy determinada y confiada en sus capacidades para resistir la presión estadounidense. Por una parte, sus datos económicos no son malos, y por otra, da señales claras de apertura, como la nueva ley de apoyo al sector privado o las medidas para estimular el autoconsumo«, señala Xulio Ríos, asesor emérito del Observatorio de la Política China.
No ha vacilado ni un segundo China. Los mensajes oficiales prometen una lucha hasta el fin mientras las redes sociales desentierran discursos de Mao advirtiendo de que rendirse ante los imperialistas sólo trae más desgracias y la imagen de un MiG-15 chino derribando un caza estadounidense en la guerra de Corea. Un pueblo que aún arrastra el trauma colonial no entendería que su Gobierno se arrodillara ante la agresión estadounidense. «China confía en que su modelo está mejor posicionado para resistir que Estados Unidos, que ha titubeado y se la ha envainado. Además, ha identificado una vulnerabilidad muy clara, el miedo a la inestabilidad de los mercados, que ha obligado a Trump a dar marcha atrás. Estados Unidos mantendrá la presión pero China resistirá, así que tenemos por delante una partida muy larga», añade Ríos.
Otro asunto espinoso es el de los interlocutores. El ministro de Comercio chino, Wang Wentao, llamó a su homólogo estadounidense, Howard Lutnick, tras el primer cañonazo arancelario, pero fue descartado por la Casa Blanca por carecer de peso suficiente. Sí le vale He Lifeng, negociador en jefe de cuestiones comerciales y muy próximo al presidente, Xi Jinping. China ha exigido un interlocutor claro para evitar la cacofonía. Peter Navarro, asesor presidencial, ha reivindicado los aranceles actuales como necesarios, mientras Bessent ha pedido rebajarlos. En Suiza se encontrarán He y Bessent.
Serán negociaciones procelosas. En la anterior guerra comercial, con posturas menos alejadas, fue necesaria una docena de rondas para sellar un acuerdo. La prioridad china en Suiza es conocer el punto de partida: qué quiere Trump de ella y que está dispuesto a ofrecer para conseguirlo.
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