La Unión Europea ha demostrado una complicidad total con el genocidio en Gaza

«Este libro nace mucho de la frustración», dice Cristina Mas Andreu (Barcelona, 1977) en un centro cívico de Sants, su barrio en Barcelona. La frustración que sienten muchos periodistas ante las limitaciones de espacio inherentes al oficio, que dejan poco margen para aportar contexto e indagar en las raíces históricas de un conflicto como el que libran desde hace más de un siglo israelíes y palestinos. Para responder a esa necesidad, la periodista catalana del diario ‘Ara’ publica estos días ‘Palestina desde dins. Històries de colonització i resistència, de la Nakba al genocidi de Gaza’ (Ara Llibres), un gran reportaje coral trabajado desde el terreno donde sintetiza la historia del conflicto para dar sentido al macabro sinsentido que se ha apoderado de la región.
En el libro combina la crónica con el reportaje, pero también tiene un componente de historia oral palestina. ¿Sintió que debía contarla ante el riesgo a que desaparezca por lo que está pasando?
Sería muy presuntuoso decir algo así, pero sí pensaba que hay voces que no se oyen. Que el libro tenía que ser una oportunidad para que la gente contara la historia con sus propias palabras. Y no quería hacer otro manual de historia de Palestina. Quería un relato vivo y, al mismo tiempo, tratar de desmitificar la idea de que este es un conflicto muy complicado o incluso ancestral. Nada de eso es verdad. He tratado de ayudar al lector a ver el bosque sin perderse en los árboles.
¿Cómo de vivo está el trauma histórico entre los palestinos?
La voz de los ancianos está muy presente y es muy respetada. Cuando Samira me cuenta sus recuerdos del Mandato Británico y la gran huelga general de 1936, de aquel hombre que se subía a un pozo a arengar sobre el imperialismo británico y francés, no fue porque yo hubiera tenido que rebuscar mucho. Su nieta o su hija habían escuchado aquella historia 12.000 veces. Está muy vivo el trauma pero también la idea de que este es un problema colonial irresuelto. Nos parece excepcional porque no vemos una situación similar en otro lugar del mundo, pero el nivel de violencia no es distinto al que hubo en Argelia durante la ocupación francesa o en Vietnam.
Desde el 7 de octubre ha habido muchas críticas al sesgo de los grandes medios internacionales en su cobertura de Gaza. ¿Somos los medios parte del problema?
Claramente la batalla por el relato es tan importante como el propio terreno de batalla. Israel ha invertido mucho en proyectar su versión de la historia y tiene mucha influencia sobre los medios porque sabe que es fundamental para poder continuar con su proyecto de colonización y limpieza étnica. En los grandes medios hemos visto compañeros despedidos por querer dar una visión diferente. El propio uso del lenguaje: los palestinos mueren, los israelíes son asesinados. Y se olvida totalmente el derecho internacional, que debería ser la vara de medir, también para los medios.
¿Qué cree que busca el Gobierno de Netanyahu desde su ruptura de la tregua?
Creo que busca lo mismo desde el principio. Para mí hay un hilo conductor que empieza con la Nakba de 1948, continúa con el sistema de ‘apartheid’ y llega al genocidio actual. Es lo que trato de contar en el libro. Israel practica el colonialismo de asentamiento, que persigue como objetivo último sustituir a la población indígena con colonos judíos.
Usted habla abiertamente de genocidio para describir lo que sucede en Gaza.
El delito de genocidio es difícil de llevar a los tribunales porque está muy limitado en el derecho internacional. En otros contextos similares, como en el caso de los Balcanes, no se llegó a demostrar porque faltó acreditar que había un plan premeditado y una voluntad declarada de llevarlo a cabo. En el caso de Gaza, me sorprendió mucho cuando Sudáfrica presentó la demanda ante el Tribunal Internacional de Justicia. Si la demanda tiene 40 páginas, 23 páginas están dedicadas a recoger las declaraciones públicas de altos cargos políticos y militares israelíes diciendo que van a borrar a los palestinos de la tierra, que los van a matar de hambre o que no hay distinción entre combatientes y civiles porque en Gaza todo el mundo es culpable sin excepción. De modo que ellos mismos se han autoinculpado al telegrafiar sus intenciones públicamente.
Durante mucho tiempo, buena parte de la sociedad israelí consideró que no era un plan realista. ¿Qué ha cambiado?
Para empezar, el campo de la paz en Israel está absolutamente desaparecido y desarticulado, como reconocen algunas voces en el libro con mucha pena y frustración. Pero la evolución política de Israel no es excepcional. Ni el giro a la derecha ni la polarización extrema. Es lo que hemos visto en Argentina con Milei, en EEUU con Trump o en Alemania con el crecimiento de la ultraderecha. En Israel va más rápida la ruptura porque la ideología predominante incluye esa idea de un pueblo que tiene por derecho divino derechos superiores sobre otro. A lo que se suma la idea de que Israel no es un Estado con Ejército, sino un Ejército con un Estado.
Como era de esperar, EEUU ha prestado un apoyo total a Israel. Pero, ¿qué siente de la posición que ha adoptado la UE?
El genocidio no habría sido posible sin el armamento de Estados Unidos, pero no hay que olvidar que Alemania es el segundo suministrador de armas de Israel, de modo que no ha tenido un papel menor. Europa ha aportado el aval político y diplomático. El otro día su representante diplomática, Kaja Kallas, hizo una rueda de prensa junto al ministro de Exteriores israelí, Gideon Saar, representante de un Gobierno acusado de crímenes de guerra por los tribunales internacionales. Es incomprensible. La complicidad europea es total, a pesar de que su acuerdo de colaboración preferente con Israel está sujeto al respeto de los derechos humanos. Europa va dando lecciones de libertades y derechos por el mundo, pero ha perdido toda credibilidad. Se está condenando a la irrelevancia y eso deja vía libre a China o Rusia para aprovecharlo.
Después de tanta muerte y destrucción, ¿cree que hay alguna manera de reconducir la situación?
Para mí hay tres escenarios posibles: el escenario a la norteamericana, en que los palestinos queden como un residuo cultural, confinados en reservas indígenas como los sioux; el escenario a la sudafricana, con un régimen que da derechos en función del color de la piel, la raza y la religión; y el escenario a la argelina, que acabe con la marcha de los colonos. Los tres son procesos con un grado de violencia terrorífica. Ahora estamos en el segundo, pero no puede durar para siempre. Tarde o temprano tiene que haber un proceso para buscar un espacio político donde todo el mundo pueda vivir con igualdad de derechos. Porque lo que está claro es que la solución de los dos Estados ha fracasado. Lo sorprendente es que sigamos insistiendo en ella, como si fuera un cadáver que lo sacas de la morgue cada vez que necesitas algo que decir.
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