La hora que nos desvela
Cuando era niña lo del cambio de hora me parecía un capricho de los dioses. A mí me gustaba el horario de verano. Tampoco sabía nada de Franco, ni de su decisión de adelantar nuestros relojes una hora para sincronizar el horario español con el de la Alemania nazi, cuando el nuestro tendría que coincidir, al encontrarnos en el meridiano de Greenwich, con el que hoy tienen las Islas Canarias, Portugal o Reino Unido. Vaya por delante que a mí me gustaría más eso de una hora menos y me gustaría más estar en ese otro huso horario, pero los gustos y caprichos de los dioses, que son dictadores, son vulgares y son sobre todo caprichos.
[–>[–>[–>Todos los otoños surge el debate sobre el cambio de hora, sobre su conveniencia y su necesidad y es algo que hablamos con los vecinos, con las amigas y con la familia y lamentamos que el último fin de semana de octubre, el día se nos queda ciego una hora antes y soñamos con ese verano que se acaba de marchar y que ya está un poco más cerca y con ese nuevo cambio de hora que nos traerá una tarde, se alarga hasta rozar el crepúsculo. Sin embargo, en este octubre parece que el sueño de un cambio de hora que nos acerca al verano se disipa y nuestro presidente sale señalando que lo del cambio de hora es vulgar e innecesario, que la ciencia ha demostrado que nos daña en nuestra salud y que de ahorro energético nada de nada. Y en un principio surge la duda, porque no sabemos con qué horario nos vamos a quedar y eso genera cierto debate, hasta que los que saben nos explican que el bueno para nosotros es el horario de invierno, porque el de verano sería insostenible para algunas zonas de España y se nos queda el tiempo detenido en una tarde que se agota y, como somos buena gente y nos queremos, aunque algunos se empeñen en decir lo contrario, nos hacemos hinchas del horario de invierno y con dolor asumimos que quizá en primavera ya no habrá cambio de hora y la tarde será más breve, pero la vida más lógica.
[–> [–>[–>Y entonces, como cuando niña, me pregunto: ¿Y por qué no volver al huso horario al que por situación geográfica pertenecemos? Porque por mucho que los dictadores se crean dioses, la naturaleza sabe mucho más que ellos y nosotros nada tenemos que ver con la vida que se vive en Alemania y sí con la que se vive en Portugal o en Canarias. Sin duda el debate está en la calle.
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