La televisión sobrevive en un mundo que ya no la necesita
Durante años se ha aceptado la idea de que televisión explica nuestros hábitos culturales. Hoy esa premisa se sostiene más por nostalgia que por realidad. Los datos muestran un descenso sostenido, un descenso que ya no sorprende a nadie.
Los jóvenes se fueron hace mucho tiempo, los adultos con mayor educación e ingresos consumen muy poca televisión lineal y la audiencia fiel se reduce y envejece. La oferta digital de las cadenas no ha podido competir con el poder narrativo y financiero de plataformas globalescapaz de absorber audiencia y tiempo de consumo a una velocidad desconocida para el sector tradicional.
La caída de audiencia es constante y transversal. Según la Unión Europea de Radiodifusión, el consumo medio diario es de 3 horas y 13 minutos. Alto si tenemos en cuenta que en Estados Unidos son 150 minutos diarios.
La caída de audiencia es constante y transversal. Según la Unión Europea de Radiodifusión, el consumo medio diario es de 3 horas y 13 minutos
En España ya está por debajo de las tres horas con menos espectadores, como lo demuestra el hecho de que la penetración haya caído 10 puntos porcentuales en lo que va de siglo.
No sólo hay menos espectadores, sino que su composición ha cambiado. Los jóvenes abandonaron la televisión hace años y los adultos con mayores niveles culturales e ingresos consumen una mínima fracción de contenidos lineales. Todavía hay un público fiel, pero cada vez es más más pequeños y mayores.
Las televisiones han intentado adaptarse con contenidos digitales, podcasts o canales temáticos que nunca han alcanzado la fuerza de las plataformas que dominan el mercado global. Frente al poder narrativo y financiero de Netflix, Amazon o Disney+, la televisión generalista se ha quedado sin espacio competitivo.
Atresmedia ilustra bien este escenario, que no es exclusivo de España. Sus ingresos sólo aspiran a mantenerse con márgenes que resisten, pero con Un negocio que no crece. Es similar a esas industrias maduras que viven de un consumidor que todavía existe aunque cada año disminuye. En Europa ocurre lo mismo con RTL, TF1, M6, Mediaset o ITV.
Todavía hay un público fiel, pero cada vez es más pequeño y mayor.
Todos generan efectivo con estructuras estables, pero ninguno ofrece un camino claro para la expansión porque la batalla por la atención ya está perdida. Tampoco pueden competir en transmisiones deportivas o eventos de alto impacto, un terreno reservado para gigantes globales que operan con presupuestos inalcanzables para ellos.
El espectador moderno busca inmediatez, profundidad temática y libertad para elegir cuándo y cómo consumir contenidos. La televisión general difícilmente puede ofrecer eso. Además, El panorama está distorsionado por las cadenas públicas. Operan sin presión real sobre los ingresos y dependen de subsidios que desdibujan cualquier noción de competencia equilibrada.
Frente al poder narrativo y financiero de Netflix, Amazon o Disney+, la televisión generalista se ha quedado sin espacio competitivo
Son estructuras influenciadas por criterios políticos, difícilmente comparables con un operador privado que, aún con sesgos, sí responde a resultados y sostenibilidad financiera.
La industria audiovisual internacional ha dado una pista muy clara sobre lo que considera valioso. En El acuerdo inicial para la compra de Warner Bros Discovery por parte de NetflixLo prescindible van a ser los canales de televisión.
lo que parece Lo que se protegerá es el contenido, el catálogo y la propiedad intelectual. Esa decisión habla del futuro. La televisión lineal es un medio que se mantiene por inercia, no por relevancia estratégica.
Europa se enfrenta así a un sector que sigue generando beneficios, aunque sin una renovación real. Las cadenas protegen el efectivo y los dividendos, pero no van a construir mañana.
En el acuerdo inicial para la compra de Warner Bros Discovery por parte de Netflix, lo prescindible serán los canales de televisión
Siguen vigentes porque todavía cuentan con una gran audiencia, aunque cada vez más envejecida, y porque su presencia histórica les confiere una influencia que ya no se corresponde con la forma actual de consumir información y entretenimiento.
El desafío es entender que el usuario ya no quiere ser un espectador pasivo. Quieres elegir, profundizar, comentar, saltar entre formatos, ver lo que quieres y cuando quieres. Mientras la televisión no asuma esta transformación seguirá encendida, pero el público seguirá alejándose.
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