Israel arma en Gaza a milicias del Estado Islámico sospechosas de robar la ayuda humanitaria
Era un secreto a voces desde hace algunos meses, pero ha dejado de serlo. Israel está armando en Gaza a grupos criminales vinculados al Estado Islámico (ISIS) que operan bajo la protección de los militares israelíes, supuestamente con la intención de crear un alternativa política a Hamás. Así lo ha afirmado este jueves el exministro de Defensa israelí, Avigdor Lieberman, una información confirmada después por fuentes de la seguridad hebrea citadas por ‘The Times of Israel’. “Israel ha suministrado rifles de asalto y armas ligeras a familias criminales de Gaza bajo la dirección de Netanyahu”, ha dicho el exministro, ahora en la oposición. “El jefe del Shin Bet lo sabe, aunque no estoy seguro que lo sepa también el jefe del Estado Mayor del Ejército. Estamos hablando del equivalente al Estado Islámico en Gaza”, añadió Lieberman.
La oficina del primer ministro Netanyahu respondió sin negar las afirmaciones del líder de Yisrael Beiteinu, un partido conservador con arraigado entre los israelíes de origen ruso. “Israel está actuando para derrotar a Hamás de varias y diferentes maneras, bajo la recomendación de los jefes del aparato de seguridad”, sostuvo en un breve comunicado. Por escandalosa que pueda parecer, la iniciativa, encaja bien con la forma de operar de Netanyahu, sobre el que pesa una orden de busca y captura del Tribunal Internacional de Justicia por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad en Gaza. Durante años, el dirigente ultranacionalista promovió a Hamás con la intención de dividir políticamente a los palestinos, socavar al gobierno de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en Ramala –opuesto a la resistencia armada—e impedir en última instancia la creación de un Estado palestino.
Esta vez parece, sin embargo, que la intención sería convertir lo que quede de Gaza en una nueva Somalia. No en vano, los clanes con los que estaría trabajando el ejército israelí son conocidos en la Franja por su historial criminal, ligado al tráfico de drogas, el robo y la extorsión. Incluidos los saqueos de parte de la ayuda humanitaria que solía entrar en la Franja hasta que Israel cerró a cal y canto sus fronteras el 18 de marzo, un bloqueo solo mínimamente aliviado que ha puesto a los más dos millones de palestinos del enclave al borde de la hambruna, con casi medio millón en situación “catastrófica”, según la Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (IPC).
Clanes criminales
Uno de los clanes está liderado por Yasser Abu Shabab, conocido por su oposición activa a Hamás y sus conexiones con el ISIS en el Sinaí egipcio, que habría recibido de Israel rifles kalashnikov “como parte de los esfuerzos para potenciar a los grupos de la oposición en la Franja”, según ‘The Times of Israel’. Abu Shabab cumplía condena en Gaza por contrabando de drogas, pero escapó de la cárcel en las primeras semanas del asalto en curso después de que las fuerzas israelíes bombardearan las prisiones del enclave. Una vez en libertad, organizó una milicia compuesta por miembros de su clan, exagentes de la seguridad ligados a Al Fatah y expresidiarios cercanos al ISIS y a Al Qaeda, dos organizaciones a las que Hamás ha perseguido sin miramientos durante años para evitar que le hicieran sombra.
Esas milicias han estado operando tanto en Rafah como en la llamada “zona de seguridad” del perímetro de Gaza, completamente arrasada por las fuerzas ocupantes. En los últimos días, de hecho, periodistas palestinos han publicado varias fotografías de esos milicianos operando en las zonas bajo control israelí. Armados, con chalecos tácticos y cascos con la bandera palestina.
Pero la cosa se complica un poco más porque, según varias fuentes, estos grupos de palestinos al servicio del Ejército israelí estarían trabajando ahora para proteger a los pocos camiones que entran con ayuda humanitaria, la misma que durante muchos meses se dedicaron a saquear. A finales del año pasado, una investigación de The Washington Post concluyó que parte de la ayuda estaba siendo robada por grupos armados y clanes criminales que “operan con libertad en las zonas controladas por el Ejército israelí”. Entre otras fuentes, se apoyaba en un memorando interno de Naciones Unidas donde se decía que estos grupos “podrían estar beneficiándose de la pasividad, si no la activa benevolencia” o “protección” de los militares de Netanyahu. El informe añadía que el líder de una de estas bandas armadas llegó incluso a establecer un “complejo de tipo militar” en una zona “restringida, controlada y patrullada por las Fuerzas de Defensa de Israel”.
En uno de esos ataques a punta de pistola, en noviembre del año pasado, fueron saqueados 98 de los 109 camiones con ayuda de la ONU, según denunció entonces la organización. Lo más perverso de todo es que Netanyahu sigue responsabilizando públicamente a Hamás, cuyas fuerzas de seguridad han acabado con varios miembros de estos grupos criminales en los últimos meses, del pillaje de la ayuda para la hambrienta población gazatí.
Esa fue, de hecho, su principal justificación que aportó para cambiar el efectivo sistema de distribución que lideraban hasta hace unas semanas las agencias de la ONU. Lo reemplazo por otro bastante más caótico e ineficiente, liderado por grupos de mercenarios estadounidenses y una fundación fantasma. Varios días ha estado cerrado y, entre medio, más de un centenar de palestinos que esperaban las ayudas han sido asesinados por los militares israelíes. Y todo, mientras la población –decimada, bombardeada y desplazada– se muere de hambre.
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