Grison abre un «after» en Mieres
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«Esto es como una clase de pilates con fentanilo». El nivel ya estaba marcado desde el principio, el nivel de intensidad y los (no) límites del humor. Grison (Marcos Martínez en la vida civil) fue el absoluto triunfador de este domingo en Mieres. Llenó dos veces, una por la mañana y otra por la tarde, el auditorio Teodoro Cuesta –300 localidades–, y lo hubiese vuelto a llenar si hubiese tripitido por la noche. «Gracias por petar esto dos veces, no me había pasado nunca», reconoció al iniciar la sesión matinal.
Público que asistió a Grison Show en Mieres. | Fernando Rodríguez
Grison convirtió el auditorio en una suerte de «after». Mientras el domingo transcurría tranquilo en Mieres, con su mercadillo y su vermut, en cuanto se apagaron las luces, los tres centenares de personas que había logrado una entrada para el pase de las doce y media de la mañana, se encontraron de repente en una fiesta con la que tal vez no contaban. La música, a un volumen atronador acompañó la salida al escenario del «beatboxer». Acelerado, hipermotivado, «y aún no me he tomado ni una copa». Grison ofreció casi dos horas de virtuosismo con su aparato fonador y también de agilidad mental. Quedó más que claro que sus aplaudidas intervenciones en el programa televisivo «La Revuelta» no están escritas en ningún guión, salen de un ingenio que a veces le sorprende a él mismo. Ocurrió cuando este domingo se acercó demasiado al borde del escenario de Mieres. «Menudo susto, pensé que me iba a hacer un Mario Vaquerizo aquí en Mieres», dijo en referencia al accidente del «cantante» cuando se cayó de un escenario.
El espectáculo, «una experiencia sensorial», explicó nada más empezar, consiste en que «yo hago ruidos con la boca y vosotros os lo imagináis». Pero claro, los sonidos que hace con la boca pueden ser cualquier cosas, desde «un mastín de urbanización» a una canción de regetón.
Grisón es uno de los intérpretes de «beatbox» más importantes de Europa. Hace música, o cualquier otro sonido, con la boca, los labios, la lengua y la garganta, y eso que estos días anda con laringitis, «pero por 15 pavos que habéis pagado es lo que hay», bromeó.
El artista sale al escenario acompañado tan solo y de una guitarra y un «loop» que reproduce hasta el infinito todo lo que graba. Con eso hace canciones, reproduce sonidos de animales o desarrolla situaciones como el hombre que está en una discoteca bailando, va al baño a mear y acaba limpiando el espejo con un mapache. El hombre escucha la música a un volumen, abre la puerta del baño, el volumen de la música cambia, orina… todo eso con la boca. Y si le hace falta más, pues sube a personas del público al escenario. Todo ello con chistes sobre Rajoy, Abascal, Ayuso, el Rey emérito y otros, «porque me lo pide Pedro Sánchez».
Unas risas y un descubrimiento, un virtuoso del beatbox.
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