La infancia cambia de gustos y la tecnología se cuela en la carta a los Reyes Magos
Las calles en las mañanas del 6 de enero y las cartas a los Reyes Magos ya no son lo que eran. Cada vez aparecen menos muñecas, coches o juegos simbólicos y más referencias a consolas, tablets o dispositivos electrónicos. Un cambio que no solo refleja una evolución en el mercado, sino también una transformación profunda en la forma de jugar, relacionarse y crecer de los niños. Psicólogos, docentes, comerciantes y familias coinciden en que la tecnología ha ganado terreno, aunque discrepan sobre si lo ha hecho sustituyendo al juguete tradicional o conviviendo con él.
[–>[–>[–>Desde la psicología infantil, el fenómeno se observa con preocupación. Aarón Guillén, psicólogo que trabaja para el gabinete Gapec y desarrolla también atención online, explica que muchos niños «ya no asocian el juego con exploración, sino con estimulación». Según señala, el juguete tradicional «exige imaginación, y eso hoy cuesta más», mientras que los dispositivos digitales ofrecen «estímulos constantes sin esfuerzo y mucho más llamativos». En su consulta detecta que el juego ha pasado de ser activo a pasivo: «Antes los niños construían reglas, historias y roles; ahora el juego viene dado, cerrado, sin margen de error».
[–> [–>[–>Escaparate de una juguetería. / Álex Zea
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Psicología infantil
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Guillén subraya que la tecnología no es negativa por sí misma, pero advierte de su impacto en cerebros en desarrollo. «Ofrece recompensas rápidas sin necesidad de regular emociones», apunta, y añade que cada vez ve más niños que «se aburren en segundos cuando no hay una pantalla». A su juicio, la gratificación inmediata influye de forma directa en lo que desean: «No es que pidan más tecnología, es que buscan estímulos rápidos». Esa adaptación, señala, tiene consecuencias emocionales: «Menos tolerancia a la frustración, más irritabilidad y dificultades para concentrarse».
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El psicólogo alerta también de la pérdida del juego simbólico, al que define como el espacio donde el niño «ensaya la vida adulta». «Ahí aprende a negociar, a perder, a imaginar futuros posibles. Cuando eso desaparece, el desarrollo psicológico se empobrece», sostiene. Por ello, insiste en que el problema no es regalar tecnología, sino convertirla en el eje de la infancia. «Un dispositivo puede ser una herramienta, pero no debe reemplazar al juego, al vínculo ni a la responsabilidad», concluye.
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El psicólogo Aarón Guillén. / La Provincia
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La psicóloga general sanitaria Patricia Carretero, experta en Psicoterapia Emocional Sistémica, coincide en que el desplazamiento del juguete tradicional no es casual. A su juicio, los niños crecen hoy rodeados de estímulos que captan su atención de forma inmediata. «Cuando un videojuego o una app les ofrece luces, sonidos y recompensas constantes, su cerebro se activa al instante», explica, en referencia al sistema de recompensa y al papel de la dopamina. Frente a esa estimulación continua, añade, objetos como una muñeca o un coche pueden resultar menos atractivos a corto plazo, aunque «sostienen habilidades profundas como la paciencia, la imaginación, el juego simbólico y la conexión con la realidad».
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Carretero subraya que el cambio no está solo en lo que piden, sino en cómo juegan. Antes, recuerda, el juego nacía del aburrimiento y de la capacidad de inventar mundos propios, mientras que ahora muchas experiencias vienen ya diseñadas. «El niño entra en universos creados por otros en lugar de inventar los suyos», señala, y advierte de que evitar siempre el aburrimiento con pantallas «les roba la posibilidad de descubrir qué son capaces de crear». Aunque insiste en que la tecnología no es negativa, defiende el equilibrio y la introducción progresiva según la edad, con normas claras y acompañamiento adulto. «No se trata de prohibir, sino de educar», afirma, y recuerda que ningún dispositivo sustituye «la presencia, el tiempo compartido y la conexión emocional», que considera el verdadero sostén del desarrollo infantil.
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Patricia Carretero, psicóloga general sanitaria, experta en psicoterapia emocional sistemática. / La Provincia
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Observaciones desde las aulas
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La transformación también se percibe con claridad en las aulas. Lola González, directora del colegio Adela Santana, afirma que los niños «han pasado del juego simbólico al juego tecnológico» y recuerda que la exposición a pantallas es cada vez más temprana. «Ves a familias con el carrito del bebé y el móvil delante; todo pasa por una pantalla», señala. Aunque defiende la integración de las nuevas tecnologías en el ámbito educativo, advierte de que «estamos empezando a ver que hay que limitarlas».
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Desde su experiencia, la directora detecta una caída de la parte manipulativa y del juego creativo. «La imaginación está bastante anquilosada», afirma, y explica que esa falta de práctica tiene efectos claros: «La capacidad de concentración es bajísima». González lamenta que, pese a los avisos desde los centros educativos, «no hay mejor niñera que un móvil o una tablet», lo que termina influyendo también en los regalos que los niños piden por Navidad.
[–>[–>[–>Los comercios
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En las jugueterías, el diagnóstico es más matizado. José Carlos Carmona, de la juguetería CoolKid, asegura que la campaña navideña sigue siendo buena y que se venden muchos juegos de mesa, libros o telescopios. «Los juguetes hasta los ocho años se venden con normalidad», explica, aunque reconoce que a partir de esa edad se observa menos venta porque los niños empiezan a pedir más tecnología.
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Marta Rodríguez, responsable de la juguetería NOVAilusión, coincide en que la demanda ha cambiado, pero destaca el papel de los padres. «Están buscando soluciones», afirma, y señala que muchos intentan «evitar regalar la maquinita» apostando por juegos tradicionales o educativos. «Porque sea educativo no significa que sea aburrido», advierte, y defiende que los juegos con un objetivo claro «enganchan más que otros que solo entretienen uno o dos días».
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Escaparate de una juguetería. / La Provincia
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Las cartas a los Reyes de los niños
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En las casas, la realidad se vive con matices y contradicciones. Mireia Reyes, madre de Carlota, reconoce que este año su hija no ha pedido muñecas ni juegos de mesa. «Quiere una tablet porque dice que casi todas sus amigas tienen una», explica. Aunque intentan limitar las pantallas, admite que «es difícil ir a contracorriente cuando el entorno empuja». Carlota lo resume sin rodeos: «Me gusta porque puedo jugar, ver vídeos y hablar con mis amigos».
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David Estévez, padre de Hugo, comparte esa sensación de cambio generacional. «Antes pedía legos; ahora lo que quiere es una consola», comenta. Para él, el reto está en el equilibrio. «No se trata de prohibir, sino de acompañar», sostiene. Hugo defiende su elección porque le permite jugar con sus amigos «aunque no estemos juntos».
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Una infancia a la antigua usanza
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Otros padres optan por marcar límites más claros. Laura Rodríguez decidió decir no a la videoconsola que pidió su hijo. «Queremos que juegue, que se aburra un poco y que invente», explica. Recuerda su propia infancia jugando en la calle y tratando de trasladar esa experiencia. «La tecnología llegará, pero no tiene que hacerlo tan pronto», afirma.
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Entre pantallas, juegos de mesa y cartas cada vez más digitales, la Navidad infantil refleja una pregunta de fondo: ¿cómo acompañar a una generación que crece rodeada de estímulos sin renunciar al juego, la imaginación y el tiempo compartido?
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