Los «0,0», la generación que cada vez bebe y baila menos
La música retumba en la pista de una discoteca abarrotada. Los destellos de luces de neón iluminan rostros de jóvenes despreocupados, pero en el centro de la escena se percibe un cambio sutil. Las manos ya no sostienen tantas copas rebosantes, y los movimientos de baile desenfrenados han cedido paso a un leve balanceo de pies. Una nueva tendencia emerge entre los jóvenes que ya ni beben ni bailan como antes: la llamada «Generación 0,0».
En España, la bebida siempre ha sido un componente de socialización: compartir cañas, brindar con vino o celebrar con cava ha sido parte de la cultura. Sin embargo, las generaciones más jóvenes, particularmente la Generación Z (nacidos entre 1996 y 2010), están marcando la diferencia en este sentido. Al contrario que el resto de generaciones, estos jóvenes optan por un estilo de vida más saludable, donde el alcohol, las fiestas descontroladas y las pistas de baile parecen ser cada vez menos atractivos.
Según un estudio internacional del programa HBSC auspiciado por la Organización Mundial de la Salud, solo el 8 % de los adolescentes de esta generación consume alcohol semanalmente, una cifra mucho menor que el 25 % registrado en 2006. Además, el 76 % de los jóvenes considera que consumir cinco o seis copas durante un fin de semana puede tener consecuencias graves.
«Se ha modificado la percepción del alcohol como algo esencial en la socialización», explica Alba Navalón, profesora de sociología en la Universidad de Alicante. “Hoy día, los jóvenes valoran más su salud y están expuestos a mensajes constantes sobre estilos de vida sanos en redes sociales. Esto ha cambiado las normas de consumo”, comenta la socióloga quien también cómo las redes sociales contribuye a este fenómeno. «Los jóvenes ahora son más conscientes de la imagen que proyectan, y la presión por exhibir un comportamiento saludable en plataformas como Instagram y TikTok ha llevado a muchos a alejarse del alcohol», afirma Navalón.
Además, las redes sociales amplifican la vigilancia social. «Los jóvenes están constantemente observados, y esa exposición hace que se lo piensen dos veces antes de comportamientos que antes podrían haber sido considerados como normales, como el consumo excesivo de alcohol en público», afirma la sociologa.
Pero no todos son abstemios. Algunos, influenciados por el concepto de «bebedores mindful», adoptan un enfoque moderado: alternan bebidas con y sin alcohol, asegurándose de disfrutar sin excederse o apuestan por ser «sober curious», jóvenes que no abrazan la abstinencia, pero sí se cuestionan el impacto que tiene el abuso de alcohol en su cuerpo. Aunque las estadísticas apuntan a un cambio positivo, expertos como Liberto Carratalá profesor de sociología en la Universidad de Alicante, apunta que es demasiado pronto para cantar victoria. «El consumo de alcohol sigue siendo alto en España. Estos cambios necesitan décadas para consolidarse», concluye Carratalá.
De la moderación al extremo
A medida que el alcohol pierde protagonismo en las noches de fiesta, también lo hace la interacción cara a cara. La psicóloga Consuelo Tomás, responsable del Instituto Valenciano de Ludopatías y Adicciones, explica que «la socialización cara a cara ha dado paso a un modelo más digital». «El alcohol, antes usado para desinhibirse y ligar, ha sido reemplazado por aplicaciones y plataformas donde los jóvenes se sienten más cómodos». Además, Tomás advierte sobre el auge de otras adicciones, como los videojuegos y las redes sociales, que generan un placer inmediato y refuerzan el aislamiento social.
En cuanto al consumo de alcohol, Liberto Carratalá también ha observado que, aunque han disminuido las salidas tradicionales como el botellón, han surgido nuevas formas de ocio. «Hemos observado un descenso en prácticas tradicionales como el botellón, pero ahora aparecen nuevas formas de ocio, como las fiestas privadas en casas o fincas, conocidas como ‘fincatones’. Esto reduce el consumo visible, pero no necesariamente la cantidad total de alcohol ingerido por los jóvenes”, explica Carratalá.
A pesar del aparente descenso en el consumo de alcohol, algunos comportamientos abusivos persisten. Uno de estos es el «binge drinking», un fenómeno que consiste en consumir grandes cantidades de alcohol en un corto período de tiempo con el objetivo de embriagarse rápidamente. «Aunque menos jóvenes beben regularmente, el 15% sigue practicando el binge drinking, una cifra que no ha cambiado y que va a más conforme pasan los años», destaca Carratalá.
Aunque no todos los jóvenes viven el consumo de alcohol de la misma forma. Raquel Cañamero, de 19 años, admite que bebe menos porque «ya no me sienta tan bien», y señala que, en su opinión, «se consume menos alcohol y se fuma menos de fiesta porque cuando eres menor de edad se hace más, se ve como algo que mola, pero te acabas cansando y lo dejas», admite.
Otros, como Ana Ferrer, de 19 años, reconoce que, según su experiencia, se nota «un ligero descenso» aunque no muy exagerado. «Yo no bebo, pero en mi grupo de amigos tres sí que siguen bebiendo igual y otros dos lo han dejado por salud». Además, respecto a la gente fuma sí que reconoce una reducción aunque asociada al incremento del uso del vapers.
En este sentido, Óscar López, de 20 años, admite que tabaco «sí que se consume menos que antes» aunque también lo asocia «al auge» del vaper. «Yo no bebo, pero creo que la gente cada vez empieza a una edad más temprana, y ahí se abusa del alcohol. Todavía muchos comercios que suministran alcohol a menores«, apunta.
Por otro lado, jóvenes como Fabián García, de 21 años, afirman que para ellos nada ha cambiado. «Bebo bastante, pero depende del ambiente. No noto un descenso significativo entre mis amigos». En su caso, el consumo sigue siendo parte importante del ocio nocturno, aunque reconoce que su círculo de amigos es variado en cuanto a hábitos de consumo.
El baile: un mundo aparte
A medida que el alcohol pierde protagonismo en las noches de fiesta alicantinas, también lo hace la pista de baile. En un rincón de cualquier pub, jóvenes con móviles en la mano se mueven de forma casi imperceptible al ritmo de la música. Teresa Romeo, de 19 años, resume la situación. «En general, se baila menos, aunque noto un poco más de actividad en las orquestas de pueblo», comenta Romeo.
Aunque hay quien admite que la situación varía según el grupo. «En cuanto a bailar, creo que cada vez se baila menos. Están más centrados en su grupo de amigos y no se socializa mucho fuera de ellos. La mayoría solo se zarandea de lado a lado con canciones monótonas y repetitivas», afirma Blanca Corell, de 18 años
Lola Llorca, de 19 años, ve un patrón similar. «La gente está más centrada en el postureo y en ligar que en pasárselo bien». Para ella, la gente de su edad tiene «miedo hacer el ridículo» y, por este motivo, «directamente no se centran tanto en bailar, me parece una pena».
Aunque muchos ni siquiera frecuentan discotecas, son conscientes del fenómeno. «Normalmente, las personas se quedan quietas hablando o apartadas a un lado mientras que son pocos los que se dedican a bailar» señala Amanda Barbado, de 19 años.
Ante esta situación, el sociólogo Liberto Carratalá ve una relación entre el consumo de alcohol y la forma en que los jóvenes interactúan en la pista de baile. «Con menos alcohol en el cuerpo, los jóvenes son más tímidos y menos propensos a dejarse llevar por el baile, lo cual podría explicar la caída de la actividad en las discotecas», comenta Carratalá.
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La «Generación 0,0» plantea preguntas sobre el futuro del ocio juvenil. ¿Será este el inicio de un cambio profundo, o solo una moda pasajera por famosos 0,0? El tiempo dirá.
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