El papa Francisco y los derechos LGTBI: inclusión sin cambios doctrinales

“Si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgar?”, por esta frase será Francisco recordado entre la comunidad LGTBIQ+. Fue en respuesta a un periodista sobre los sacerdotes homosexuales en 2013 pero su pregunta retórica quedó en el aire, permitiendo una lectura de voluntad de progreso y, a la vez, de dejar hacer sin intervenir en exceso. La declaración dio la vuelta al mundo. Fue “un cambio significativo en el tono” valoró entonces la Campaña de Derechos Humanos, la mayor organización en favor de personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero y queer en Estados Unidos.
“Ha sido un papa de gestos y de reconocer ciertas dignidades”, afirma a EL PERIÓDICO Gema Segoviano, portavoz de la Federación Española LGTBIQ+. “Pero no ha sabido acabar con la doble moral de la Iglesia”, añade.
Algunos gestos sí se han traducido en hechos. “Dios te hizo así y te ama”, le dijo a un hombre gay que se aproximó a él en 2018. En los años que siguieron, respaldó la protección legal de las parejas del mismo sexo y criticó las leyes que criminalizan la homosexualidad. Llamó a los obispos católicos a cambiar de mentalidad, y les pidió que respondieran con “ternura, por favor, como Dios lo ha hecho por cada uno de nosotros”.
El de Francisco ha sido un papado definido por gestos de inclusión, aún cuando la doctrina de la Iglesia se mantuvo sin cambios, distinguiendo entre los derechos civiles y la enseñanza doctrinal. “Ser homosexual no es un delito”, dijo en 2023, aunque añadió que “sí que es pecado, pero primero distingamos entre un pecado y un delito”. Es en esta ambivalencia donde los que veneraban al papa por sus ganas de cambio, quedaban frustrados por los rápidos matices que rebajaban cada afirmación potencialmente histórica. “No quería provocar escándalos”, lamenta Segoviano.
Bendiciones de unión homosexual
Con todo, y a pesar de la resistencia interna, Francisco introdujo algunos cambios de reconocimiento de derechos. En 2023, el Vaticano publicó una declaración que permitía las bendiciones para parejas del mismo sexo. Sin embargo, alertó de que no se debía confundir ni equiparar al matrimonio: tales “bendiciones” no podían asemejarse a una ceremonia matrimonial ni realizarse junto a una unión civil. “No se pretende legitimar nada”, afirmaba el documento, “sino abrir la vida a Dios para que los valores del Evangelio se vivan con mayor fidelidad”. Un paso dubitativo que, si bien para muchos católicos supuso un gran paso hacia la inclusión pastoral, dejó a otros con un sabor agridulce.
Francisco parecía sentirse más cómodo comentando sobre legislación laica que cambiando las normas del mundo católico. Criticó públicamente las leyes que criminalizan la homosexualidad como “injustas”, a diferencia de su predecesor Benedicto XVI, que en 2008 se negó a respaldar una declaración de la ONU que pedía la derogación de tales leyes. “Las personas homosexuales tienen derecho a formar una familia. Son hijos de Dios”, dijo en un documental de 2020. “Lo que tenemos que tener es una ley de uniones civiles; así estarán amparados legalmente”, comentaba.
También en 2023, Francisco firmó un documento que permitía a las personas transgénero ser bautizadas y servir como padrinos y madrinas, así como de testigos en bodas. Se reunió entonces con un grupo de católicos transexuales e intersexuales durante casi 90 minutos. “Solo escuchando las historias de estas personas, la Iglesia podrá escuchar plenamente la voz del Espíritu Santo”, dijo la hermana Jeannine Gramick, que organizó la reunión con New Ways Ministries, organismo de defensa y justicia para lesbianas, gays, bisexuales y transexuales católicos.
Retrocesos
El mensaje caló incluso entre los sectores más conservadores de la Iglesia, que se vieron obligados a abrirse, al menos en cierta medida. “El compromiso del papa Francisco con las personas que se identifican como LGBTIQ proporcionó un claro testimonio de que todo el mundo debe ser tratado con dignidad, y cada persona debe ser amada”, afirma a este diario Mary Hasson, directora del llamado “Proyecto Persona e Identidad” del Centro de Ética y Políticas Públicas en Washington DC. Sin embargo, esta institución se define como “a la contra de la ideología de género” (aceptando exclusivamente los géneros biológicos asignados al nacer, hombre y mujer). “Para la Iglesia católica, el objetivo no es la «inclusión», que es un valor secular”, continúa Hasson.
Y es que el énfasis en la misericordia de Francisco se reduce para algunos grupos a caridad cristiana por los desfavorecidos. “El Papa Francisco hizo hincapié en la necesidad de ser caritativos y respetuosos. Pero se necesita una mayor claridad y orientación sobre cómo acompañar con amor a aquellos cuyas creencias y opciones de estilo de vida contradicen la doctrina católica”, expresa Hasson, en una muestra de que tanto católicos progresistas como conservadores quisieron más claridad de un papa que caminó entre dos aguas.
Mucho por hacer
Lo cierto es que el papado de Francisco coincidió con una ola de expansión mundial de los derechos LGBTQ, y muchos creen que desempeñó un papel en ayudar a esta comunidad a sentirse más a gusto en su fe. Mientras la Iglesia reflexiona sobre el legado de Francisco tras su muerte, el interrogante es si permanecerá el tono inclusivo que defendió más allá de su papado.
Y es que a pesar de la voluntad de Francisco de situar en el centro a las personas que habían estado hasta entonces en los márgenes, lo que incluye a la comunidad LGTBIQ+, el papa se quedó corto. “Todavía estamos en los márgenes. Quisiéramos pensar que se ha abierto una ventana a los avances. Queda mucho trabajo por hacer”, concluye.
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