Pablo, el estudiante a Policía Nacional que ha salvado a una joven en el Metro de Madrid: «No hablaba»
EL joven El joven de 18 años lucía desaliñado y tenía una marca negra en el rostro. Tropecé tras los pasos de Metro. Pablo lleva apenas tres meses en la academia de policía de Ávila. Se identificó como un agente, pero la joven, lejos de acercarse en busca de ayuda, corrió hacia el túnel.
En ese momento, Pablo no dudó en saltar a las vías y correr tras ella hasta alcanzarla. Nuevamente se identificó y trató de calmarla, parecía estar bajo la influencia de algo. sustancia toxica.
La llevó hasta el andén y, con la ayuda de miembros de la seguridad privada del metro, lograron ponerla a salvo. Pablo le preguntó su identidad y ella se identificó, pero no dio muchos más detalles.
También le preguntó si había sufrido alguna agresión. no respondió. Los compañeros de Seguridad Ciudadana de Pablo llegaron y comprobaron que ella había sido denunciada como desaparecida años atrás, pese a que ya había firmado.
Al aspirante a oficial de policía le tomó un minuto reaccionar y cinco minutos sacarla de la carretera y ponerla a salvo. El movimiento de los convoyes del metro no se había detenido cuando el agente saltó a las vías para salvar a la joven.
Este rescate en el metro se produjo apenas dos días después del regreso de Pablo de Alfafar, Valencia. Con sus compañeros de la Academia Nacional de Policía estuvo varios días contribuyendo en diversas tareas.
Los estudiantes se dividen en dos turnos desde las cinco de la mañana hasta las dos de la tarde y desde las dos de la tarde hasta que se corta la luz. Hicieron de todo, desde limpiar calles enteras de barro y escombros hasta construir pequeños senderos con dos palas de mano para dejar paso a una anciana con su andador.
Ellos, los estudiantes de policía, estaban alojados en un hotel a 70 kilómetros de Alfafar, aparcaron su autobús en el campo de fútbol con su césped natural recién plantado, pero con el paso de los días este campo se fue llenando de coches y montañas de basura. Se ha convertido en un vertedero de chatarra y residuos.
Pablo describe el final de su jornada de trabajo, sentado en las gradas, esperando tomar el autobús y mirando estos escombros con el corazón pesado y pesado. Triste por todo el dolor del que ha sido testigo, feliz de saber que es útil.
Todavía tiene toda la formación por delante para obtener su diploma, pero asegura que ha sido un comienzo muy gratificante. No se considera un héroe, ni de Valencia ni del metro de Madrid, sino un policía en ciernes orgulloso de vestir su uniforme.
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