Hay un alto el fuego, pero no es real, nosotros seguimos viviendo en medio de esta guerra

«Éramos pocos médicos y trabajamos sin parar durante la guerra. El personal se fue agotando con el tiempo, tanto psicológica, como físicamente», relata Chafih Fouani, pediatra y jefe del equipo médico del hospital Hikmat al-Amine, situado en la localidad de Nabatieh.
El hospital, el único operativo en el sur del Líbano durante la ofensiva israelí, se transformó en algo más que un centro de atención sanitaria. Sus paredes blancas y pasillos asépticos se convirtieron en el hogar del personal. Ante la escasez de médicos, enfermeros e incluso suministros quirúrgicos, el equipo de sanitarios decidió convertir su lugar de trabajo también en su propia casa.
Los responsables de administrar este hospital, que atiende a aproximadamente medio millón de personas en el sur del Líbano, una región especialmente afectada por los ataques israelíes desde septiembre de 2023, junto al presidente de la Asociación del Socorro Popular Libanés, conversan con El Periódico durante su visita a Barcelona.
Chafih Fouani, pediatra y jefe del equipo de salud del Hospital Hikmat al-Amine / ZOWY VOETEN
El viaje forma parte del proyecto «Derecho a la salud y a una vida digna y libre de violencias en el sur del Líbano», una iniciativa impulsada por la Associació Catalunya-Líban y la Fundación ACSAR, con el apoyo de la Agència Catalana de Cooperació al Desenvolupament.
El lastre de la falta de personal y recursos
«Durante esta guerra hemos visto heridas causadas por armas con tecnología nueva, lesiones que no habíamos tratado antes y casos que nunca se habían visto en el Líbano», comenta Fouani. A la complejidad de esta emergencia médica, se suma la escasez de personal. Según las autoridades libanesas, cerca de 500.000 personas se desplazaron a otros puntos del país o incluso cruzaron la frontera tras meses de hostilidades entre Hizbulá e Israel. Entre ellos, también especialistas del ámbito sanitario.
«Solo había dos neurocirujanos disponibles para atender a miles de personas. Trabajaban en tres hospitales al mismo tiempo, de noche o de día, lo que fuera necesario», cuenta Fouani. Precisamente, Sara Salloum, responsable de enfermería en el hospital, recuerda que uno de los momentos más críticos se vivió tras la explosión simultánea de ‘buscas’ de Hizbulá, que dejó 11 muertos y 4.000 heridos, desbordando los hospitales. «Recibimos miles de pacientes a la vez, todos con el mismo tipo de heridas y no había suficientes especialistas, como cirujanos de mano o de ojos, para atenderlos. Debido a eso, muchos de ellos perdieron la vista».
Mona Abouzeid, directora de la Administración del Hospital Hikmat Al-Amine / ZOWY VOETEN
Sin embargo, no solo la falta de profesionales complicó la atención a los heridos por los bombardeos y a pacientes con enfermedades crónicas, sino también la escasez de combustible al inicio de los ataques. «Pasamos de contar con 4.000 litros a 1.000 litros, y no había nadie que pudiera entregarlo. Hubiéramos tenido que detener las operaciones y cerrar el hospital», explica Mona Abouzeid, directora de la administración del hospital.
La vida después de la guerra
La magnitud de los bombardeos se suele medir en heridos y muertos, pero incluso cuando la intensidad de los ataques disminuye, las consecuencias de la guerra se ciernen sobre las vidas de los supervivientes que han sido testigos del horror, han perdido sus hogares y han sido expulsados de sus tierras.
El hospital Hikmat al-Amine, no ha dejado de recibir pacientes incluso después del alto el fuego, con proyectos para tratar la salud mental de la población. «Esto es lo más importante ahora, porque la gente está sufriendo, está muy estresada, muy ansiosa y los niños están en una situación muy difícil», asegura Salloum. Estas iniciativas, las de caracter psicológico y social, así como las relacionadas con las mujeres y la infancia, nacen de la cooperación entre entidades catalanas y el Socorro Popular Libanés, una asociación secular y civil que gestiona este hospital y otros centros sanitarios y de acogida de refugiados en Líbano.
Ali Moussaoui, presidente del alivio popular libanés. / ZOWY VOETEN
«Para nosotros, es un orgullo ser una organización civil, y trabajamos para todos los libaneses, sin discriminación. No hacemos distinción entre libaneses, sirios o refugiados palestinos«, explica Ali Moussaoui, presidente del Socorro Popular Libanés, quien también destaca la dificultad de trabajar en un país con fuertes divisiones regionales, políticas y sectarias. En ese sentido, Moussaoui explica que el hospital es la joya de la corona de su organización, pero que cuentan con 22 centros de ayuda y refugio en diferentes puntos del país.
El espejismo de un alto el fuego y un futuro incierto
Tras una guerra que se ha cobrado la vida de más de 4.000 personas, Israel y Hizbulá, pactaron un alto el fuego el pasado 27 de noviembre. Sobre el papel, los ataques deberían haber cesado, pero la realidad es otra. El Ejército israelí se mantiene en los pueblos de la frontera sur del país y ha llevado a cabo nuevos ataques, tanto en la región meridional como en Beirut, la capital libanesa.
«Hay un alto el fuego, pero no es real, nosotros seguimos viviendo en medio de esta guerra. Israel sigue atacando el Líbano y cada día hay 4 o 5 ataques. No solo en el sur, también en el Valle de la Becá e incluso en Beirut», asegura Abouzeid. «Es un alto el fuego falso, porque una de las partes del conflicto lo respeta, y la otra parte, Israel, no lo respeta«, añade Fouani.
A pesar de todo, el alto el fuego ha brindado al Líbano una estabilidad suficiente para salir de un bloqueo político de casi tres años y formar un nuevo gobierno encabezado por Nawaf Salam. No obstante, aún es pronto para saber si esto mejorará la perspectiva del país. «No soy optimista con la situación, porque Israel sigue llevando a cabo ataques continuos, tenemos graves problemas internos y en las fronteras norte y este hay un nuevo régimen en Siria, que puede tener efectos negativos en la situación del país», sentencia Ali Moussaoui.
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