La Fuerza Aérea de Estados Unidos estrena el nuevo liderazgo del General Wilsbach con la tarea de modernizar su flota
Un alto comandante de ciberseguridad estadounidense ha emitido una advertencia sobre la amenaza del grupo “Volt Typhoon”, presuntamente vinculado a Pekín, que podría ser el preludio de una guerra total contra la infraestructura clave para Estados Unidos en caso de una confrontación directa. Este escenario de máxima tensión es el caldo de cultivo en el que la maquinaria de defensa norteamericana se ve obligada a acelerar su modernización.
La hostilidad ya se está manifestando en múltiples frentes más allá del ciberespacio. La lucha tecnológica es especialmente intensa en el Pacífico, donde Taiwán ya busca fórmulas para contrarrestar la creciente dominio chino en la guerra con drones. A esta preocupación se suman las acusaciones de Beijing contra la agencia NSA por supuestos ciberataques y un reciente informe de la Fuerza Espacial que destaca la necesidad de desplegar nuevas capacidades para responder a la actividad de China en la órbita terrestre. Ante esto, Estados Unidos está explorando tácticas novedosas, como la posibilidad de que sus aviones cisterna KC-135 puedan lanzar drones en pleno vuelo para ampliar su superioridad aérea.
Ante este escenario, todo el entramado militar de Washington se ha puesto en acción. El Ejército, por ejemplo, ya está trabajando en la producción de nuevas armas láser diseñadas específicamente para neutralizar enjambres de drones, una de las mayores preocupaciones en los conflictos modernos. La directriz es clara: la innovación debe acortar los plazos y llegar al campo de batalla antes de que la tecnología actual se vuelva obsoleta. Esta carrera armamentista se justifica ante los avances del gigante asiático, pues ya se sabe que China dispone de un láser lo suficientemente potente como para derribar satélites, lo que aumenta la amenaza al espacio.
En este complejo tablero de ajedrez, el general Kenneth Wilsbach ha sido nombrado nuevo jefe del Estado Mayor del Ejército del Aire, el vigésimo cuarto en ocupar el cargo. Impulsado por la administración del presidente Donald Trump tras la jubilación anticipada del general David Allvin, Wilsbach enfrenta un gran desafío. El mayor desafío, tal como se publicó en DefensaScoopradica en equilibrar el mantenimiento de la flota actual con costosas inversiones futuras, todo ello en un contexto de financiación limitada lo que nos obliga a tomar decisiones estratégicas de enorme calado.
La hoja de ruta del nuevo Jefe del Aire
El nuevo líder militar se ha comprometido a ser un firme defensor de la programas de armas más avanzados. Su agenda pasa por dar un impulso definitivo a proyectos como el bombardero estratégico B-21, el sistema de misiles nucleares Sentinel y el futuro caza F-47. En esta lista de prioridades destaca el desarrollo de los llamados Aviones de Combate Colaborativo (CCA), que son drones de apoyo pilotados por inteligencia artificial y diseñados para operar junto a cazas tripulados. Este esfuerzo de modernización es una respuesta directa a la evolución de las capacidades y estrategias militares del adversario sobre cómo China pretende contrarrestar los aviones de combate estadounidenses.
La industria de defensa ya ha respondido al llamado del Pentágono. Empresas como Anduril y General Atomics han comenzado pruebas de vuelo de sus prototipos para el programa de drones CCA, un ejemplo palpable de que la carrera tecnológica no se detiene en las oficinas. El objetivo de Wilsbach es precisamente que el tiempo que transcurre desde el diseño de un arma hasta su despliegue operativo se reduzca al mínimo imprescindible.
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