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Por qué no podemos ignorar la desinformación

Por qué no podemos ignorar la desinformación
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  • Publishedenero 2, 2025


¿Basta con fingir que las noticias falsas no existen para que pierdan su poder? Un nuevo estudio indica que esta estrategia no funciona

En los últimos años, el término “desinformación” ha aparecido cada vez más en los debates académicos y públicos. Mientras algunos investigadores advierten sobre el daño que las noticias falsas pueden causar a la democracia, la salud pública y otros aspectos fundamentales de la sociedad, otros sugieren que su impacto es insignificante.

Sin embargo, un análisis reciente publicado en la revista Psicólogo americano Advierte que ignorar la desinformación es un grave error. La desinformación es más común de lo que pensamos y tiene impactos significativos en las creencias y comportamientos de las personas.

La cantidad de información errónea no es insignificante

Uno de los argumentos más comunes para minimizar la información errónea es que representa una porción muy pequeña del contenido que consume la persona promedio. Sin embargo, esta afirmación suele basarse en definiciones limitadas de desinformación, refiriéndose a noticias falsas que son claramente identificables en los sitios web donde suelen aparecer. Cuando se aplican definiciones más amplias, que incluyen información engañosa difundida por políticos, redes sociales y medios tradicionales, el panorama cambia considerablemente. Por ejemplo, un estudio reciente de tuits relacionados con el cambio climático encontró que el 15,5% contenía información errónea, una cifra nada despreciable.

Además, centrarse exclusivamente en las redes sociales ignora otras fuentes importantes de desinformación, como el discurso político y el contenido fuera de línea. Incluso si la desinformación afectara sólo a un pequeño grupo de personas, los efectos podrían ser significativos si estas minorías tuvieran una gran influencia en el debate público o las decisiones políticas.

Los efectos de la desinformación: más allá de las creencias

Otro argumento común es que la información errónea no tiene un impacto causal significativo en las actitudes o comportamientos. Sin embargo, ejemplos recientes demuestran lo contrario. La información errónea sobre las vacunas está relacionada con una disminución real de la intención de vacunarse y de las tasas de vacunación. Asimismo, el consumo de noticias que minimizan la gravedad del COVID-19 (que «es como un resfriado» y pasará) se asoció con un menor cumplimiento de las medidas de salud pública.

El impacto de la desinformación también se hace patente en hechos concretos, como los disturbios en el Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021, vinculados a afirmaciones falsas sobre fraude electoral, o los linchamientos en India en 2018 por rumores infundados en WhatsApp sobre sustracciones de menores. . Estos ejemplos demuestran que la información errónea no sólo moldea creencias, sino que también motiva acciones con graves consecuencias.

La compleja red de desinformación

Es importante reconocer que la información errónea no existe en el vacío. Las normas, valores e identidades sociales también influyen en el comportamiento humano. Sin embargo, estos factores están estrechamente relacionados con el flujo de información, incluida la información falsa o engañosa. Además, la desinformación puede reforzar comportamientos negativos al proporcionarles justificaciones racionales, como restar importancia a los riesgos de fumar o usar cigarrillos electrónicos.

La solución no es simplemente centrarse en intervenciones individuales, como educar a los usuarios para que identifiquen la información errónea. También es necesario abordar factores sistémicos, como los algoritmos de las redes sociales que amplifican el contenido engañoso o polarizador. Estudios recientes muestran que la información errónea no sólo se difunde más rápido por su contenido, sino también por la dinámica de las plataformas que la promueven.

La urgencia de actuar contra la desinformación

Ignorar la información errónea es arriesgado. Aunque no toda la desinformación es igualmente dañina, algunos casos tienen profundos impactos en la sociedad, desde erosionar la confianza en las instituciones democráticas hasta poner en peligro la salud pública. Los autores sostienen que tanto los investigadores como los responsables políticos deben abordar este problema seriamente, promoviendo estrategias que combinen la promoción de información veraz con medidas para limitar la difusión de contenidos engañosos.

La desinformación es más que un desafío de comunicación: es una amenaza a la capacidad de las sociedades para tomar decisiones informadas y justas. Por lo tanto, combatirlo no es sólo una cuestión de principios, sino una necesidad urgente para preservar la salud de nuestras democracias y comunidades.

REFERENCIA

Por qué no se debe ignorar la desinformación



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