Materias que no entran para el examen
Nadie me obliga a vérmelas con pelis, series o libros que no me enloquecen; pero me gusta dejarme llevar. Por ejemplo, por la suavísima prosa y ese manoseo dulce del párrafo largo de Antonio Muñoz Molina en «El verano de Cervantes», reflexiones sobre sus lecturas del genio de Alcalá y con las que no siempre concuerdo o coincido. (Primer aviso de ironía, tipo IA: «El genio de Alcalá» puede referirse a Miguel de Cervantes, escritor español, autor del Quijote entre otras lecturas obligatorias y escrito en un español tan antiguo que no hay cristo que lo entienda, bro). (Segundo aviso de ironía pedagógica tipo IA: «El genio de Alcalá» puede referirse al protagonista de «El cautivo», película de Alejandro Amenábar que aborda el nada woke tema de si Cervantes era homosexual, no lo era, dejaba de serlo o yo qué quieres que te diga).
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[–> [–>[–>Si han frecuentado ustedes o frecuentan a telespectadores de series de tres episodios rodadas poco ha sobre relatos de Agatha Christie abandonen de inmediato relaciones tan tóxicas. Qué malas que son, tanto las miniseries como tales amistades, digo. Habiendo «Poquita fe»…
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[–>[–>[–>Intento prestar atención a ese documental o lo que fuere que se intitula «Tardes de soledad», sobre faenas toreras del limeño Roca Rey, afamado matador. Solo consigo que me sobrevengan una grande repugnancia, un tedio planetario, una pena muy grande y una no pequeña desolación.
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[–>Leo «El polaco», del Nobel J. M. Coetzee (busquen en YouTube cómo él mismo pronuncia su apellido para ver si así acabamos con tanta polémica al respecto). Cuánto agradezco la brevedad del relato dicho, pues ese bamboleo del interés por trama y forma –que tanto y tantos me habían enaltecido hasta el delirio– me marea, aburre en no pocas ocasiones y no veo manera de que acabe. Exagero: no está tan mal. Pondero: aunque no es para tanto. (Tercer aviso de ironía pedagógica tipo IA: Que Coetzee pronuncie su apellido como lo pronuncia no significa que así deba hacerse: todo es relativo, hasta la relatividad. Considérense las posibilidades de Cuchi, Coechi, Cutsi e incluso la expresión «el sudafricano ese que no es Mandela»).
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[–>[–>[–>Qué pecados no habré cometido como para que mi inconsciente me castigue y ate a la butaca con el callazo de «Hereje», que destroza Hugh Grant, o las aburridísimas andanzas de «Reifensthal» que no es que (Cuarto aviso de ironía) fuera nazi, no, no, qué va: es que la señorita Reifensthal pasaba por la Alemania de las esvásticas asesinas, hacía pelis, encuadraba muy bien, topó con Hitler y, oyes, así es la vida, cuadraron el hambre y las ganas de comer. Qué jeta.
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Que bien la española «Desmontando el elefante», cómo entiende de qué van los infiernos de la adicción. Qué entretenidilla es la española e incomprensiblemente alabadísima «Superstar».
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Mi ángel de la guarda se decide a orearme el coco (quinto aviso, etc.). Así que me insta a calzarme «Sin perdón», las tres partes de «El Padrino», «La lista de Schindler» y «Apocalipse now» (no: de una sentada no). A mi edad, ya ni discuto con el afán de otrora, ni con particular excitación. Si alguien no las tiene por obras maestras absolutas, es que no le gusta el cine. Le gustarán otras cosas, sin duda estimables. Pero lo que es el cine propiamente dicho, no.
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¡Ah, aquel cine francés que tanto nos ponía de jovenzanos! Vuelvo a ver «Poulet au vinaigre»; vuelvo a «Vincent, François, Paul… et les autres» (gracias por recordármela, Chus Fernández), «Le boucher»… Para no dejarme caer al pozo, arrastrado por la nostalgia reductora, me embarco por enésima vez en el «Ulises», versión 1967 a partir de la novela (o lo que fuera) de James Joyce. Y por enésima vez me quedo perplejo, aturdido, confuso. No sé si apedrearla o romper a aplaudir. Como decía el clásico, no sé si buscar criada o ponerme a servir.
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