La primera jornada del cónclave para elegir al nuevo Papa se cierra con una fumata negra

Un frágil soplo de humo negro elevándose sobre los tejados del Vaticano, que se fue haciendo poco a poco más denso, ha anunciado al mundo poco después de las nueve de la noche de este miércoles que la Iglesia católica aún está sin jefe. El cónclave había comenzado horas antes, pero no fue hasta la fumata negra sobre la Capilla Sixtina que se supo que la primera votación ya había acabado y, como previsto, los cardenales aún no habían llegado a un acuerdo.
La primera jornada del cónclave no dio muchas pistas sobre el futuro de la institución. El color del humo no fue una sorpresa –sí lo fue la espera, el horario estimado del humo era sobre las siete–, ya que, entre otras cosas, ningún Papa ni en este siglo ni en el anterior ha sido elegido en el primer intento. Los vaticanistas veteranos lo explicaban sobre todo como el resultado de una estrategia bien pensada: en las primeras votaciones, los príncipes de la Iglesia se estudian y se miden, ya luego se abre el momento de las negociaciones entre las facciones.
Los más misteriosos comicios del mundo, los de la Iglesia católica, arrancaron a las cuatro y media de la tarde, como ya ocurre desde el cónclave en el que salió elegido Benedicto XVI y prevé el Ordo Rituum Conclavis, con una transmisión televisiva en directo. Las cámaras y los periodistas acreditados pudieron seguir en persona no sólo la misa matinal (pro eligendo romano pontifice), sino también la espectacular procesión que dio paso al inicio del cónclave.
Llegada a la Capilla Sixtina
Los cardenales, vestidos con la ropa coral —con la faja, el roquete, la maceta, la cruz pectoral con cordón rojo y dorado, el anillo, el solideo y la birreta—, avanzaron por los corredores del Palacio Apostólico, cantando las letanías, desde la capilla Paolina. La comitiva, con monaguillos, coro, secretarios, encargados del protocolo, guardias suizos, partió de la capilla Paolina y llegó poco después a la Capilla Sixtina, donde ya desde el lunes todo había sido acondicionado y dispuesto para acoger a este particular cuerpo electoral.
Un total de 133 cardenales de 70 países, cuya media de edad se sitúa en torno a los 70 años (el más viejo es el español Carlos Osoro; el más joven, el ucraniano Mykola Bychok), y que caminaban con aspecto abrumado y perplejo por la magnificencia del escenario y la situación. Una circunstancia inédita para el mundo y para ellos, salvo unos 20 purpurados, los únicos veteranos al haber sido nombrados por Benedicto XVI o Juan Pablo II. Así fueron desfilando hasta el último cardenal en la sala en la que, bajo las imágenes del Juicio Final, tenían que dirimir sobre quién quieren que sea su nuevo líder.
Fue entonces que se entonó el Veni Creator, la invocación del Espíritu Santo, y después se leyó el solemne juramento que precedió al encierro. «Cualquiera de nosotros que, por la Divina Providencia, sea elegido romano pontífice, se comprometerá a desempeñar fielmente el munus petrinum [oficio del sucesor de Pedro] como pastor del Iglesia universal«Fue escuchado». Prometemos y juramos con la máxima fidelidad del secreto Especialmente relacionado con la elección del pontífice romano […] y no apoyar ni favorecer ninguna interferenciaoposición o cualquier otra forma de intervención con la que las autoridades seculares de cualquier orden o grado «, continuaron.
Entonces los electores se sumaron a la lectura, desde sus puestos, y una vez concluida, desfilaron ante los evangelios, colocados sobre un reclinatorio, en mitad de la sala, para jurar cada uno individualmente: «Y yo prometo, me obligo y juro. Así Dios me ayude y estos santos evangelios que toco con mi mano«.
Impaciencia y cansancio en la plaza de San Pedro después de tres horas esperando a los fumar / EFE
‘Extra omnes’
El exsecretario de Estado de Francisco, Pietro Parolin, uno de los protagonistas durante la sede vacante, lo siguió siendo también ahí. No tanto por la mañana, ya que el oficiante de la misa pro eligendo pontifice fue el decano, Giovanni Battista Re, sino por la tarde, porque, según las normas de la Universi Dominici Gregis (la constitución apostólica que es una especie de ‘biblia’ del cónclave), Parolin, como es el mayor de los cardenales-obispos, será quien dirigirá el cónclave.
Terminado el juramento, se pronunciaron las palabras del ritual «extra omnes» (todos fuera), que parecían especialmente dirigidas a las cámaras de televisión en esta ocasión. Y así dentro de la Capilla Sixtina quedaron únicamente los cardenales electores.
Ya pasadas las siete, algunas señales de teléfonos móviles y satélites empezaron a funcionar a trompicones, justo cuando la expectación ya era máxima y había 45.000 fieles en la plaza. Así el mundo supo lo que ya se sospechaba. Segun la historia, el promedio de votaciones que han sido necesarias para elegir a un nuevo Papa en el siglo XX y XXI es de siete. De hecho, el cónclave más largo fue el de Pío XI, por el cual se requirieron 14 votaciones en 1922, poco después de la Primera Guerra Mundial, en momentos cargados de tensiones geopolíticas. Tal vez por eso su sucesor, Pío XII, solo necesitó tres escrutinios, eso sí, ya en los turbulentos tiempos de Segunda Guerra Mundial.
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