La llama del Huerna nos ahoga
El contencioso del peaje del Huerna me evoca el curso 1979-80 del IUDE (Instituto Universitario de la Empresa), de Especialización en Dirección Administrativa, dirigido en Oviedo por el catedrático Álvaro Cuervo; al salir de trabajar, en el edificio de la Escuela Normal, calle Aniceto Sela, aprendí para siempre lo que significan el debe y el haber, el balance y el equilibrio empresarial, eso que el cómico José Mota resume con «las gallinas que entran por las que salen». El caso del peaje me lleva además al curso 83-84, en la Universidad Cristóbal Colón, en México, Contabilidad para Gerentes, donde su director, Jorge Remes Ripoll, nos reveló cómo la Bolsa es un juego que consiste en ir pasándonos una cerilla encendida hasta que a uno le quema los dedos.
[–>[–>[–>Las empresas, la comunidad de mi portal, la familia, un gallinero o una nación, funcionan de la misma manera que la Bolsa, con respuesta más o menos lenta a los golpes de timón. Lo del Huerna se trata de un juego, o un engranaje, en el que participan Aucalsa y el Gobierno, después de múltiples componendas, quizá trampas, errores y malas prácticas contables. Y cuando pienso en que el papá estado pudiera ceder a nuestras quejas y empezar a subsidiarnos el viaje a la Meseta, sospecho que, por aquello de las gallinas que entran y salen, necesitará inventar otras partidas, crear gabelas inauditas, subir el precio del agua y del aire que respiramos. Do ut des; yo te doy y tú me das, como en los contratos innominados en tiempos del Imperio Romano, cuando, de manera tácita, las partes contratantes abrigaban la esperanza de reciprocidad. En consecuencia: nos quitan el peaje y me malicio una derrama; nuestros administradores van a metérnosla, quepa o no. Si la piedra cae sobre el huevo, pobre huevo; si el huevo cae sobre la piedra: pobre huevo.
[–> [–>[–>Claro que en este abstruso engranaje financiero de la AP-66, la cerilla encendida, con buen mango y buena llama, no parece quemarle los dedos a Aucalsa ni a los accionistas mayoritarios, una gestora de fondos que ilumina a pensionistas neerlandeses; más bien la llama chamusca a los usuarios del Negrón o los ahoga; Huerna viene de la raíz céltica «orn», «agua que se agita» y apaga la antorcha.
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