Comienza en Perú el juicio contra el expresidente Pedro Castillo en medio de una delicada situación política

«Este no es un juicio político», advirtió el juez José Neyra Flores cuando el expresidente peruano, Pedro Castillo intentó cuestionar no solo el proceso en su contra sino la destitución por parte del Congreso, el 7 de diciembre de 2022, cuando el maestro rural que había asumido las riendas del Ejecutivo en julio de 2021 intentó disolverlo. «La imparcialidad está asegurada», añadió Flores, frente a la incredulidad del acusado. Ya había calificado de «farsa» la situación judicial que enfrenta. El proceso tiene lugar en un delicado momento político: Dina Boluarte, la impopular mandataria provisional, acaba de denunciar ser objeto de un intento de golpe de Estado en su contra en el que casi nadie cree. Castillo, quien cumple prisión preventiva en los penales de Barbadillo en Ate y Anexo de Mujeres de Chorrillos, respectivamente, ha sido llevado a juicio por los delitos de rebelión, abuso de autoridad y grave perturbación de la tranquilidad pública. El fiscal Alcides Chinchay ha pedido una pena de 34 años de cárcel.
«Este juicio no tiene precedentes en nuestra historia: el juicio a Pedro Castillo, quien quebrantó el orden democrático y constitucional, pese a haber sido elegido presidente», djio Chinchay. A su vez, solicitó 25 años de prisión para el entorno más cercano de Castillo en esos frenéticos días: Bettsy Chávez, su entonces jefa de ministros, Aníbal Torres y Willy Huerta, entre otros.
Un total de 65 personas desfilarán ante el juez durante las semanas que dure un juicio que pasa inadvertido entre la población. El exmandatario rechazó tener una defensa legal y el tribunal dispuso la designación de Edgar Tallahualpa Quispe como su abogado de oficio.
Contra lo que los medios de prensa esperaban, Castillo se hizo presente en la audiencia. Los delitos que le imputan, dijo al magistrado, son «ilegales». Desde su asunción, el maestro caminó sobre el abismo político sobre una delgadísima cuerda que se fue rompiendo en etapas aceleradas. Había llegado al Palacio Pizarro como candidato de un partido de izquierdas, Perú Libre, pero a los efectos de su supervivencia se fue ladeando hacia la derecha. Ese giro no garantizó su supervivencia y detectó su principal amenaza en una legislatura dominada por el fujimorismo y otras fuerzas conservadoras. Castillo intentó una huida hacia adelante y, durante un mensaje al país, anunció su disolución y la convocatoria de comicios legislativos. Su osadía se disolvió en cuestión de horas. Sin aliados ni sostén popular, el presidente destituido alegó en su defensa que apenas había leído ante las cámaras un discurso sin efectos legales y que nunca alzó un arma. También aseguró que «el pueblo» le pedía el cierre de un Congreso desprestigiado. El juez Flores remarcó: sus intervenciones «no pueden ser políticas». Castillo solo recibió el apoyo regional del presidente colombiano, Gustavo Petro. Dijo que es juzgado por ser «pobre y de izquierdas».
La fragilidad de Boluarte
Por estas horas es Boluarte la que teme correr la misma suerte del hombre que se ha sentado sobre el banquillo de los acusados. Había sido su vicepresidenta y no dudó en traicionarlo. Una encuesta de la consultora Datum del pasado 15 de diciembre da cuenta de que su nivel de aceptación es del 3%.
«Ahora los golpes de Estado ya no vienen desde el Ejército, sino del Ministerio Público», dijo Boluarte horas antes de que se iniciara el juicio contra Castillo y después de que fuera allanada la vivienda del ministro del Interior, Juan José Santiváñez, en el marco de una causa por supuesto abuso de autoridad. «Pueden allanar la casa de todos los ministros si quieren, pueden allanar los despachos de todos los ministros si así lo dispone la Fiscalía, que está jugando en complicidad con esta mala prensa para dar un golpe de Estado blando». Boluarte es a su vez objeto de otras investigaciones, entre ellas su polémica cirugía facial y su acopio de relojes de alta gama.
La fragilidad de la mandataria provisional es extrema. «La presidenta ha creído la narrativa de que, a partir de abril, será prescindible para el Congreso. Y dado que cualquier problema legal que tenga puede ser un pretexto para cesarla, necesita congraciarse con los legisladores. Ella busca mantenerse en el poder porque sabe que su salida del mismo implica que podría ir presa», sostuvo el analista político José Alejandro Godoy.
Las acusaciones contra Boluarte son en la actualidad de mayor relevancia mediática que las ventiladas en el proceso contra Castillo. Los casos penales que involucran, señaló el diario ‘La República’ en su editorial, «parecen ser ya una carga que se torna demasiado pesada» que la tiene contra las cuerdas.
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