Israel está tratando de que el mundo vea a los palestinos como meros terroristas, y no lo somos

El Palacio de Pedralbes fue testigo el 11 de abril del ‘Diálogo entre los beneficiarios de los fondos de la Unión por el Mediterráneo (UpM): desarrollo al servicio del desarrollo’. Organizado por la Unión por el Mediterráneo (UpM), el encuentro sirvió para reflexionar sobre los programas de subvenciones del organismo que apoyan el empleo y el espíritu empresarial, especialmente en los países del sur y el este del Mediterráneo. Entre los asistentes más reconocidos, se encuentra Olga Batran, directora del ‘hub’ de innovación de la Universidad de Berzeit en Cisjordania. En la entrevista concedida a EL PERIÓDICO, además de explicar los principales retos empresariales y de innovación de la región, Batran comparte las transformaciones que el sector y la vida cotidiana han sufrido después del 7 de octubre.
¿En qué consiste el programa ‘Mujeres y jóvenes impulsores de la transformación sostenible’?
Nuestro proyecto tiene como principales objetivos tanto formar a mujeres y jóvenes en los principios y promoción de la transformación verde, como impulsar productos, medidas y recursos ‘verdes’ en las pequeñas y medianas empresas de nuestro entorno. De esta manera, atajaremos dos retos. Por una parte, las empresas serán más sostenibles, y por otro, los jóvenes adquirirán herramientas con las que no solo serán queridos como meros trabajadores, sino como principales impulsores de las políticas verdes ya establecidas en las empresas. Es un programa crucial para los en tres países en los que se implementa: Jordania, Túnez y Palestina.
Uno de los principales promotores del programa es el ‘B-Hub’ de la Universidad de Berzeit. ¿Qué pretende conseguir esta iniciativa?
El grupo se creó en 2017 tratando de consolidar los avances que hasta ese momento había conseguido la universidad en el apoyo de la economía local y la reducción de pobreza. Desde su establecimiento, ha sido un instrumento dirigido a paliar los problemas económicos más graves de la zona. Son dos los principales problemas que tratamos de atajar con las empresas. Por una parte, la insostenibilidad de los pequeños comercios que promulgan actividades dañinas para el medioambiente y la transformación. Y por otra, el alto índice de desempleo que nuestra población sufre.
Desde un punto de vista económico, ¿cuál es el principal obstáculo para el comercio en Cisjordania?
Son claramente dos, los altos costes de las operaciones y la baja calidad de los productos. Tenemos que lidiar con costes exorbitados tanto en materias primas como en la logística y, además, no somos competitivos a la hora de producir. Los elevados costes de hacer negocios y una calidad de producto que deja que desear son escollos que tenemos que superar.
¿Cómo afecta la situación política a las labores del ‘hub’ y el programa?
Nos afecta de muchas maneras, pero si algo tengo claro es que en Palestina estamos obligados a ser flexibles y tener capacidad de adaptación. No se trata sobre lo que queremos o no, la realidad es la que es. Debemos de amoldarnos a lo que nos depare cada momento y situación.
¿Cree que sus iniciativas pueden influir positivamente en el conflicto político?
La situación política es muy difícil, no sé qué va a pasar o si podemos influir en algo. Lo que sí que creo es que desde el ‘hub’ trabajamos para que los problemas del día a día de nuestra región mejoren, que la gente tenga una mejor situación económica para poder salir de la pobreza y vivir en unas condiciones dignas. La política es algo a largo plazo, nosotros tratamos de centrarnos en los problemas y retos del ahora.
¿Cómo ha cambiado la vida en la universidad desde el 7 de octubre?
Son muchas las cosas que han cambiado. Antes de que esta nueva ofensiva comenzara, sólo había dos áreas aisladas entre sí, Gaza y Cisjordania. Poco después de la crisis, dividieron Cisjordania en tres áreas aisladas (norte, centro y sur), y con el tiempo la situación ha ido a peor. Ahora mismo estas tres áreas han sido subdivididas en muchos más territorios aislados, haciendo el movimiento entre estas prácticamente imposible. Esto se traduce tanto en una pérdida directa de alumnado, al no poder desplazarse, como en un replanteamiento de las estrategias empresariales.
Y más allá de la universidad y las empresas, ¿cómo es el día a día en Cisjordania?
Difícil, no voy a mentir. Ahora mismo el color de nuestras vidas es el negro. Yo prefiero no salir de Ramala. Tratar de moverse es peligroso. No podemos ir ni al norte ni al sur. Esto es la situación en Cisjordania claro, todos sabemos cómo está Gaza ahora mismo.
¿Cree que iniciativas como la suya pueden ayudar a cambiar la imagen que el resto del mundo tiene sobre Palestina?
Este es un tema que me afecta especialmente. Israel está tratando de que el mundo vea a los palestinos como meros terroristas, y no lo somos. Amamos vivir, amamos la paz, y amamos una convivencia y una actividad económica estable como los que más. Históricamente, el pueblo palestino ha sido uno de los mayores promotores de la actividad económica y empresarial. De hecho, los chinos siempre han considerado la ciudad de Hebrón como un ejemplo de epicentro comercial. Por ello, lo que nos hace falta es un ambiente apropiado para que nuestra actividad económica florezca. Nuestros jóvenes solo quieren acceso a una educación de calidad, poder practicar deportes, o tener espacios de entretenimiento, eso es todo. Queremos vivir en un territorio tranquilo y creativo que nos permita desarrollarnos, nada más. La imagen que recibís no es real. Queremos sonreír, y si lloramos, queremos llorar porque una película nos emociona.
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