CRIMEN MACHISTA ZARAGOZA | Alejandro, el «testigo principal» del asesinato de Eugenia: «Me he arrodillado, le he echado la mano en la cabeza y le he dicho que descanse en paz»
Alejandro está roto, «muy rotico». Ha visto con sus propios ojos cómo se le moría Eugenia, una mujer «en la flor de su vida» a quien este martes se la ha segado vilmente su pareja. Allí, en Zaragoza, el hispanocubano Abel M. E. ha asesinado a esta mujer de 49 años, una mujer «tierna», «dulce», «muy cristiana», «trabajadora»… tantos buenos adjetivos que ahora utiliza Alejandro en la memoria de la difunta. Todavía está «en shock». Y no es para menos. Ha sido el primer vecino que ha intentado salvar la vida de Eugenio. Así que Alejandro se emociona, se le quiebra la voz, llora mucho… y hasta se siente culpable.
[–>[–>[–>«He empezado a escuchar: ‘¡que me estás matando!’, ‘¡que me desangro!’, ‘¡socorro!’, ‘¡auxilio!’… Me he liado a porrazos con la puerta, a puñetazos, a patadas… No había manera de abrirla. Cuando ha aparecido la Policía, me han ayudado a reventar la puerta y una vez que hemos abierto un agujero nos hemos dado cuenta de que tenía echada las dos llaves y un candado puesto por dentro. La mujer estaba fallecida y en un charco de sangre enorme», ha relatado Alejandro en declaraciones a este diario cuando apenas habían transcurrido cuatro horas del crimen.
[–> [–>[–>«Le he metido dos puñetazos»
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«Han encontrado a este individuo con una botella de amoniaco que quería suicidarse. Le han quitado de un porrazo la botella, le han reducido, le han echado al suelo, le han puesto las esposas y en un tiempo de diez minutos se lo han llevado. He saltado, lo siento mucho, pero ha sido mi reacción, cuando lo bajaban por las escaleras he saltado encima de él, le he metido dos puñetazos, me he cagado en su puta madre y le he dicho de todo… Lo siento mucho, pero ha sido lo que he sentido», ha narrado Alejandro.
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«Él llevaba viviendo aquí unos tres años. Era una persona muy posesiva, muy celosa… yo sé por la mujer que en muchas ocasiones ha salido corriendo de la casa, se ha escondido en casa de alguna vecina, la he visto llorando por la calle, en una parada de autobús temblando… Se veía que no le permitía hablar con ninguno de mis vecinos. Era una mujer muy cristiana, muy buena, muy trabajadora, muy buena gente y daba pena ver que ella pasara con la cabeza gacha y él con el pecho muy ancho. Ni yo ni nadie podíamos pensar que esto llegara al límite de quitarle la vida», ha descrito.
[–>[–>[–>«Los últimos alaridos de esa mujer en esos diez minutos agónicos… Que un sinvergüenza le haya quitado la vida sin tener un motivo ni ninguna razón por el simple hecho de ser un celoso porque esto viene por celos. Este señor llevaba a su mujer a trabajar, la recogía del trabajo, no le dejaba hablar con nadie en la calle… La tenía secuestrada en vida. Y hoy ha sido tremendo. Me veo impotente, yo que he sido un hombre que he hecho mucho deporte… de no poder doblegar una puerta para salvarle la vída a esa mujer. Me ha faltado un minuto o dos de reloj para poder entrar. Todo el barrio está conmocionado, esto puede pasar en cualquier sitio, hoy ha pasado aquí. Estoy consternado, es algo muy fuerte…», ha proseguido.
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«Se la ha encontrado medio enronada, le había puesto por encima alguna tabla, cajas de herramientas… Cuando esta mujer ya ha fallecido ha habido un silencio. Balbuceaba, ya no hablaba y estaba en los últimos momentos de la vida con respiración entrecortada. Ha sido fallecer ella y entrar la Policía, no hacía ni dos minutos. Nos hemos encontrado un charco de sangre tremendo, la mujer apuñalada en el suelo».
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[–>«Hemos tenido que apechugar ahí. Soy el testigo principal. Siento una pena muy grande, un vacío muy grande. Si yo hubiera sabido que esa puerta estaba así, habría saltado por el balcón y me habría metido por la galería y esa mujer estaría viva. Me siento vacío y me siento impotente porque no he podido hacer nada, he hecho todo lo que he podido… Es lo que siento y lo que soy yo… Estoy roto, no me esperaba nada de esto».
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«Solo espero, de corazón, que esto no llegue ni a juicio. Lo que ese señor se merece es lo que le ha pasado a esa mujer. Era una persona tierna, dulce, trabajadora… era una persona que al principio de la relación. Yo lo metí en esa casa, estaba viviendo bajo el puente con gente toxicómana ahí en el Ebro. Una casa que no tenía ni parades ni nada se la dimos. Al año y medio de estar viviendo allí conocía esta mujer, que se vino a vivir con él. Él hacía la película de que era un caballero… a los cuatro meses empezamos a percibir que la tenía restringida, no le dejaba hablar con nadie, notábamos cosas que no eran normales pero cada cual en su casa y Dios en la de todos».
[–>[–>[–>«Me he arrodillado, le he echado la mano en la cabeza y le he dicho que descanse en paz», ha concluido.
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