La hora de Europa
El 20 de enero, Donald Trump asumirá el cargo como el 47º presidente de Estados Unidos. A partir de ese momento el mundo cambiará, aunque ya empezó a hacerlo el 5 de noviembre. Si el cambio es bueno o malo lo dirán en el futuro los historiadores, o dentro de cuatro años los votantes, que al final son los que deciden y los que tienen mucho en juego en ello. Por nuestra parte, en Europa, en España, nadie puede dejarse engañar ni sorprender. Respecto a la OTAN y la Defensa Europea, Trump ha sido muy claro desde 2016: «Paga por tu defensa». Y también en cuanto a su postura hacia el no intervencionismo fuera de sus fronteras. Y eso representa una enorme oportunidad para Europa, y en ningún caso debe sentirse como una preocupación, amenaza o problema. El presidente electo ha dejado claro que la factura de la OTAN la pagan todos o no se paga en absoluto. Y Europa y el resto de aliados se han comprometido a alcanzar el 2% del PIB de inversión en Defensa. Y aquellos que aún no lo hayan hecho alcanzarán ese objetivo por etapas a lo largo de los próximos años. El requisito estadounidense ahora puede elevarse al 3%, lo que supone un aumento del 50% en el compromiso. Nada despreciable.
Sin embargo, ese 2% o 3% no puede venir acompañado de un menú de compras de material americano. Esta oportunidad de inversión debe ser aprovechada por los gobiernos europeos para programar de acuerdo con una industria que debe seguir siendo capaz de desarrollar y entregar las capacidades que demandan nuestras Fuerzas Armadas.
Ante esto, Europa no debería considerarlo como una demanda externa, sino como un compromiso propio. Somos socios y la relación debe ser de igual a igual. Y actualmente es de seguimiento, frustración, si no servilismo. Debemos levantar la cabeza, hacer valer nuestras voces y caminar con Estados Unidos en igualdad de condiciones en la Alianza.
Esta exigencia es, además, la oportunidad de oro definitiva para nuestra industria de defensa. No podemos olvidar que estamos hablando de un presidente no intervencionista, el primero desde Carter que no inicia un conflicto armado con terceros países. E incluso volvió a desplegar tropas al final de su mandato (después de despliegues iniciales que aumentaron el número de tropas). Si, como él dice, quiere poner fin a las guerras en Ucrania y Oriente Medio, entonces podemos hablar de una inversión en defensa consolidada que, lamentablemente, no depende de la intensidad de los conflictos internacionales. Las fábricas deberían operar independientemente (aunque no inmunes) de estos conflictos.
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