Mis gustos en serie

Comparto, querido lector, mi soberano gusto pantallero y libresco reciente. ¿Les gustan los policías atormentados hasta el delirio? ¿El paisaje urbano y rural escocés? Pues su serie es «Crimen, de Irvine Welsh». ¿Les gustan los policías que no tiran de pistola y que tienen miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con sus vidas? ¿El paisaje desolado –hasta el delirio también– de esas islas escocesas del atlántico norte por cuyas aguas navegara y naufragara Francisco de Cuéllar a finales del XVI, aquel que escribió memorable carta al rey Felipe II narrando el desastre de «las naos que se perdieron en Irlanda y Escocia y Setelanda, las mayores de la Armada»? Pues vean «Shetland», que es como allá llaman a Setelanda. (Por cierto, el apellido del comprensivo poli es «Pérez», claros sus orígenes). Lo mismo que el «Diego» que se menciona en la divertidísima «Derry Girls»).
—
He tenido que repetir ducha para espantar la sordidez que transpira la miniserie danesa «Huset» (La Casa), aquí distribuida como «Prisoner» (¿por qué no «Preso»?). De acuerdo, una historia más de cárceles. Trama: de tres prisiones, ha de clausurarse una: bajos presupuestos, recortes y tal. Los funcionarios (también «presos» de sus miserias) se aplican hasta el vómito ilegal en la que nos ocupa. Levantan así toda la mierda que se escondía bajo la alfombra presidiaria, bajo tierra, bajo y bajo: mafias, torturas, secretos, dobles vidas, el acabose. Esclarecedor realismo si el estómago lo soporta.
—
También hay que tenerlo para digerir «Yo, adicto», basadísima en hechos reales y españoles. Va la gente con valor saliendo poco a poco del armario de la graciosada que parecía constituir la drogadicción para explicarnos que el cuento de los porritos, de los cigarritos de la risita, de las rayitas, del caballito, las pastillitas, del güisquito, del extasito, de las metas y otras setas… no solo no tiene un final feliz, un yo controlo y ya está, sino que se te lleva por delante a ti, a tu entorno y atropella hasta a un tren. Y que degrada que te cagas, literalmente.
«Say nothing» recrea los años y paños del IRA a lo largo de décadas. Te mete por el morro adónde puede llevarte un fanatismo que hoy vuelve brazo en alto
—
«Say nothing» recrea los años y paños del IRA a lo largo de décadas. Te mete por el morro adónde puede llevarte un fanatismo que hoy mismo vuelve brazo en alto. Es una disección profunda de una sociedad partida a muerte: delación, acción−reacción, mentiras, códigos asesinos, silencio, no digas nada, nada has visto, algo habría hecho… bajo el manto del solo nosotros tenemos la verdad y todo disidente es un traidor. Algo así como «La infiltrada» (historia de una policía que se introdujo en ETA), pero aún más intensa.
—
Las escasas apariciones de Héctor Carballo en «La vida breve» valen más que todo ese sainetucho entreteniducho que es «Su majestad». Lloro: ¡ay, De Niro, tú en «Día Cero»! Pero cuánta necesidad no tendrás. Intento que me entretenga «The order»: nada. ¿Los Premios Óscar? «Anora» me pareció una comedieta medio porno larguísima. «Un completo desconocido», un callo malayo (perdón por la xenofobia), con lo que me gusta Dylan. «El brutalista» pide a gritos que Adrien Brody aprenda otro papel: el de alma atormentada ya se lo requetesabe.
—
Así que me voy a un banco del paseo marítimo y leo con gusto, nostalgia y emoción esa crónica sociocultural de los primeros años del siglo: «Lo propio y lo ajeno», de Enrique Bueres, quien los vivió y los sabe. Picardiosa y excelente prosa, prólogo y epílogo postineros. El relato de todos nosotros, bibliotecas, libros, museos, presentaciones… el mundo de ayer. Para seguir disfrutando, paso al Parque del Gas a ensoñar al sol invernal con tres libros que almas queridas me han regalado: «El pequeño libro de los árboles», de Dominique Pen Du, suavísimo y con primor editado; con los tan rarísimos como estimulantes relatos de «Teoría del tacto»; y con la tercera relectura de la monumental y redonda y cruel «Las pirañas», de Sánchez−Ostiz.
Suscríbete para continuar leyendo
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí