‘haz lo que te marca el corazón por encima de todo y encontrarás la felicidad’”








Las amantes de los libros, las enamoradas de la literatura, nos reconocemos al instante. Al menos, es lo que sentí cuando la cámara se encendió y al otro lado de la pantalla me encontré con el rostro apacible de Carla Gracia. Es doctora en escritura creativa, escritora y profesora.
También es una auténtica amante de Jane Austen, como no. Una de las autoras clásicas más aclamadas de todos los tiempos. El próximo 16 de diciembre será el 250 aniversario de su nacimiento, pero sus historias siguen resultándonos tan cercanas como cuando se publicaron.


Carla Gracia no solo adora la literatura de Austen, sino que ha sabido reconocer entre sus páginas las grandes lecciones que se nos escapan de sus clásicos. Quizá, porque muchos siguen considerando las obras de Austen como “literatura femenina”, como si el calificativo le restara importancia o la confinara a un universo inferior, un universo de mujer. Quizá, porque no nos paramos a leer los clásicos con la idea de que puedan enseñarnos algo sobre el presente, sino con predisposición tediosa de echar un vistazo al pasado.
Sea como sea, Carla Gracia ha sabido ver lo que muchos ignoran. Que Jane Austen sigue siendo actual, y que puede darnos grandes lecciones sobre libertad, autenticidad, feminismo y felicidad. Ella misma ha seguido la senda de sus enseñanzas, que ahora comparte en su nuevo libro, Cambia tu vida con Jane Austen.
-¿Cómo nace la idea de este libro sobre Jane Austen?
Jane Austen ha sido desde siempre mi autora favorita. Cuando entras en sus libros es como si pudieras aislarte del mundo, de los estímulos que te rodean y de la presión. Y te quedas allí, en lo esencial. Siempre me ha ayudado.
Cuando diagnosticaron de autismo a mi hijo hace tres años, estaba en los peores momentos. Y cuando estás así, vas a lo esencial, a los clásicos. Evidentemente hacía terapia, buscaba todos los medios para estar bien, pero era en la lectura donde encontraba ese espacio de paz, de calma.
-También es una autora de la que podemos aprender mucho.
Sí. De hecho, me di cuenta de que, aunque siempre había leído Jane Austen, estudié en Bath y recorrí sus calles y me empapé de ella, en realidad no la conocía. No había puesto sobre la mesa sus valores, todo lo que aportaba. Siempre me había quedado con la historia y en realidad hay un montón de valores importantes en su obra y vida.
Por ejemplo, cuando pasó esto con mi hijo, yo tenía una carrera en la universidad, ya tenía una plaza, me había costado mucho lograrlo y tuve que dejarlo para cuidar de él. Y te das cuenta que lo esencial es eso. Lo esencial es que los tuyos estén bien, que tú estés bien, que tengas esa vida íntima, privada, cuidada, contigo misma y con los que quieres.
Y eso Jane Austen lo tenía clarísimo. Su obra es una constante crítica a la superficialidad, a la clase social, al dinero porque sí, y me encantaba esa libertad de hablar de ese momento que no estás haciendo nada en casa, que a lo mejor solo estás leyendo, que no es un momento productivo para la sociedad y que es maravilloso. Y me ayudó mucho.
-Esa cotidianeidad que tanto tiende a despreciarse.
Sí. La idea del libro surgió, de hecho, de una conversación con Francesc Miralles, que es muy amigo mío. Yo estaba super indignada porque hay una plataforma de streaming, que tiene un apartado titulado ‘cine de tacitas’. Y cuando lo leí, pensé, ¿qué es eso de cine de tacita? Eran todas las novelas de Jane Austen, y me pareció indignante.
Jane Austen era super reinvindicativa. Ella reinvindicaba la libertad, la importancia del cuidado. De cuidarte a ti y de cuidar a los demás. De lo cotidiano. De poner atención al hacer un pastel no para servirlo, sino por el simple hecho de hacerlo. Era como una maestra zen de su época. Y entonces fue cuando hablé con Francesc Miralles, que es muy amigo mío, y me dijo: “Es que tenemos que hacer un libro de esto, no puede ser”.
-Una de las grandes lecciones que destacas en tu libro es la autenticidad. ¿Cómo nos enseña Jane Austen a ser auténticas?
Todas las heroínas de Jane Austen renuncian a muchas cosas para ser ellas mismas. Y eso en el día a día nos cuesta mucho. Siempre intentamos gustar, hacer aquello que los otros esperan de nosotros. Incluso aquello que nosotros pensamos que ellos esperan. A veces nos equivocamos.
Y así vamos dando tumbos hasta que algún día pasa algo importante, extremo, y nos damos cuenta. “Ostras, tampoco me queda tanto de vida o la vida que tengo la quiero vivir yo”, pensamos. Cuando renuncias a aquellos que no te quieren por lo que eres, todo cambia. Y eso Jane Austen lo tenía clarísimo.
Persuasión es mi novela favorita, fue la última que escribió y en ella hacía balance de su vida y de las segundas oportunidades. Hablaba de la heroína que en su momento se dejó llevar por lo que decían que tenía que hacer y le aconsejaron que no se casara con quien era su amor. Lo dejaron y cada uno hizo su vida. Él se fue al mar y, al principio, no tenía dinero, pero luego volvió siendo un almirante y habiendo madurado. Y se dieron otra oportunidad.
Es muy bonito, porque lo decidió ella. No fue según lo que el entorno le dijo, sino que ella decidió que, aunque esto supusiera romper con su familia, quería esa vida.
-Es casi como si la autenticidad fuera un camino hacia la libertad. ¿Es esa otra lección de Austen?
Sí, y esto es constante. A mis alumnos de escritura muchas veces les pongo el principio de Orgullo y Prejuicio, y les pregunto, ¿de qué tema universal habla esta obra? Y todos dicen de amor.
Pues no, no habla de amor. Habla de libertad.
Jane Austen siempre habla de la necesidad de una libertad interior y de llegar al amor desde esta libertad. Ella misma estuvo a punto de casarse con un amigo de la familia muy próximo, que era muy rico y además era el hermano de sus mejores amigas.
La posibilidad de casarse con él implicaba que ella por fin tendría una seguridad económica, así como la seguridad de su hermana mayor, que había estado a punto de casarse, pero su pareja murió. También le garantizaría la protección de su madre, porque entonces las mujeres no tenían nada.
Entonces podía proteger a su hermana, a su madre y a ella misma con un hombre que conocía desde pequeña, que era el hermano de sus amigas. Estaría siempre cerca de sus amigas. Primero dijo que sí. Y al día siguiente, cuando se despertó, después de una charla con su hermana Cassandra, tiró atrás el compromiso.
Y lo hizo, así lo dice en una carta, porque una relación sin amor no tiene sentido. Siempre busca en tu corazón, porque lo demás son mentiras.
Esto en su época era muy arriesgado, porque ahora podemos trabajar, pero ella en su época no podía trabajar. No sin denigrarse, sin obligar a que su familia no pudiera hablar con ella. Estaba muy penalizado que la mujer de cierta clase social trabajara. Solo podía casarse. Así que arriesgaba su propia supervivencia. Pero la libertad y la posibilidad de ser fue superior en ella.
-¿Cómo podemos encontrar la fuerza para ser tan valientes como los personajes de Jane Austen, y como ella misma lo fue?
La clave está en algo que vemos en las novelas de Jane Austen, y es que el coraje siempre tiene recompensa. Sus heroínas se deciden por la verdad, no por lo que toca hacer. Hacen lo que sienten, y siempre acaban recompensadas con el amor, con la paz, con una vida tranquila.
Ella nos dice: “Tú haz lo que te dice y lo que te marca el corazón por encima de todo, y encontrarás la felicidad”. Y esa es una esperanza maravillosa.
No dice que hagas lo más fácil, no te dice que tendrás el castillo de tus sueños, pero encontrarás el amor. Y tampoco es insensata. En Mansfield Park la madre de Fanny Price, que es la protagonista, se va con un hombre que no tenía seguridad económica y terminó con muchos niños a los que no podía alimentar. Por tanto, te dice: “Vigila. Sí, es cierto que necesitas una estabilidad económica. Pero que el amor no dependa del dinero. Búscatelo tú misma, busca un espacio, un hogar para ti, y luego sé libre”.
-¿Fue así en tu caso?
En mi caso, por ejemplo, en el momento en que yo decidí dejar el mundo más económico, más de la empresa, y dedicarme a la escritura, fue un poco pensado. Yo guardé un dinero, ahorré y me fui. No tenía niños, no tenía hipoteca, en ese momento podía hacerlo.
Con niños probablemente te lo piensas más pero, aun así, ¿qué les quieres transmitir a tus hijos? ¿Que podrán ir a esquiar o que su madre estará feliz cada día cuando se levante por la mañana? A veces damos valor a cosas que no son tan importantes de transmitir a nuestros hijos.
Yo cuando renuncié era responsable de comunicación de una marca de vestidos de novia. Vivía un mundo en el que se casaban princesas, famosas y yo iba arriba y abajo. Pero pensaba, ¿qué estoy haciendo? Estoy promocionando que gente se endeude por un vestido que van a utilizar un día en su vida. Es algo que no haría yo, ¿por qué lo estoy haciendo?
Ganaba muchísimo dinero y lo dejé con un poquito de ahorros para irme a vivir al campo con 400 euros al mes. Pasaba por una cafetería y no podía entrar a tomarme un café, pero era libre. Y eso me hacía tan feliz. Iba andando por el campo, tenía tiempo. Me acuerdo de que mi madre me vino a ver y me quería invitarme a unas vacaciones de verano. Y yo pensaba, ¿para qué? Estoy súper feliz aquí, no necesito más vacaciones que esta vida que tengo.
-¿Puede Jane Austin darnos también una lección de feminismo?
Sí, muchísimas. Pienso que Jane Austen era maravillosa en ese sentido, porque el suyo era un feminismo de raíz. No era un feminismo en contra de nadie. Era un feminismo que decía mientras las mujeres no podamos trabajar por nosotras mismas, dependemos de los hombres. Y eso quiere decir que nosotras no podemos aportar y que somos esclavas.
Lo reivindica de modo más sutil primero, pero en Persuasión lo dice directamente. Hay una frase en la que un hombre critica a las mujeres que buscan marido en Bath, que era un sitio típico de ir a buscar marido. Y ella dice: “pero, ¿qué quieres que hagan? Es la única manera de asegurar su futuro económico si no nos permitís trabajar”.
Ahora seguimos igual. Nos parece que no, porque podemos trabajar, pero si lo miramos de cerca el trabajo no nos permite pagarnos una vivienda para nosotras solas. Por lo tanto, dependemos de una pareja. Por lo tanto, estamos ligados más allá del afecto o del amor al otro. Es una relación económica. Pero es que cuando llegan niños, económicamente es peor.
Quien se reduce jornadas y quien pide excedencias es la mujer. Y eso, además, hará que tengan menos jubilación o de cualquier tipo de prestación. Todo ese tiempo que has estado cuidando a los niños, a tus padres, a los padres de él… no tiene ningún apoyo. Y cuando tú quieres decidir, por ejemplo, separarte, no puedes. Esto es indignante.
Jane Austen decidió no casarse y no tener hijos. Porque en esa época un 50% de las mujeres morían en los partos. Vio a muchas de sus amigas morir. Es muy fuerte. Y ahora no se valora la maternidad.
Se valora la crianza, se valora a los niños. Pero la maternidad no. Tienes los niños y a trabajar porque ya estás bien, tienes que estar en forma, tienes que estar guapa, no te tienes que engordar…
Eso no lo valora nadie. Por lo tanto, parece que nuestro mundo sea igualitario, pero en la base no lo es. Jane Austen se atrevió en 1700, principios de 1800, a decir cosas que eran muy graves en esa época. Y, además, a firmarlo con un seudónimo de mujer. George Elliot o las hermanas Brönte siempre firmaron con nombre de hombre.
Ella firmó ‘By a lady’. Quiso ser mujer en todo momento y reivindicar que las mujeres también escribían. Y además no se mantuvo en el anonimato toda su vida, sino que al final también dijo que ella era ‘By a lady’. Por lo tanto, yo creo que fue súper valiente en su época.
-Si alguien nos está leyendo y se siente perdido, siente que necesita un cambio y no sabe por donde empezar, ¿qué consejo le darías?
Leer el libro [risas]. En general, leer. Porque leer es un principio. Yo creo que muchas veces nos sentimos perdidos porque nos hemos perdido en el otro o en la comunidad. Entonces, empezar a leer y darte un pequeño espacio para ti, de ahora leo, ahora estoy conmigo misma, eso ya es un principio.
Luego ir haciendo lo que propone el libro, estos pequeños ejercicios, que implican dedicar un tiempo a ti mismo, a parar la vida. ¿Qué necesito? ¿Por qué me siento perdido? ¿Qué es lo que no me gusta de mi vida? Porque no es todo, es algo concreto.
Y cuando nos salimos de esa niebla terrible, de pensar que la vida es un rollo, que todo es igual, que no podemos cambiar nada, todo se aclara. Y decimos ¿qué es lo que no me gusta?, ¿no me gusta mi trabajo?, ¿no me gustan mis amigos?, ¿los hábitos?, ¿mi cuerpo?, ¿qué es lo que no me gusta?, ¿y cómo puedo cambiarlo? Entonces se vuelve todo más manejable y empiezas a sentir que puedes manejar tu vida.
Yo creo que el principal problema que tenemos hoy es ese, el sentirte perdido porque no estás conectado contigo mismo, porque no nos damos espacio a nosotros mismos. Nos da miedo estar en silencio, estar solos, estar simplemente leyendo.
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