La protesta en Serbia se convierte en una revuelta civil permanente
Serbia sigue hirviendo. Decenas de miles de serbios volvieron este fin de semana a dar la espalda a su presidente, Aleksandar Vucić, y desafiaron de nuevo, pacíficamente, a las élites que le apoyan. Ni la renuncia días antes del primer ministro serbio Milos Vucecić ni la acusación de Vucić de que detrás de las protestas había algún tipo de complot extranjero apagaron sus ánimos. Los manifestantes, procedentes de todo el país, volvieron a echarse a la calle en Novi Sad, la segunda ciudad serbia, en unas protestas en favor de la democracia que ya han entrado en su cuarto mes y que muchos consideran comparables (por duración y participación) con la revuelta civil permanente que en los años 90 contribuyó al derrocamiento del fallecido dictador Slobodan Milosević y, antes de eso, con la rebelión estudiantil de 1968.
Después de caminar unos 100 kilómetros desde Belgrado hasta Novi Sad, los estudiantes, verdadero motor de la protesta, se congregaron el sábado en el centro de la ciudad y bloquearon la circulación de tres puentes del río Danubio y, a continuación, mantuvieron una acampada que se extendió durante la noche de ese día hasta el domingo en las cercanías del puente de la Libertad. Desde allí volvieron a clamar contra «la corrupción» que «ha secuestrado y destruido las instituciones» serbias. Instituciones que, dicen, ya no trabajan para el interés público, como demostró el derrumbe del techo de la recién renovada estación de Novi Sad, lo que dio inicio a la protesta tras que 15 personas fallecieran en la tragedia.
Los mensajes de Vucić —algunos amenazantes, otros más conciliadores— tampoco lograron detener a muchos otros sectores de la sociedad que, una vez más, participaron en las manifestaciones. Lo que, cuando iniciaron los bloqueos, incluso llevó a trabajadores de tiendas, taxistas y recepcionistas de hoteles a abandonar sus puestos para unirse a los estudiantes. Esto, mientras las calles de Novi Sad también se inundaban del estridente sonido de los cláxones de decenas de tractores de agricultores, y a la vez de que los responsables de seguridad de la protesta se afanaban para controlar masas de personas que marchaban por las calles del centro de la ciudad.
Todo el sistema
Entre ellos también muchos antiguos opositores de Milosević. «La gran diferencia entre nosotros y estos jóvenes es que ellos tienen mucha más fuerza de la que teníamos nosotros en ese entonces, además de la tecnología. En cuestión de segundos, se organizan y se reorganizan porque pueden comunicarse rápidamente», dijo a este diario Aleksandar Velimirović, uno de ellos. «Esta vez llegaremos hasta el final. Hemos tenido suficiente de este régimen. Estamos agotados, nos han reducido a la pobreza, no tenemos libertad, y es lo único que hemos conocido desde que tenemos uso de razón», coincidió Jelena Ostović, una estudiante de 22 años.
En este volátil clima, los estudiantes una vez más también insistieron en que también resistirán a todo intento de instrumentalización de la protesta por parte de oenegés y de la oposición serbia, una auténtica sopa de letras atomizada en grupúsculos y enzarzada en querellas internas a la que consideran inapropiada para hacer frente al desafío que plantean. «Nuestro objetivo no es que Vucić dimita o que se convoquen unas elecciones en las que se repetirían los fraudes. Lo que queremos es un cambio estructural. Es el sistema entero el que tiene que cambiar y los corruptos tienen que ir a la cárcel», resumía Miroslav, un estudiante de Radiología de 19 años. «Aquí hablamos de un Estado que ha sido secuestrado por conocidos criminales que lo han dañado todo, desde el sistema sanitario a cualquier otro servicio público», añadía Milan, un cineasta de 44 años.
Caos
Unas peticiones, estas, que han desorientado a muchos analistas que desconocen cómo encauzar la rabia popular. Tanto es así que incluso el líder de la poderosa Iglesia Ortodoxa Serbia, el patriarca Porfirio, primero criticó a los manifestantes y, posteriormente, pidió evitar la violencia (se han registrado varios atropellos e intimidaciones contra los estudiantes) contra ellos.
Más aún, tampoco el propio Vucić, el hombre fuerte de Serbia desde hace más de una década y presidente del gubernamental Partido Progresista Serbio (SNS), está siendo claro ni sobre cómo en los próximos días planea resolver la renuncia del primer ministro Milos Vucecić, quien dimitió el pasado 28 de enero precisamente por las protestas. Aunque, eso sí, Vucić ya cuente con el sostén tanto de Rusia como de la administración de Donald Trump, que han criticado a las estudiantes, mientras que la Unión Europea hasta ahora ha mantenido mayoritariamente una actitud muy tibia.
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