Entrar al trapo
Entre las muchas tradiciones que nos ofrece el mes de diciembre, cuando llega el momento de cambiar de calendario y de agenda, está la de hacer balance, la de seleccionar lo mejor y lo peor de ese periodo de doce meses que llega a su fin. Entre esas múltiples elecciones, siempre se presenta con particular éxito la palabra del año, elegida por instituciones diversas. No es tarea fácil encontrar un término cuyo significado albergue fidedignamente la aportación de un año entero, de ahí que cada vez resulte más frecuente que haya que recurrir a dos palabras.
[–>[–>[–>Ese es el caso de la afortunada expresión con la que el Diccionario de Oxford nos ha dado carnaza para discutir en este moribundo 2025. La palabra del año, según el prestigioso diccionario, es «rage bait», lo que se ha dado en traducir como «cebo de ira». Por si no ha quedado claro –aunque ya somos todos unos expertos gracias al «bait» del clic–, se trataría de un determinado contenido elaborado con la intención de causar ira e indignación, de enfurecer a la parroquia «internetera».
[–> [–>[–>La intención es buscar el mayor número de interacciones y tráfico en la red. Pero no solo, porque eso ya se viene haciendo de una forma naturalizada desde hace tiempo. El «rage bait» va más allá del «clickbait» –palabra del año de Fundéu en 1917– y busca crear una manipulación emocional, un ambiente hostil, de confrontación o polarización, como se dice ahora. En suma, de mal rollo.
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Soy partidario de recurrir a un lenguaje menos engolado y más próximo. Lo que pretenden los fabricantes de «rage baits» (cebos de ira) es provocarnos para que entremos al trapo, expresión taurina y, por tanto, genuinamente española. El ruedo de las redes es el escenario más adecuado para tirar de capote y llevar al morlaco a embestir allí donde, o a quien, más interese.
[–>[–>[–>La periodista de «The Guardian» Naomí Alderman, experta en estos asuntos, sostenía hace unos días que estamos viviendo la tercera gran crisis de la información de la historia. Las anteriores fueron las invenciones de la escritura y de la imprenta de Gutenberg. La actual sería «la causada por la tecnología de las comunicaciones digitales». Según ella, estas crisis de tamaño impacto «no sólo nos aportan grandes mejoras tecnológicas, aparentemente neutrales, sino que además nos transforman psicológica y socialmente de maneras profundas e irreversibles».
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Alder está convencida de que «esta enorme oleada de información» que recibimos constantemente a través de la red «nos genera ansiedad y enojo». Así que intentamos protegernos, hasta el punto de que encontrar contenido en internet que «no nos gusta leer» acaba por ser una forma de sentirse bien con uno mismo, porque no te ves «tan estúpido ni tan equivocado» como los demás. Internet nos permite, y nos anima, a encontrar opiniones con las que coincidimos total y entusiastamente, que nos ratifican, pero también, de forma paradójica, también pone a nuestro alcance «las opiniones más ridículas, objetables y estúpidas desde la perspectiva contraria a la nuestra sobre cualquier tema». En suma, «cebos» para dar rienda suelta a nuestra ira y provocar el enfado generalizado. Ese estado de ánimo que veníamos definiendo con expresiones tan tradicionales como la de «cuanto peor, mejor» o la de «y tú más».
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[–>En su artículo, la autora del prestigioso diario británico incluso nos ofrece todo un catálogo de recomendaciones para sobrevivir a esta sobredosis de información, que suele acabar con desasosegantes enfados y agrios enfrentamientos. Así por ejemplo, prescribe para mejorar nuestra salud anímica no discutir con desconocidos, resistir la tentación de avergonzar a otros en la red, verificar antes de publicar, reconocer la humanidad y no tratar a las personas como símbolos, admitir que todos tenemos una opinión, evitar discusiones inútiles que no conducen a ninguna parte y, por supuesto, limitar el uso de las redes sociales.
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Pueden parecer consejos obvios, pero si se asoman a las redes verán que no para todo el mundo resultan tan obvios. No tienen más que darse una vuelta por las cuentas de algunos políticos y tertulianos que están en la mente de todos. Pero, por favor, ni se les ocurra morder ningún «cebo de ira». Ya saben como suele acabar el todo cuando entra al trapo. n
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