La colisión de dos buques chinos en una peligrosa maniobra frente a un barco filipino tensa la relación entre Pekín y Manila
Es la historia de un oprobio contada en tres actos desde la cubierta de una patrullera filipina. En el primero se aproxima a toda velocidad un barco de la guardia costera china con el amenazante cañón escupiendo agua y, cuando la agresión es inminente, una inmensa masa blanca salida de la nada se interpone entre ambos. Son las 7.500 toneladas del destructor Guilin del Ejército de Liberación Popular. El ángulo impide ver la colisión pero se intuye su fuerza. En el segundo se aprecia el primer barco chino milagrosamente a flote con un amasijo de hierros por proa. Termina con un marinero filipino ofreciendo auxilio médico o mecánico a sus atacantes.
Ocurrió este lunes en las aguas que rodean el arrecife de Scarborough, uno de tantos de los que se discuten Pekín y Manila. El jefe del Ejército filipino, Romeo Brawner Jr., ha acusado a China de romper el acuerdo de 2012 por el que ambos se comprometieron a alejar sus barcos de guerra de la zona. «Nosotros no recurrimos a tácticas agresivas así que dejamos que China se salga con la suya aunque podemos protestar. Pero ahora que su Armada está allí, es una cuestión diferente», ha añadido.
Son ya litúrgicas las versiones esquizofrénicas tras los encontronazos. Esta vez falta la de China, probablemente abochornada y deseando que el mundo lo olvide cuanto antes: no abundan los precedentes de barcos de un país colisionando entre sí cuando atosigan a otro. Los expertos se han esforzado en explicarlo. Quizás las naves chinas intentaban aprisionar a la filipina como un bocadillo para castigarla sin compasión con su cañón de agua a corta distancia. Pero esa maniobra exigía un acercamiento del destructor en paralelo, y no en perpendicular, así que falló la lógica o la pericia. En cualquier caso, coinciden los analistas, los tripulantes chinos pueden considerarse muy afortunados de que su barco no se fuera al fondo del mar. Pekín no ha informado de ningún herido a pesar de que las imágenes previas a la colisión muestran a varias personas en cubierta.
Riesgo de conflicto irreparable
Ha sorprendido la cercanía del destructor al arrecife. China los mantiene en alta mar, supervisando lo que ocurre en las aguas que reclama como suyas, y sólo los acerca en situaciones complicadas. No parece que un diminuto barco filipino que distribuía ayuda a las pescadores exigiera la intervención de un destructor cargado de misiles de larga distancia y diseñado para cruentas batallas. El episodio subraya el riesgo del que alertan los analistas: que una maniobra mal medida desemboque en un conflicto irreparable.
El presidente filipino, Ferdinand Marcos Jr, ya ha advertido de que la muerte de un marinero será considerada como un «acto de guerra». Algunas voces en su país sugieren que la mayor frecuencia y fuerza de los encontronazos con China exigen ya la entrada estadounidense en el conflicto. Manila y Washington, viejos aliados en la zona, tienen un acuerdo de defensa mutua en caso de ataque, y el segundo ha prometido honrarlo. Las turbulencias entre China y Filipinas surgieron tras la llegada al poder de Ferdinand Marcos Jr, hijo del brutal sátrapa, quien jubiló el viejo equilibrio entre las dos superpotencias y se echó en abrazos de Estados Unidos.
Este incidente rompe el periodo de relativa calma tras las conversaciones que mantuvieron el pasado año Pekín y Manila para «restablecer la confianza». Incluso habían solventado ya el enquistado pleito del Sierra Madre, el desvencijado barco filipino varado en un arenal. El abastecimiento de víveres y medicinas a las decenas de sufridos marineros que lo habitan para evitar que China tome el atolón había generado enfrentamientos cada vez más cruentos que amenazaban con salirse de control. Lo ocurrido este lunes revela que las pretensiones territoriales chinas sobrevuelan los acuerdos puntuales y los compromisos de enmienda.
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