GUERRA COMERCIAL | La UE evita el peor escenario pero no gana nada: así queda el acuerdo comercial con EEUU
Casi un mes después del encuentro entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en un campo de golf propiedad del republicano en Escocia, Washington y Bruselas han formalizado este jueves un acuerdo comercial en el que lo único que saca el bloque es poner fin a la escalada arancelaria.
El texto refleja los términos del pacto político entre Trump y Von der Leyen. Una declaración conjunta que debe traducirse ahora en decisiones concretas pero que no es legalmente vinculante. A ojos del jefe negociador del bloque, Maros Sefcovic, este acuerdo no es el final sino el principio. «Este marco es un primer paso, que puede ir creciendo con el tiempo para abarcar más sectores, mejorar el acceso al mercado y fortalecer aún más nuestros lazos económicos», ha asegurado el esloveno.
El acuerdo confirma que las exportaciones europeas a Estados Unidos se verán sometidas como máximo a un arancel del 15%. Ese porcentaje abarca el arancel preexistente a la guerra comercial global iniciada por Washington y el conocido como «arancel recíproco» con el que Trump busca reequilibrar sus relaciones con otros países.
Pero habrá alguna excepción. A partir del 1 de septiembre, EEUU se compromete a mantener los aranceles existentes, siempre y cuando sean iguales o inferiores al 15%, para una lista de productos. En particular, esta medida cubre recursos naturales no disponibles (incluido el corcho), los aviones y sus piezas, medicamentos genéricos y sus ingredientes y precursores químicos.
Bruselas aspiraba a incluir otros sectores sensibles para la economía europea como el vino o las bebidas alcohólicas que se han quedado, de momento, fuera. Fuentes comunitarias, sin embargo, se muestran optimistas. «Creo que hay argumentos muy sólidos para reducir también esos aranceles», aseguran, añadiendo que perciben «cierta receptividad» por parte de Estados Unidos.
Desde que iniciara la guerra comercial en febrero, Estados Unidos ha impuesto dos tipos de aranceles: «recíprocos» y sectoriales. Los llamados «recíprocos» son gravámenes cuyo objetivo es reequilibrar las relaciones comerciales con otros países. En el caso de la UE, esa tarifa era del 20% y se ha reducido al 15% gracias al acuerdo comercial.
Los aranceles sectoriales son los que Estados Unidos ha impuesto al acero y el aluminio –entre un 25% y un 50%– y a los coches, un 25% sumado a la tasa aduanera existente. Además, la Casa Blanca estudia un incremento también para las importaciones de microchips, productos farmaceúticos o madera.
La UE ha logrado que los vehículos exportados a Estados Unidos y sus partes disfruten también de un arancel máximo del 15%. Washington se compromete, además, a mantener ese porcentaje para los microchips y los productos farmacéuticos, pase lo que pase. Aunque, eso sí, lo hace con una condición: que Bruselas cumpla su parte del trato.
Aquí entra la parte del trato que la UE tiene que cumplir para disfrutar de la rebaja arancelaria sectorial. La declaración conjunta estipula que el bloque eliminará los aranceles sobre los productos industriales estadounidenses. Además, dará acceso preferencial a una amplia gama de productos estadounidenses.
Esa lista incluye productos pesqueros y agrícolas como frutos secos, productos lácteos, frutas y verduras frescas y procesadas, alimentos procesados, semillas para siembra, aceite de soja y carne de cerdo y bisonte. Además, prorrogará el acuerdo arancelario pactado en 2020 para la importación de langosta, incluyendo además ahora la langosta procesada.
Cuando la UE presente la propuesta que formaliza esas reducciones de los gravámenes a las importaciones estadounidenses, entonces EEUU reducirá los aranceles a los coches. Podrían además tener efecto retroactivo, ya que entrarían en vigor el primer día del mismo mes en que se presente la propuesta legislativa.
De momento, Estados Unidos mantendrá los aranceles de entre el 25% y el 50% a las exportaciones europeas de acero y aluminio. El texto del acuerdo se limita a abrir la puerta a la posibilidad de «cooperar para proteger sus respectivos mercados nacionales del exceso de capacidad», en clara referencia a China, «garantizando al mismo tiempo la seguridad de las cadenas de suministro entre ambos».
Tras la reunión de alto nivel en Escocia, fuentes comunitarias anunciaron que EEUU y la UE estaban trabajando en un acuerdo para establecer cuotas que disfrutarían de una rebaja arancelaria. Esas cuotas debían reflejar el flujo de exportaciones de ambos sectores desde Europa a Estados Unidos. La declaración simplemente contempla esta medida como una opción, sin más detalles.
La declaración conjunta confirma la voluntad de la Unión Europea de promover las compras estratégicas y las inversiones en Estados Unidos. El lenguaje que se utiliza es intencionadamente vago porque, en la práctica, las instituciones no pueden comprometerse a unas actividades que dependen directamente del sector privado.
El texto final recoge que la UE «tiene la intención» de comprar gas natural licuado, petróleo y productos de energía nuclear por valor de 750.000 millones de dólares, de aquí a 2028; y de adquirir microchips por un valor mínimo de 40.000 millones. Además, también hace referencia a que «se prevé que las empresas europeas inviertan 600.000 millones de dólares adicionales en sectores estratégicos de los Estados Unidos».
Por último, la declaración confirma que «la Unión Europea tiene previsto aumentar sustancialmente la adquisición de equipos militares y de defensa procedentes de Estados Unidos». Aunque el texto no da cifras específicas, la Comisión Europea había negado hasta ahora que esto fuera parte del trato.
Aunque la Unión Europea insiste en que está protegiendo su autonomía reguladora, lo cierto es que el texto hace referencia a varias cuestiones legislativas y su potencial impacto para el comercio entre ambos socios. En particular, las partes se comprometen a cooperar en materia de normas y evaluaciones de conformidad, así como en la simplificación de los certificados sanitarios y fitosanitarios para facilitar el comercio.
La Comisión alega que eso no afectará a las normas sino que simplemente estudiará cómo agilizar los procesos. Lo mismo dice el Ejecutivo comunitario sobre abrir la puerta a examinar el impacto en el flujo comercial de legislaciones como la de deforestación o de diligencia debida de las empresas, sobre responsabilidad corporativa.
El texto del acuerdo no es legalmente vinculante. Las partes tienen ahora que traducirlo. En Estados Unidos, esto será previsiblemente en forma de órdenes ejecutivas. En el caso de la UE, tendrá que presentar propuestas legislativas que hagan efectivas las reducciones arancelarias y garantizar el respaldo de los gobiernos europeos y la Eurocámara.
Con este acuerdo comercial con Estados Unidos, la UE evita el peor escenario posible: el de una guerra comercial abierta con consecuencias potencialmente devastadoras para la economía. Pero eso es todo. Todas las condiciones del acuerdo empeoran las perspectivas para las empresas europeas con respecto a la situación anterior.
Bruselas se agarra a una pequeña victoria: la UE es el único socio comercial de Estados Unidos que tiene una tasa tope. Es decir, el arancel «recíproco» del 15% no se suma a los existentes sino que es el máximo. Además, argumenta que al ser más bajo que el que se aplica a otros países, esto da una ventaja competitiva a las empresas europeas en el mercado nortemericano.
El argumento de la Comisión es que el mundo antes de los aranceles de Trump ni existe ni va a volver. El acuerdo, argumenta Sefcovic, «aporta estabilidad y previsibilidad a nuestra relación, dos aspectos que son muy importantes para nuestras empresas». Además, abre la puerta a estrechar las relaciones con Washington en el futuro. Aunque todo eso está por ver.
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