El Gobierno laborista, en caída libre un año después de su aplastante victoria en el Reino Unido
Ha pasado un año desde la aplastante victoria del Partido Laborista en las elecciones generales del Reino Unido, pero muy pocos preveían entonces que la popularidad del nuevo Gobierno caería en picado en tan poco tiempo. Ese 4 de julio de 2024, el primer ministro, Keir Starmer, se presentó como el impulsor de una nueva forma de hacer política tras 14 años de gobiernos conservadores, un plan que tenía como principal objetivo mejorar la vida de las clases trabajadoras e impulsar el crecimiento económico. Las dificultades para mostrar resultados tangibles un año después, sumados a los giros en su discurso y en sus políticas han alimentado, sin embargo, una imagen cada vez más negativa del Ejecutivo y del primer ministro, hasta el punto de poner en entredicho su continuidad en Downing Street.
Los expertos atribuyen el hundimiento del Gobierno laborista a varios factores, entre los que destaca la polémica política económica impulsada por la ministra de Finanzas, Rachel Reeves. La delicada situación de las cuentas públicas, agravada por la detección de un agujero de 22.000 millones de libras heredado supuestamente de los conservadores, obligó al nuevo Ejecutivo a tomar decisiones drásticas poco después de llegar al poder, incluidos importantes recortes del gasto público y subidas de impuestos a las empresas. La decisión de Reeves de no aumentar la deuda pública y de cumplir con unas estrictas normas fiscales han limitado aún más el margen de maniobra del Ejecutivo.
Recortes de gasto público
«La decisión política más significativa del Gobierno laborista ha sido la promesa de no aumentar los impuestos a las clases trabajadoras, incluido el impuesto sobre la renta, las contribuciones a la Seguridad Social y el IVA, los cuales suponen gran parte de los ingresos del Estado», asegura el politólogo Karl Pike, profesor de la Queen’s Mary University de Londres. Esta promesa ha atado de manos a Reeves y la ha obligado a poner el foco en la reducción del gasto público con medidas que han provocado el rechazo de una parte importante de los diputados de su propio partido —y de sus votantes—, entre ellas el fin de las ayudas para el pago de la calefacción en invierno para los pensionistas o los recortes sociales para las personas en edad laboral.
El Gobierno señala que estos recortes son necesarios para reforzar el Servicio Nacional de Salud (NHS) y la educación pública e insiste en que la captación de inversiones en el sector energético, tecnológico y de las infraestructuras servirá para acelerar el crecimiento económico y para crear puestos de trabajo. Pero los resultados del refuerzo de los servicios públicos y la mejora de las condiciones de vida de las familias trabajadoras sólo empezarán a notarse a largo plazo, mientras que las decisiones polémicas del Gobierno sí tienen un impacto negativo inmediato sobre su popularidad. «Comprensiblemente, la gente tiene una paciencia limitada«, asegura Pike.
Giro a la derecha
El Ejecutivo también se ha visto perjudicado por un giro cada vez mayor hacia la derecha en asuntos como la inmigración. Starmer ha tratado de endurecer su discurso para evitar una fuga de votos al partido de derecha populista Reform UK, especialmente en las zonas más deprimidas del centro y el norte de Inglaterra, pero la falta de resultados tangibles en esta materia —el número de llegadas irregulares al país está alcanzando cifras récord este año— ha provocado un efecto contrario. Según una encuesta publicada recientemente por el centro demoscópico YouGov, Reform UK ganaría las elecciones, en caso de celebrarse hoy, con un 26% de los votos y 271 diputados en la Cámara de los Comunes frente a los 178 escaños de los laboristas (menos de la mitad de los obtenidos hace un año).
Esta caída no se debe sólo al abandono de los votantes laboristas más conservadores, sino también de los votantes más cercanos a la izquierda. A pesar de que el Gobierno laborista ha sido incapaz de reducir la llegada irregular de inmigrantes y no ha logrado implementar gran parte de los recortes sociales planteados inicialmente, el giro discursivo hacia la derecha le ha penalizado entre sus votantes más progresistas, quienes un año después de los comicios se inclinan más por formaciones como los Verdes o los Liberal Demócratas. «Existe un conflicto entre, por un lado, el deseo del Partido Laborista de recuperar a los votantes que se han pasado a Reform UK y, por otro, la impresión que están dando a las personas con visiones más progresistas de que se han desplazado demasiado hacia la derecha», asegura el politólogo Tim Bale.
Baja popularidad
Las rectificaciones de Starmer en algunas de las medidas implementadas por su Gobierno han contribuido a debilitar su imagen entre los electores y a aumentar la creencia de que carece del liderazgo y de la determinación necesaria para ejercer como primer ministro. Un 69% de los británicos tiene una opinión poco favorable de él, una cifra que se situaba en el 47% cuando llegó al poder, mientras que dos de cada tres consideran que no está haciendo un buen trabajo. Aún así, las posibilidades de que abandone el cargo y ceda el testigo a otro miembro de su partido siguen siendo remotas debido a la falta de un candidato que sea capaz de generar consenso en las filas laboristas. Su única esperanza, por ahora, es que las decisiones tomadas en el último año empiecen a dar pronto sus frutos.
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