Isabel Celaá, embajadora en la Santa Sede: “Al Papa Francisco no le gustaba ser calificado como progresista ni conservador”

Cuenta la embajadora de España ante la Santa Sede, Isabel Celaá, que el Papa Francisco decía que acompañaba hasta la puerta a las visitas oficiales al Vaticano por dos motivos: para asegurarse de que se marchaban de verdad y de que no se dejaban nada. Ese sentido del humor, y la sonrisa como forma de llevar el pontificado, es uno de los aspectos de la personalidad de Jorge Mario Bergoglio, fallecido este lunes, que subraya Celaá en conversación telefónica con EL PERIÓDICO. La última vez que habló con él fue poco antes de que entrara ingresado por una neumonía en el hospital Gemelli de Roma.
Isabel Celaá (Bilbao, 1949) ha sido la jefa de misión en el Vaticano durante las visitas el año pasado de la vicepresidenta Yolanda Díaz y, después, de Pedro Sánchez. La personalidad política del Papa Francisco era una oportunidad de oro diplomática para el Gobierno progresista de coalición. Argentino y de visión claramente progresista, él, sin embargo, rechazaba definirse como tal o como conservador. Simplemente, dice la también ex ministra de Educación, estaba cerca de los asuntos de la calle, ya fueran las guerras, el cambio climático o la igualdad de género. El Gobierno ha decretado tres días de luto nacional.
¿Cómo han sido las relaciones hispano-vaticanas estos años? Las relaciones con el gobierno de España han sido muy fluidas, más allá de dimes y diretes de gente ajena. Los encuentros del Papa con el presidente Pedro Sánchez [el primero en 2020 y el segundo 2024] Se han ido muy bien. No se limitaron a un «hola cómo estás», pero hablaron sobre los desafíos contemporáneos. Las relaciones bilaterales han sido buenas.
¿Aprovechó España su carácter progresista? A este papa no le gustaba ser calificado como progresista ni como conservador, era un gobernante al que le interesaban los desafíos contemporáneos. Habló de forma muy clara en relación al cambio climático o la presencia de las mujeres en la iglesia. Hizo cambios importantísimos, como situar a las mujeres donde no se habían visto antes. Ahora mismo, la gobernadora de Ciudad del Vaticano es una mujer, Rafaela Petrini.
El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, el Papa Francisco y el embajador español en el Vaticano, Isabel Celaá, durante una audiencia en la Biblioteca Apostólica del Vaticano, el 11 de octubre de 2024, en la ciudad del Vaticano / Vatican Media / Europa Press / Europa Press
¿Cree que le hubiera gustado llevar el cambio más allá? Seguramente. Él tenía el concepto del sínodo como elemento activo de una Iglesia en marcha, que ha ido profundizando. Ha entrado en las formas de actuar de la Iglesia. Él quería una Iglesia del pueblo y para el pueblo, quería eliminar la pompa, odiaba el clericalismo. Será difícil que la Iglesia de ahora vuelva a ser la de antes. También quería cambiar lo litúrgico. He escuchado que dijo que pidió un solo ataúd de madera, y no los tres que se suelen utilizar.
Si la relación era tan buena, ¿por qué no visitó España? Él no iba a muchos sitios, por ejemplo de Europa. Decía que, como los viajes iban a ser limitados, iba a elegir lugares lejanos, a los que no se solía ir. Por ejemplo el viaje a Mongolia del que habla Javier Cercas en su reciente libro. Fue a Oceanía, a Papúa Nueva Guinea, lugares a los que generalmente los Papas no habían viajado antes. Pero sí tenía en la cabeza haber venido a Canarias, o a Lampedusa.
¿Por ser clave en la cuestión migratoria? Por ser lugares donde su presencia iba a tener un sentido de acompañamiento. El propio presidente del gobierno le invitó a venir a Canarias. La relación ha sido fluida porque el Papa Francisco ha mirado de cerca el mundo que vivió de cerca. Sabía leer la contemporaneidad, sabía leer a los medios de comunicación. Era un hombre con experiencia que ha vivido experiencias muy graves, como la Argentina militarizada. Y que, como jefe provincial de los jesuitas, conocía las tareas de gobierno.
¿Había sintonía en la política internacional? Se reunió con el Presidente, con Félix Bolaños, con la vicepresidenta Yolanda Díaz, y todos los encuentros con el gobierno de España han sido muy positivos. Él siempre tenía mucho que decir, desde esa perspectiva, ha habido un gran entendimiento: en los abusos de la Iglesia, en la acogida de inmigrantes, en igualdad de derechos de mujeres y hombres, y en términos de cuidados del planeta.
¿Cuándo habló con él por última vez? La última vez que hablé con él fue poco antes de que entrara en el Hospital Gemelli. Yo le acompañaba antes de que entraran las visitas oficiales.
En privado, ¿hablaba del giro hacia la derecha de la política internacional, de lo que llaman internacional reaccionaria? Lo hacía también públicamente. Ayer mismo, en el Urbi et Orbi habló sobre inmigración o sobre la preocupante extensión del antisemitismo.
Y sobre Gaza… Siempre hablaba de la “martirizada Ucrania” y la “ensangrentada Gaza”. Hablaba con la parroquia de Gaza a diario, y sobre el hambre de Gaza. Pero también de otros conflictos olvidados como Yemen, Sudán o el Congo. Él era ecuménico, hablaba para todo el mundo.
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