Juan Carlos I, rey de España
Celebramos estos días que hace cincuenta años éramos hermosamente jóvenes, que estrenábamos tiempo nuevo, que no pudieron con nosotros ni el odio, ni la revancha, ni la venganza, ni tampoco el inmovilismo, la nostalgia del pasado, el autoritarismo, la desigualdad, la ira o la maldad. Franco murió y lo enterraron, y su época con él. Y aunque hubo largas colas para despedirlo, tras él se fue su régimen, y los que éramos tan jóvenes entonces, recordamos cómo se abrió paso la esperanza sostenida por aquellos grandes hombres de la transición, políticos enormes que consiguieron la libertad para una España que llevaba mucho tiempo mereciendo.
[–>[–>[–>Llega hoy y nos hurtan a Juan Carlos. Qué gran error, qué acomplejamiento tonto, qué escupitajo a la historia. Su temperamento mujeriego y al fin un elefante y Corinna han logrado, esos sí, ganar el relato y borrar todo lo que el rey hizo por España. Él, su equipo y su voluntad férrea de traer la democracia son los responsables de que hoy estemos donde estamos y efectivamente que su hijo, ese impecable monarca, este donde está. Templado, prudente, con criterio le parece a una Felipe VI, aunque, sean cuáles sean los reproches que pueda hacerle a su padre, es muchísimo más lo que le debe. Lo mismo que está democracia, que hoy le ha negado más de tres veces. El comportamiento privado reprochable que haya podido tener no puede ensombrecer su altura histórica. Pero interesa muchísimo a quienes quieren acabar con el estado que nos dimos los españoles en la transición, envilecer su figura para envilecer así sus logros.
[–> [–>[–>Y termino recordando aquellas pegatinas que colocábamos en nuestras recién estrenadas carpetas universitarias. Juan Carlos I, rey de España, sobre la bandera. Supo defenderla de la intransigencia y de quien, como ahora, desde otros ángulos políticos quiso reventarla. De ningún modo se merece su injusto destierro.
[–>[–>[–>
Suscríbete para seguir leyendo
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí