crónica de un Real Oviedo en estado de excepción
El futbolista avilesino Laura Díaz GonzálezApasionada seguidora del Real Oviedo, comenzó la pasada temporada a enviar desde Hong Kong sus análisis sobre la evolución del equipo azul para la edición «Asturias Exterior» de LA NUEVA ESPAÑA. Con su sección «Los más lejanos a tu lado» debutó como cronista del Oviedo justo en la temporada del sueño, el de volver a Primera División. En China estudió Relaciones Internacionales y ahora emprende una nueva etapa laboral desde Bruselas. Oviedo vuelve a Primera y las crónicas de Laura regresan a «Asturias Exterior» pero esta vez desde la capital belga. Ella, que pertenece a la llamada «generación del barro», que acompañó al Oviedo en sus peores momentos, contará cómo es enfrentarse a los mejores del fútbol español.
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Desde la ventana de mi oficina en el Barrio Europeo, Bruselas tiene ese color «panza de burro» que a veces te engaña y te hace sentir en casa, como si al doblar la esquina de la Rue de la Loi fueras a aparecer en Uría. Pero no. Aquí el gris es administrativo, burocrático, un gris de moqueta y pasillos largos donde se decide el futuro de medio continente. Y es irónico, porque mientras aquí debatimos directivas y reglamentos para ordenar el mundo, mi mundo real, el que late a 1.200 kilómetros, acaba de activar su propio «Artículo 7»: el botón del pánico, la suspensión de las garantías, el estado de excepción.
[–>[–>[–>La situación del Real Oviedo a 17 de diciembre no se diferencia mucho de esas cumbres de madrugada en el Consejo Europeo donde nadie duerme y todos pierden. Estamos en la zona roja, en ese puesto 19 que en Bruselas equivaldría a un procedimiento de déficit excesivo. No solo los números están en rojo, sino que la credibilidad está bajo mínimos y la troika —esa que en nuestro caso no habla alemán, sino que manda desde Pachuca— ha decidido intervenir la economía emocional del club.
[–> [–>[–>La salida de Luis Carrión ha sido nuestro particular «Brexit»: un adiós confuso y lleno de promesas rotas. Volvió como ese diplomático carismático que promete desbloquear el tratado en el último minuto, pero se ha ido por la puerta de atrás, dejando el hemiciclo vacío y a la gente preguntándose para qué sirvió tanta retórica si al final los resultados (ese 4-0 en Sevilla, esa sangría de puntos) votaron en contra.
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Y ahora, en medio de este invierno que cala los huesos tanto en la Grand Place como en el Requexón, llega Guillermo Almada, un caso más de «puertas giratorias», un concepto que aquí en la UE está tan mal visto y que en el Oviedo hemos convertido en deporte de riesgo: entrar, salir, prometer, fallar, repetir. En el argot comunitario, Almada sería el «tecnócrata». Es el hombre que envían los jefes cuando la política ha fracasado. No viene a besar escudos ni a dar discursos poéticos en la sala de prensa; viene a cuadrar el balance, a aplicar los recortes necesarios y a salvar la categoría como quien salva el euro: a cualquier precio, y para los oviedistas el escudo no se negocia. Es nuestra última carta, la «medida de urgencia» aprobada por el Consejo de Administración mientras la grada, como los ciudadanos cansados de tanta cumbre estéril, mira con recelo un capítulo más de la ineptitud que estamos viviendo esta temporada en los despachos, pero qué esperar cuando priman los negocios y el fútbol pasa a un segundo plano…
[–>[–>[–>Aquí, cuando la niebla baja sobre la rotonda de Schuman, los coches giran y giran sin encontrar la salida, atrapados en un bucle infinito. Eso ha sido el Oviedo estos últimos meses: un coche de lujo dando vueltas en una rotonda, incapaz de enfilar la autopista. Pero quiero creer que Almada trae el GPS actualizado.
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La Navidad en Bruselas es preciosa, llena de luces que intentan disimular que oscurece a las cuatro de la tarde. En Oviedo, ahora mismo, está muy oscuro. Pero si algo aprendes viviendo entre eurodiputados y lobbies, es que ninguna negociación se da por perdida hasta que se firma el acta final. Queda media temporada. Queda liga. Y aunque nos hayan intervenido el club y el corazón esté en números rojos, la identidad no se negocia en ningún despacho.
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[–>Saquemos el paraguas. Llueve en Bruselas, pero escampa en Oviedo. Tiene que escampar…
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