Crónica desde Estambul, la peor ciudad del mundo para desplazarse en coche
Merve tiene un problema cada mañana (y cada tarde). De su casa al trabajo —situado en un punto sin conexiones de transporte público— Merve tardaría, en condiciones normales, apenas 15 minutos en coche: subirse, arrancar el motor, llegar al lugar, y poco más.
[–>[–>[–>[–>Pero Merve tiene un problema, compartido con todos los demás habitantes de Estambul, la gran ciudad turca. “De media tardo una hora por la mañana para llegar al trabajo. Con suerte, algo menos, pero nunca menos de 45 minutos. Se vuelve exasperante. Y por la tarde, siempre intento terminar después de la hora punta, porque si saliese del trabajo a mi hora, llegaría a la misma hora en casa que saliendo después”, dice esta joven, para el gozo de sus jefes.
[–>Estambul, así, según una investigación reciente, es la ciudad del mundo donde sus habitantes se pasan más tiempo en la carretera, ya sea en transporte privado o público. De media, en Estambul, una persona pasa 105 horas en el tráfico al año —más de cuatro días—, algo más que en Nueva York o Chicago, las dos otras ciudades que completan el podio mundial. El top cinco está formado por Londres y Ciudad de México.
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“Centros urbanos como Estambul y Londres tienen enfrente retos especiales vinculados al rápido crecimiento económico y a la densidad de la población. Este año, por ejemplo, la congestión en las carreteras de Londres creció tan solo un 2%; en Estambul, este incremento fue del 15%, lo que pone de relieve la gran presión que se crea en las ciudades del mundo que se expanden rápidamente”, ha asegurado Bob Pishue, autor del informe ‘Global Traffic Scorecard’.
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Sin control
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Esta historia no es nueva en la gran ciudad turca. Hace un siglo, en Estambul habitaban algo más de medio millón de personas. En la actualidad son 17 millones, y la cifra podría ser aún mayor. Este gran incremento ocurrió sobre todo a partir de la década de los setenta y ochenta, cuando muchos turcos de la Anatolia rural —regiones tradicionalmente agrícolas y pobres— se mudaron a la gran metrópolis turca para buscarse y labrarse un futuro.
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El crecimiento fue casi exponencial y, por supuesto, no planificado. La gran mayoría de barrios de Estambul —tanto en el centro como en las afueras— son una maraña de calles desorganizadas, sin cuadricular; de edificios construidos en lugares inverosímiles y vías de una dirección que son usadas como si fuesen de doble. La planificación urbanística de Estambul, como los amoríos en las telenovelas turcas, es un caos de encuentros y desencuentros constantes.
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Pero esto no es todo. Estambul tiene la suerte —y la desgracia— de estar partida por la mitad por el estrecho del Bósforo, una de las vías marítimas más importantes del mundo, que conecta el mar Mediterráneo y el mar Negro.
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La ciudad, así, tan solo dispone de tres puentes y un túnel que conecten la orilla este con la orilla oeste de la ciudad. Es en ellos donde se cumplen las pesadillas de todos los estambulís.
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“No sé cómo se podría solucionar… más puentes me parece algo imposible de hacer. Pero es un desastre. Mi problema es que mi trabajo está justo a la salida de la autopista que va hacia el primer puente —el que está más al sur, construido en 1973—. Así que cada mañana me trago todo el tráfico que se genera ahí. Uno termina por desesperarse, pero se acostumbra”, dice Merve.
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El problema es tan grande, y viene de tan lejos, que en esa misma autopista vendedores ambulantes de agua, té, café, rosquillas y pastas se aposentan en las horas puntas en medio del asfalto para vender sus productos a los conductores ofuscados. No hay ningún peligro de atropello: el tráfico está siempre tan congestionado en hora punta que el vendedor, con sus piernas, va a más velocidad que los coches a su alrededor.
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Parches y soluciones
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Como en muchas otras ciudades del mundo, incluida Barcelona, Estambul propone ahora crear zonas de baja emisión en sus barrios más céntricos para matar dos pájaros de un tiro: Estambul no es solo la ciudad del mundo con más tráfico, sino que es la metrópolis europea más contaminada.
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Pero los estambulís temen que todo parche no será más que eso, un parche, y que el problema del tráfico en Estambul —en una ciudad tan enorme y en un terreno tan complicado— no tiene solución. La dicha más famosa en turco, ‘Cografya kader’ o ‘la geografía es el destino’ lo deja todo claro: no hay nada o casi nada que hacer.
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