Los negocios conjuntos no cambian al Kremlin y corren el riesgo de importar a EEUU el modelo oligárquico ruso
Kirill Dmitriev, el negociador estrella del Kremlin, no cesa de repetirlo: EEUU y Rusia deben forjar una alianza basada en proyectos económicos conjuntos que deje atrás décadas de enfrentamiento y rivalidad geopolítica. Los negociadores del presidente Donald Trump parecen escuchar los cantos de sirena y consideran la oferta como una oportunidad no solo de hacer lucrativos negocios, sino también de alejar a Rusia de China, a quien consideran el verdadero rival a batir de cara a las próximas décadas por la hegemonía mundial. Expertos y empresarios con experiencia en la Rusia postsoviética que conocen como nadie la idiosincrasia del país, descartan semejante futuro bucólico. Los más prudentes consideran que invertir en la economía rusa para lograr objetivos políticos constituye una vieja estrategia ya empleada en los años 90 y que ha fracasado estrepitosamente, como lo demuestra la llegada de Vladímir Putin al poder y el inicio de la guerra de Ucrania. Los pesimistas alertan del riesgo de que se inserte en EEUU el modelo de capitalismo oligárquico y de amigos que prevalece en la Rusia actual.
[–>[–>[–>«Es una estrategia pasada de moda; en los años 90, en Occidente pensábamos que, haciendo negocios con Rusia, ayudaríamos a liberalizar la economía y a impulsar la democracia; pero la realidad ha demostrado lo contrario», recuerda a EL PERIÓDICO Chuck Hecker, experto en Rusia, un hombre que trabajó durante cuatro décadas como analista de riesgos en la ex-URSS y que ha publicado recientemente en el Reino Unido ‘Suma Cero: el arco de hacer negocios internacionales en Rusia’ (C Hurst & Co Publishers Ltd., 2024).
[–> [–>[–>A modo de ejemplo, Hecker cita el caso del suministro de gas ruso a Alemania, impulsado bajo los gobiernos de Angela Merkel, una infraestructura que estaba destinada a sellar la reconciliación definitiva entre los dos principales contendientes en la Segunda Guerra Mundial. No solo no sucedió, sino que la instalación se acabó convirtiendo en una herramienta de presión por parte de las autoridades rusas sobre Alemania a través de asociados suyos locales, como el excanciller Gerhard Schröder. «Los negocios no van a cambiar a Rusia ni el comportamiento de sus autoridades, ni tampoco van a disminuir los riesgos geopolíticos.» que emanan de la histórica animadversión de su dirigencia hacia Occidente, «incluso para Estados Unidos», sentencia Hecker.
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Viabilidad en cuestión
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La viabilidad y la continuidad de los negocios, además de su transparencia, es cuestionada radicalmente por Bill Browder, cofundador del fondo de inversiones Hemitage Capital Management, en su dia uno de los más importantes de Rusia, que tuvo acciones en Gazprom, la empresa gasística productora del 12% mundial de esta energía, o Sberbank, la caja de ahorros. Las crecientes disputas con los ejecutivos de estas empresas, parcialmente propiedad del Gobierno, desembocaron en registros policiales y presiones de las autoridades fiscales en los que se incautó documentación que permitió a los propios agentes del orden realizar un fraude fiscal de 230 millones de dólares, el célebre ‘caso Magnitiski‘, que lleva el nombre del abogado de Browder, Serguéi Magnitiski, que murió en prisión acusado de falsos cargos.
[–>[–>[–>«Fui en una ocasión el principal inversor extranjero en Rusia y puedo decir con certitud que los rusos no van a dejar que nadie tenga beneficios; hablarán bien al principio para atraer inversiones pero una vez el dinero está allí, robarán, defraudarán, arrestarán, torturarán o incluso matarán para asegurarse de que ningún americano gana nada de dinero; lo he visto muchas veces y es caso universal», ha advertido en un post publicado en la red social X.
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Más circunspecto si cabe se ha manifestado Michael Weiss, periodista de investigación especializado en conflictos en Oriente Próximo y en campañas de desinformación rusas. En otro post en X, ha advertido a Europa que los tratos de Witkoff y Kushner con el Kremlin equivalían a «corrupción al estilo ruso incorporada al sistema americano». E intenta abrir los ojos a la Unión Europea y prevenirla de que EEUU ya no está de su lado.
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[–>La idea de obtener réditos políticos, sortear sanciones o mediante la cooptación de funcionarios o empresarios extranjeros es una estrategia empleada con fruición en los últimos años por la élite rusa, y no solo en EEUU o el Reino Unido. Cesare Maria Ragaglini ocupó el cargo de embajador de Italia en Rusia entre 2014 y 2017. Un año y medio después de su jubilación, fue nombrado vicepresidente de VEB, antiguamente conocido como Vneshconombank, entidad entonces sancionada por el Departamento del Tesoro de EEUU. La prensa italiana especuló entonces que el diplomático retirado, convertido en el primer extranjero que ostentaba semejante rango en Rusia, se iba a convertir en el Schröder de la política local, un personaje con la misión de aliviar en lo posible eventuales sanciones, es decir a trabajar desde dentro en favor de los intereses de Moscú.
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