cómo prevenir los riesgos para las menores migrantes no acompañadas en París
En Patin, a las afueras de París, la vida transcurre como un día cualquiera: los niños salen del colegio mientras sus padres les esperan a la salida con la merienda en la mano. El frutero repone las cajas para recibir a sus clientes en su hora punta, mientras que la panadería impregna la calle con su olor a baguette recién hecha.
En este lugar se encuentra el centro para niñas menores no acompañadas de Médicos Sin Fronteras. Un lugar al que llegan un centenar de chicas diariamente buscando ayuda tras semanas, e incluso meses, de travesía migratoria. Llegan solas y sin apenas documentación que confirme su identidad. Un problema que las encasilla en un vacío legal y en el que pueden quedar atrapadas durante meses. «Cuando llegan no quieren contarnos cómo ha sido su viaje, pero sabemos por experiencia, que la noche anterior han dormido en la calle», nos cuenta Véga L., responsable sociojurídica en el centro de MSF.
La edad media ronda los 15-16 años, pero también hay niñas más pequeñas, de 13. La mayoría esconde a sus familias la situación en la que se encuentran, como es el caso de María. Esta adolescente congoleña lleva tres meses en Francia y solo su madre sabe que está en este centro, aunque no se imagina en qué condiciones. No quiere hablar del motivo que le llevó a emprender ese viaje ni cómo llegó hasta París, porque sería abrir esa herida que intenta sanar con la ayuda de los profesionales de MSF. Su sueño es ser educadora infantil y se ríe al contar la última excursión que han hecho al Museo del Louvre: «No me lo imaginaba así. Es enorme», dice con una inocente sonrisa.
Una chica anfitriona en el centro de MSF en las afueras de París muestra un dibujo que ha pintado. / MERYL SOTTY / MSF
La misma historia se repite entre las jóvenes que pasan el tiempo en el centro de día de Pantin haciendo manualidades, aprendiendo francés o simplemente hablando de cosas de adolescentes, como lo haría cualquier otra chica de su edad. «Hoy es un día un poco triste, porque es viernes y saben que el fin de semana no está abierto el centro. Tienen que irse», cuentan desde MSF durante la visita. El centro solo abre entre semana y durante el día para asegurarles unos mínimos: una ducha caliente, dos comidas al día, asistencia médica y asesoramiento judicial para iniciar el proceso legal de reconocimiento de su minoría de edad.
Situación de desprotección
Todas esperan este certificado para poder avanzar y acceder a un centro de acogida, al sistema sanitario o poder ir a la escuela. Hasta que un juez no determine que son menores, todas ellas se encuentran desprotegidas. La ley les impide el acceso a un hogar de protección de menores, puesto que no hay ningún documento que acredite su edad, pero tampoco pueden acceder a un centro de acogida para migrantes. Un vacío legal que se complica aún más cuando necesitan atención médica: «En caso de tener que someterse a una operación, necesitamos una autorización del tutor legal. Al no existir en estos casos, nos enfrentamos a muchas trabas con los hospitales, incluso con médicos que desconocen el procedimiento a seguir», explica Margot S., enfermera del centro.
Además de la asistencia legal, también hay otra parte fundamental: la salud mental. La mayoría de niñas han sido víctimas de mutilación genital femenina y de violencia sexual antes o durante el viaje migratorio, e incluso una vez pisado suelo francés. «Muchas de ellas sufren abusos al llegar a Francia, especialmente en el transporte público. (…) Una de las chicas me dijo que pensaba que este era el país de los derechos humanos, y resultó ser una realidad muy distinta», cuenta la enfermera, que insiste en la necesidad de acelerar los procesos de verificación de las edades para evitar que todas estas niñas acaben siendo víctimas de los peligros de la calle, ya que el 60% de las jóvenes ingresadas en el centro de MSF en Pantin pasaron las noches previas al momento de su inclusión a la intemperie. «Les informamos y educamos para que nadie se aproveche de ellas, no caigan en cualquier engaño y sepan protegerse», insisten.
Prostitución infantil, abuso laboral, maltrato... peligros a los que se enfrentan unas niñas que viven una realidad muy distinta a la del resto de su edad. De ahí la importancia también del apoyo psicológico para tratar el estrés postraumático de una situación que no debería sufrir ningún menor.
Un trabajador de MSF acompaña a un menor recién acompañado en el centro de Patin. / MERYL SOTTY / MSF
3.800 menores no acompañados
El proceso para adquirir el documento que acredita que estos niños y niñas son menores suele tardar entre seis y ocho meses, pero incluso dependiendo del tribunal hay casos que se han alargado hasta un año.
Según varias asociaciones, como Utopia 56, se cree que actualmente hay unos 3.800 menores migrantes no acompañados deambulando por las calles de Francia. La gran mayoría son varones (94,02%) y una pequeña proporción son mujeres (5,98%), según datos de Coordinación Nacional Jóvenes Exiliados en Peligro (CNJED). Solo el 60% de ellos consiguen finalmente ser reconocidos tras apelar a la justicia francesa, pero mientras eso sucede, malviven entre espacios proporcionados por asociaciones civiles y las calles francesas: «De estos jóvenes, 1.223 están en alojamientos temporales proporcionados por la sociedad civil y otros 1.067 duermen en la calle«, detalla el informe de CNJED publicado en 2024.
Unos números que ya han despertado indignación, y por los que Francia fue sancionada en 2023 por el Comité de los Derechos del Niño de la ONU al no garantizar la protección de los menores no acompañados (MENA) durante el periodo de su apelación. Ante las dificultades y las trabas burocráticas, las organizaciones denuncian la falta de apoyo de las instituciones públicas y muestran su preocupación ante el endurecimiento de las políticas migratorias y la llegada de ideas extremistas.
Un único centro para niñas en París
Desde 2024, los centros de menores de Médicos Sin Fronteras se distinguen entre sexos. «No existen las mismas necesidades, y también se hace para proteger y ofrecer un espacio seguro a las chicas», insisten desde MSF. A diferencia del centro de menores no acompañados de Calais, en este, las jóvenes disponen de atención ginecológica, donde una doctora las atiende, les resuelve dudas y las instruye sobre educación sexual. «Llegan sin saber muchas cosas sobre la higiene íntima, la sexualidad, las enfermedades… Es importante educarlas para que se conozcan a ellas mismas», explica la enfermera Margot.
Al igual que María, más de 120 niñas han sido atendidas por los equipos de MSF desde que comenzó la reorientación hacia un centro de día diferenciado por sexos en julio de 2024. «Este cambio se produce tras observar un aumento en el número de llegadas de menores no acompañados a la región de Île-de-France y al percatarse de que no había un lugar específicamente dedicado a ellas», explica Ali Besnaci, coordinador del proyecto de MSF en Île-de-France. «Todas ellas se marcharon de MSF con un domicilio registrado y acceso a la AME (asistencia social). Además de la ayuda de otras asociaciones y organizaciones que se hicieron cargo de su acogida», añade Besnaci.
Actualmente, 176.857 niños están bajo asistencia social a la infancia en Francia, de los cuales el 13% son menores extranjeros no acompañados, según datos de varias asociaciones.
Suscríbete para continuar leyendo
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí