El PSOE no tiene un plan de país, va a salto de mata

-¿Por qué es necesaria una nueva conciencia social?
Una nueva conciencia social no significa desechar la tradicional. Cuando se organizaron los sindicatos en España, a finales del siglo XIX, había una figura de obreros autodidactas que se definían como los obreros conscientes, que exigían respeto y dignidad para el trabajo. Eso hay que mantenerlo, pero debemos adquirir conciencia de que la situación ha cambiado radicalmente. La Revolución Industrial estuvo aupada por el crecimiento económico sin límites y nosotros pugnábamos por distribuir los frutos del crecimiento, ahora hay que definir la situación por productividad más igualdad. También hay que adquirir conciencia de los cambios brutales que se ha habido en las empresas, la robotización, la inteligencia artificial… Antes la cualificación era válida para toda la vida y se entraba en una empresa para toda la vida, y esa visión del trabajo ya no es así.
-Cuando usted era secretario general de UGT, se convocaron huelgas generales en el 85, 88, 92 y 94. ¿Existe ahora una connivencia para que el sindicalismo no vaya en contra de un Gobierno de izquierdas?
-La relación entre sindicatos y Gobierno no ha cambiado, ha cambiado el contexto. Yo hice huelgas generales a todos los gobiernos y con todos llegué a acuerdos. El salario mínimo o el poder adquisitivo de las pensiones eran aspiraciones sindicales en mi época, pero ahora son una realidad y se avanza en ello a través de las negociaciones. Probablemente, el contexto ha cambiado porque existe un Gobierno de coalición.
«La relación entre sindicatos y Gobierno no ha cambiado, ha cambiado el contexto»
-¿Los trabajadores se han resignado y ahora se aguantan más por temor a perder el empleo?
-No, pero la relación con la empresa ha cambiado. Antes el trabajo era para toda la vida y la empresa era un proyecto compartido entre empresarios y trabajadores. Ahora los jóvenes van encadenando contratos temporales. Quizás ya no hay que hablar de empresas, sino de ecosistemas empresariales, porque hay compañías que tienen una plantilla troncal y trabajadores autónomos que le ofrecen servicios puntuales. La aspiración de los sindicatos tiene que ser que a igual trabajo, igual salario. De forma que el trabajo sea un bien colectivo y fuente de derechos. El trabajo es un bien esencial y de integración democrática.
-¿Los jóvenes valoran más la calidad del empleo que la estabilidad?
-España no ha sido capaz de resolver el problema de los jóvenes. El nivel de paro es el más mayor de Europa entre los jóvenes y la precariedad se ensaña con jóvenes y mujeres, que son quienes tienen los salarios más bajos. Entre 2021 y 2022 se fueron del país más de 800.000 profesionales y eso genera un problema serio. Estamos elevando el nivel de cualificación de los jóvenes, pero la economía no responde a este parámetro.
-Jubilación, conciliación o precariedad. ¿Qué le preocupa más?
-Las tres están interrelacionadas de alguna manera. Si seguimos manteniendo estos niveles de precariedad, los problemas para acceder a la jubilación van a ser mayores. Con la reforma laboral hemos reducido la temporalidad, por exigencia de la Unión Europea, pero no se ha reducido la precariedad. El tema de la conciliación está muy condicionado por los trabajos, porque la mujer ha sido la última en incorporarse al mercado laboral y normalmente está peor remunerada, por lo que si hay que reducir una jornada, la que va a renunciar es ella. Es un tema muy complejo y creo que hay mucho que camino por recorrer.
-Hasta ahora siempre ha imperado la negociación para avanzar en temas de interés común. ¿La cerrazón de la patronal y del Ministerio de Trabajo han roto el diálogo social?
-El diálogo social tiene en España una rama muy eficaz y poco conocida que son los convenios colectivos. Más del 60% de los trabajadores españoles tienen un convenio colectivo, que se pacta entre sindicato y patronal, y que tiene una capacidad redistributiva superior a la del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF). El otro diálogo social está como está… Yo soy muy receloso, por ejemplo, con la reducción de jornada. Estoy de acuerdo con la medida, pero soy muy receloso con el procedimiento.
-¿Qué dudas le genera?
-La experiencia ha demostrado que la reducción de jornada funciona si viene precedida de un acuerdo entre la patronal y los sindicatos. Así fue la gran reducción que se hizo en España a principio de los años 80, cuando se pasó de 44 a 40 horas semanales. Este problema responde a la esfera de la política y creo que corresponde a una cierta angustia vital que hay en el Ministerio de Trabajo, porque las encuestas no avalan el proceder. De hecho, el Partido Socialista ha mostrado interés en el objetivo, pero no en el procedimiento.
«Estoy de acuerdo con la reducción de jornada, pero soy muy receloso con el procedimiento»
-¿Teme que el avance de la extrema derecha recorte derechos laborales?
-Sí. A mi juicio, es un problema de la izquierda, porque hay muchos trabajadores jóvenes que votan a la extrema derecha. Una seña de la izquierda es la defensa de la clase trabajadora y de la igualdad. Si embargo, en los últimos años, se ha desarrollado un fenómeno global que ha borrado el mensaje global y se centra en objetivos sectoriales, dejando los objetivos comunes en un segundo plano.
-¿Cree que el PSOE tiene un plan de país o reacciona según les vaya interesando?
-El PSOE no tiene un plan de país, va a salto de mata, pero el Partido Popular también. La política fiscal se regula en función de las exigencias de uno y de otro; la delegación de competencias en inmigración es inviable hasta que sí se puede… ¿Qué proyecto de país es ese? El proyecto de país es uno y el contrario. Ese es uno de los dramas que tenemos y que genera mucho desconcierto. A veces no tienes proyecto y te arrastra la UE, pero también atraviesa una grave crisis de identidad.
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